¿Qué puede perder Colombia si gana en 2018 una agenda ultraconservadora la presidencia?
Siguiendo las ideas de Boaventura de Sousa Santos en referencia a las luchas por venir en América Latina, en Colombia parece ser que los triunfos humanitarios y las conquistas de derechos que, con mucho trabajo social y de calle, con mucha lucha y a veces con sangre y muertes, se conquistaron en las últimas décadas son frágiles y reversibles de cara a 2018.
El retroceso puede darse en dos escenarios: el primero referente al derecho que hemos obtenido los colombianos gracias al Proceso de Paz con las FARC de no morir en un conflicto armado, y el segundo en relación a los derechos de la comunidad LGBTI.
El informe anual 2017 de Amnistía Internacional dice que el desafío de Colombia en relación a Derechos Humanos tiene que ver con el incremento de los homicidios a defensores y defensoras de los derechos humanos, entre los que habían líderes indígenas, afrodescendientes y campesinos.
Igualmente, un desafío es contrarrestar la proliferación de grupos paramilitares y sus nuevas formas de violencia. Pese a este panorama, los datos del posconflicto y la implementación de los acuerdos muestran una realidad esperanzadora para los colombianos. Según el Centro de Recursos para Análisis de Conflictos (CERAC), las muertes de civiles se han reducido 98% y la violencia ha llegado a un mínimo histórico: más de 300 días sin secuestros, emboscadas y explosiones atribuidas a las FARC.
Pero estos derechos de vivir lejanos a un conflicto de más de cinco decenios pueden verse trastocados; los partidos antagónicos al Proceso de Paz autodefinidos como de centro-derecha han capitalizado la desinformación, el desinterés y la apatía sobre la paz en un discurso de odio que, aunque parezca increíble, sigue teniendo con el correr de los días más adeptos.
El posconflicto es un desafío en sí mismo dada su complejidad jurídica, cultural y educativa, pero con una agenda política ultraconservadora en la cabeza del ejecutivo colombiano en 2018 sería improbable conocer su mejor versión. No es arbitrario que el presidente José Mujica hable de Colombia como un “laboratorio de la historia”, ya que, lo que se define en nuestro país va más allá de una negociación de dos partes, lo que se define es: la capacidad de la ciudadanía colombiana de evolucionar en sus problemáticas, de resignificar su memoria y de una vez por todas mejorar el sistema político.
Por otro lado, los derechos de la comunidad LGBTI de Colombia se ven amenazados bajo un discurso ultraconservador afincado en la defensa de la familia, entendida ésta como única, rígida y referente de supuesta normalidad.
La Defensoría del Pueblo, en el marco de la celebración del día internacional contra la discriminación por orientación sexual e identidad de género, presentó cifras preocupantes: en lo corrido del 2017 van más de 80 casos de denuncias de crímenes contra la comunidad LBGTI.
Pese a esto se han conseguido algunos logros como el reconocimiento de la unión marital y la no exclusión en los procesos de adopción. Aunque parezca poco es significativo, para un país que hasta hace 36 años castigaba con cárcel las relaciones homosexuales y que no tiene hasta la fecha una política pública transversal de género.
¿Por qué se incrementaría el problema si en 2018 se posiciona un referente ultraconservador? Porque es claro que la arenga de rencor y la movilización de las instituciones para violentar a las minorías sería una ruta a seguir por parte de los candidatos de derecha y se entiende así porque esa ha sido su voz de campaña en los medios de comunicación y en conferencias por todo el país.
Además habría un contexto posibilitador de la violencia para la comunidad LGBTI; solamente hay que analizar los debates de los últimos meses en relación a la sexualidad y el género en la Cámara de Representantes para percatarse que los discursos ultraconservadores, que paradójicamente pueden ser del Partido Liberal o de otros, huyen de la ciencia y se posicionan en ideas personales, creencias y referencias religiosas para sustentar sus enunciaciones y estigmatizaciones, que podrían convertirse en más que eso si resultan ganadores en 2018.
Cuando Teun Van Dijk afirma que en el discurso además de componentes lingüísticos hay todo un modelo mental, lo que nos dice es que a partir de expresiones del lenguaje podemos conocer todo un sistema interno de creencias, opiniones, razonamientos y así inferir posibles decisiones a futuro.
En este sentido, quise traer algunos fragmentos de texto recientes de candidatos y precandidatos presidenciales a 2018 que se encuentran en el centro-derecha abordando el tema del posconflicto y en relación a temáticas que interpelan a la comunidad LGBTI :
- “La familia lo permea todo, está presente en todo, es el escenario natural donde se construye la sociedad” (Alejandro Ordóñez, publicación de su página de Facebook oficial. 20 de junio).
- “La desintegración del núcleo fundamental de la sociedad continúa cobrando la vida de nuestros niños. Reitero mi llamado a construir políticas públicas en perspectiva de familia” (Alejandro Ordóñez, publicación de su página de Facebook oficial. 13 de junio).
- “Que las FARC participen en diseño de la política agraria es el equivalente a que Garavito diseñe las políticas de la primera infancia” (Iván Duque, publicación de su página de Facebook oficial. 13 de junio).
- “Con el acuerdo de paz las FARC se están burlando del pueblo colombiano” (Iván Duque, intervención en plenaria del Senado en debate de control político. 6 de junio).
- “Después del 2 de octubre en Colombia hay una gran deuda con la ciudadanía. A millones les fue robada su voluntad democrática, su decisión en las urnas. El 7 de agosto de 2018 voy a saldar esa deuda”. (Alejandro Ordoñez, Entrevista Cali. 15 de junio).
- “Cómo voy a saldar esa deuda del 2 de octubre, de la única forma que se puede saldar: voy a convocar a una constituyente” (Alejandro Ordoñez, Entrevista Cali. 15 de junio).
Con todo lo anterior podemos pensar que las luchas futuras en Colombia, en un escenario de victoria de un candidato ultraconservador, no serían para obtener más reconocimientos legales en relación a la salud o la educación o para gozar de algún tipo de bienestar social y democrático, sino para no perder lo poco que tenemos, para que nuestros derechos y los de nuestros compatriotas no se diluyan.
Si en 2018 gana un candidato ultraconservador estaríamos perdiendo el derecho a tener más derechos, y eso, al fin de cuentas, es un retroceso para todos.