¿Quién le teme a Venezuela?

Los colombianos no nos podemos dejar instrumentalizar por los norteamericanos, ni por la nefasta derecha de ambos países que se encuentran aliadas en una empresa criminal de agresión.

Opina - Internacionales

2018-09-21

¿Quién le teme a Venezuela?

Se está orquestando una agresión armada contra el hermano país de Venezuela. Los Estados Unidos no suelen agredir de manera intempestiva, ni en frío. Ellos saben esperar. Planificar para el futuro, pensar en larga perspectiva, si es posible, sacar la presa con la mano del gato; usar secuaces abyectos y obsecuentes.

Hace años, cuando quisieron adueñarse del petróleo de Irak, organizaron las circunstancias para que, sin tener nada que ver con el derribamiento de las torres del World Trade Center, Sadam Hussein terminara pagando los platos rotos. Y a fe que los pagó. Él fue ejecutado, su país destruido, y reconstruido por las empresas norteamericanas especializadas en la materia, entre las cuales figuraban, cómo no, las del vicepresidente de entonces Dick Cheiney, uno de los fabricantes del mito de las armas de destrucción masiva en manos de Hussein.

Últimamente, los gringos han luchado, de manera infructuosa, para apropiarse de los yacimientos petrolíferos de Siria. Incluso, el perturbado mental que vive en la Casa Blanca, ya dio orden de asesinar al rey Bachar al Assad. No lo ha conseguido todavía porque Rusia está entre el grupo de los interesados. Pero nada obsta para que, en un futuro cercano, el Tío Sam se engulla también los pozos petroleros del segundo productor mundial de ese hidrocarburo.

De modo que, frente a esto, Venezuela parecería un reto menor. Obvio que tanto Rusia como China han respaldado a la nación hermana y eso la ha protegido, hasta cierto punto, de la agresión imperial directa.

Pero, los mercaderes de la guerra que conforman el complejo militar e industrial prevalente en los Estados Unidos y que tiene como timonel al perturbado mental de que hablamos, no ceja en su pretensión de adueñarse del petróleo venezolano y sabe muy bien cómo ejecutar sus jugadas en este ajedrez de la muerte: ellos tienen alfiles en la región, como los gobiernos de Chile y Perú, además del molón que hace las veces de Secretario General de la OEA.

Capítulo aparte en este análisis merece el caso de Colombia. Nuestro país, por su situación geoestratégica privilegiada, es el alcahuete ideal de cualquier agresión norteamericana a los vecinos que asuman posiciones independientes: estamos en el Caribe con el enclave de San Andrés y Providencia, por tanto somos vecinos de Honduras, de Nicaragua, de El Salvador y Guatemala. Además tenemos a mano a la pequeña Costa Rica y a Panamá. En el continente, somos vecinos, no siempre deseables, de Ecuador, Perú, Brasil y, claro, de Venezuela.

Y no es raro que se esté hablando de la posibilidad de intervenir militarmente en contra de nuestros vecinos y hermanos, incluso desde antes de hacer presencia en nuestro país el emético Luis Almagro, un traidor que se vendió a los intereses gringos, pese a haber sido representante en calidad de canciller del gobierno de José Mujica, uno de los más dignos que haya tenido América Latina.

Pues bien, en la frontera común Luis Almagro afirmó, sin ningún asomo de escrúpulos, que era necesaria una intervención militar en contra de nuestro país hermano, dizque para poner fin a los sufrimientos de su población.

Y nosotros que conocemos lo que es la guerra y el dolor, nos preguntamos cómo es posible poner fin a los sufrimientos de alguien, sometiéndolo a los indescifrables quebrantos que puede ocasionar una incursión armada, en la cual siempre es la población civil, la más vulnerable, la que sale irremediablemente perjudicada.

Es que las balas y las bombas no preguntan por la filiación política de la gente, simplemente destruyen sus viviendas, sus entornos y, lo más grave, sus vidas.

El presidente Santos se negó reiteradamente a considerar esa posibilidad. Él era consciente de que, en una guerra, nuestro país también saldría maltrecho, pues los vecinos no están inermes y la sangre se habrá de derramar de lado y lado, además de que las pérdidas serían enormes. Pero ahora los tiempos han cambiado, los detentadores del poder son distintos.

Está en Casa de Nariño un muchacho que no tiene ni idea de para dónde va. Que solo recibe, mansamente, las órdenes que le dictan desde un establo de una hacienda situada en la vereda Llano Grande, de Rionegro. A él lo pusieron en ese puesto para hacer varias tareas sucias, una de ellas servir, en calidad de marioneta o, como se dice en el argot delincuencial, de calanchín de los intereses imperiales. Y, tristemente, está jugando ese papel creyendo que obra por sí mismo.

Obviamente que los Estados Unidos cuentan, para lograr esos fines, además con toda la orquestación de los medios internacionales de comunicación venales y vendidos a los dólares de Washington, que pueden realizar cualquier cantidad de propaganda en favor de una intervención armada en contra de nuestros hermanos venezolanos.

