Raíz, fuerza, minga

Si a usted que lee esto, le parece insuficiente las razones para defender la minga, a la que han tildado de vaga, conflictiva e ignorante a través de redes sociales, es mucho más grande, humana e ilustrada que usted.

Opina - Política

2020-10-22

Raíz, fuerza, minga

Columnista:

Tatiana Barrios 

 

A nuestros indígenas, desde tiempos de la conquista, les han propiciado golpes bajos, han intentado acabarlos, exterminarlos, robarlos y explotarlos. Vinieron de afuera a saquearles la tierra, y bajo ese argumento, acabaron con muchas vidas que podían entorpecer aquellos objetivos codiciosos. Para mi pesar, y espero que el de todos ustedes, aquella realidad que suena a colonia, invasión y libro de historia, fue una maña que no se quitó y terminó por impregnarse en la mente de quienes, pareciera, continúan el linaje abusivo de aquellos españoles de la colonización.

Pueblos que viven en medio de la conexión con la tierra y, se supone, deberían tener mayor tranquilidad que la de una urbe agitada de contaminación y delincuencia común, se encuentran inmersos en una realidad amorfa donde predomina el sometimiento al régimen de la estafa, la violencia y ese olvido inacabable del que no han podido salir, y nosotros, que sufrimos de amnesia, no los hemos podido sacar. Sí, esos son nuestros indígenas, esos que están allá donde se nos olvida que también es patria, esos que están viviendo en medio del peligro multilateral: Estado, guerrilla, paracos y narcotráfico.

Esos son los indígenas que sin pensarlo dos veces agarraron las pañoletas, los tapabocas y los bastones para empezar un largo viaje hasta la fría capital. Montados en chivas y «arrejuntados» como dirían por ahí, sacaron la valentía de las raíces para enfrentar las imposiciones de un gobierno sordo. Decidieron enfrentarse, no con violencia, sino con un espíritu diplomático, hacia quienes no les responden por la vida, la paz, la democracia y el territorio.

Curiosamente, ese espíritu diplomático que se cuela entre los cantos y bailes de las comunidades entró ahora en cuestionamientos y señalamientos de intereses políticos. Pero me atrevo a asegurarles que si las protestas de estos hombres, mujeres, jóvenes, e incluso niños, fuera violenta, con quemas, piedras, o con enfrentamiento físico, la opinión pública y las intervenciones vacías de quienes se hacen llamar políticos, señalarían la imposibilidad de entablar soluciones por la inexistencia de una posición de diálogo; seguramente, entrarían en categorías de vándalos, delincuentes, desadaptados o sabrá Dios que otro mal les terminarían echando.

Sin embargo, ahora, ante ese ánimo de diálogo, el presidente se niega a hablar. Y no siendo suficiente, el mismo pueblo (el uribista y uno que otro «imparcial», claro está) recrimina a quienes vienen con coraje reclamando respuestas, las tan anheladas respuestas. No solo respuestas de sus tierras y de su gente, piden respuestas para todo un país, ¿por qué tanta masacre? ¿por qué reprimen la protesta? ¿por qué la vida vale tan poco?

Pero no saben qué decirles, por eso no se quieren reunir. Mandan tanquetas con razones nobles y altruistas que nadie se cree, pretendiendo encausarlos con el falso argumento donde «velan por su protección», si en su escepticismo me pregunta ¿por qué falso? Bastaría ver las experiencias que con esa nueva moda del ESMAD se tiene, esas hablan por sí solas, todos saben lo que significan las tanquetas cerca, los intimidan, porque ese es el arma mágica de quien no sabe qué responder, cómo refutar y enfrentar la realidad.

En todo caso, quieran o no, dejen la silla vacía o les pongan mil policías alrededor, creo que la minga tiene suficientes motivos para exigir respuestas. En estos momentos, las razones para entender y apoyar la minga sobran. Debería bastar con decir la defensa de la vida, porque ¿Qué hay más importante que eso? La vida de todos está en juego, del indígena, el campesino, el estudiante, el líder. Aquí las sentencias llueven. Y si a usted que lee esto, le parece insuficiente, definitivamente la minga a la que han tildado de vaga, conflictiva e ignorante a través de redes sociales, es mucho más grande, humana e ilustrada que usted.

Definitivamente, la minga es una representación de la Colombia más real que puede existir. Ahí, en esos colores verde y rojo estamos todos los que nos reconocemos tierra y raíz. Quienes queremos una tierra sana, un medio ambiente que perdure años, décadas y siglos, una tierra donde ser líder no sea sentencia, donde alzar la voz no sea motivo de cortarnos la lengua, donde los niños jueguen libres sin ser raptados, violados y explotados, donde hablar de paz no sea lejano.

La minga es nuevamente tema de conversación que genera incomodidad en los medios políticos y periodísticos del país ¡qué dicha que algo incomode la imperturbable dicha colombiana! Volvieron nuestros indígenas en un viaje de chivas a darnos cátedra de firmeza. 

Al final, tras la vergüenza de un presidente incapaz de reunirse con su pueblo, se devolvieron nuestros indígenas a su tierra. Se van con una victoria agridulce, porque si bien se les escabulló el presidente con viejas artimañas de cajón, se llevan consigo el crédito de haber hecho rugir un ratico este país, de haber puesto en evidencia la falta de diálogo del actual gobierno; no hubo enfrentamientos, no hubo incendios, todo lo hicieron en un espíritu pacífico, pero él no apareció. Demostrado queda la incompetencia y falta de voluntad de quienes regentan el poder ¿De qué forma hemos permitido que ocurriera ese imperdonable error? 

 

Fotografía cortesía de Inaldo Pérez.

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Tatiana Barrios
Barranquilla, Colombia | Estudiante de Derecho de la UA.