Aquí por lo menos, para ambientar una respuesta militar nuestra, ya hace varios días que en Caracol, en RCN y en CM&, se viene hablando de manera insistente de supuestas o reales incursiones de miembros de la Guardia Nacional Venezolana en territorio colombiano, lo que recuerda mucho el incidente del Dantzig, en el corredor polaco, cuando los nazis disfrazaron de soldados alemanes a unos prisioneros de esa nación, los asesinaron y luego justificaron la invasión a Polonia y el Blitzkrieg, o guerra relámpago, contra ese martirizado país.

Por su parte, periódicos impresos, como El Tiempo, aportan en forma estratégica su cuota de insidia, para mostrar a los venezolanos como invasores y agresores de nuestro territorio y, por tanto, merecedores de un castigo que, al mismo tiempo, constituya una “salvación” frente a su situación crítica.

Es preciso reaccionar. Los colombianos no nos podemos dejar instrumentalizar por los norteamericanos, ni por la nefasta derecha de ambos países que se encuentran aliadas en una empresa criminal de agresión.

No se trata de defender, ni la persona, ni el régimen de Nicolás Maduro. Ese es un asunto que solo el pueblo venezolano debe y tiene derecho a resolver.

Pero nosotros no podemos convertirnos en los idiotas útiles de una estrategia que, como la invasión a Panamá en 1989, en lugar de proporcionar paz y beneficios a nuestros hermanos venezolanos, les cause, a ellos y a nosotros, más dolor y más sufrimiento. Es preciso denunciar estas maniobras y oponerse a ellas.

La solidaridad con el hermano país está a la orden del día. La integridad de la América Latina es la consigna de nuestro padre Libertador Simón Bolívar, que sigue vigente y que no podemos eludir.

 

 

Fotografías cortesía de: People en Español, Libertad Digital y  Federico Parra/AFP.

( 6 ) Comentarios

  1. Sumerce, asi que digamos, critico y e imparcial, y aferrado a esas pequeñas cositas llamadas verdades, mucho no es verdad?
    Ese sancocho de medias verdades, una que otra realidad, y toda una canecada de retórica izquierdosa y tan trasnochada que ya huele raro; que llama artículo; digo, yo, opino yo, que deberia bajarle un poquito a la paranoia sesentera e investigar algo mas sobre el terreno…
    Saludos…

  2. «Izquierda trasnochada sesentera» dice el comentarista. La actual derecha imperialista euroamericana es muchísimo más vieja, rancia y cruel que todas las izquierdas puestas juntas, por muy malas que estas hayan sido. La historia lo atestigua. El único talento de la manada derechista internacional, con o sin corbatas, es para despojar el dinero de las arcas públicas y esclavizar a sus pueblos.

  3. No se requiere ser politologo, historiador,critico internacional para intuir que la guerra a venezuela ya empezo, pero con una variacion , noes una invasion armada desde fuera de suramerica, es desde los paises vecinos Colombia representa el punto estrategico por donde se iniciaria el ataque velico, ya el primer ensayo lo realizo Uribe contra Ecuador, ahi se inicio el debate sobre el derecho que tiene el gobierno Colombiano de invadir otros paises que supongan un sistema diferente que no este dentro de los lineamientos que ordenan quienes posean el poder. Pero la lucha para convencer a los Colombianos de que ese seria un acto humanitario que ademas dejaria los pozos de petroleo en manos , no de Colombia sino de Eeuu, se nota unpoco dificil ya que para cualquier Colombiano la figura de la guerra es unfantasma que ya no queremos vivir. Ya entendimos que la violencia no puede seguirnos tocando porque seremos los mas perjudicados. No queremos mas sangre, mas guerras y no estamos dispuestos a destruir un pueblo hermano.

  4. Sino es militarmente cómo sería entonces la salida de Maduro?.Marchas, asambleas,protestas, reformas constitucionales?. Quién cambia y qué a los predadores mentales como maduro?. Será que el pueblo venezolano no tiene el suficiente coraje y verraquera para sacar a maduro.?

  5. Es muy dificil opinar en el caso Venezolano, porque esta plagado de buenos y malos. Malos los gobernantes , porque estan llevando al pueblo a una hambruna sin precedentes. Buenos los imperialistas que bloquean la economia Venezolana con el fin que mediante la desesperacion, los habitantes de esta nacion vean la invasion como una salvacion. Los Colombianos, que sabemos de la guerra, no queremos propiciarla, pero los dirigentes que son unos avezados complices de cualquier negocio, le hacen el coro a los capitalistas para que se queden con los recursos naturales de esa nacion. Bueno el santurron Ordoñez, que desde el puesto en que lo metio Uribe, le eche fuego a la caldera que es la region. Con el cuento de los comu nistas latinos, que son los malos, vendran los salvadores blancos, que son los buenos, a finiquitar el robo de otra nacion. Al presititere colombiano no podra acudir nadie, pues el cuñado del innombrable ya llevo la orden de permitir el paso de las tropas gringas, sin necesidad de nada mas.

  6. Buen artículo, sería muy interesante invitar a leerlo al sr Gustavo Petro y demás «progresistas» colombianos que tienen la esperanza de que las oligarquía criolla los perdonen y acepten por atacar y hablar mal de Venezuela.

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Armando López Upegui
Historiador, Abogado, Docente universitario y Maestro en Ciencia política.