«Qué gonorrea todos los seres humanos»: Los reyes del mundo, un onírico viaje

Esta es una de las cintas más conmovedoras y especiales acerca del conflicto y de la herida más honda y abierta del país: la redistribución de la tierra. 

Narra - Conflicto

2023-01-10

«Qué gonorrea todos los seres humanos»: Los reyes del mundo, un onírico viaje

Columnista:

Daniel Riaño García

 

«Siempre he preferido el reflejo de la vida a la vida misma»: François Truffaut.

Una bandera sucia, un suave relincho, un caballo blanco y una gran calle encharcada por la lluvia; así inicia el nuevo filme de Laura Mora Los reyes del mundo. La cuarta película de la directora colombiana, que ha sido ganadora de varios reconocimientos, entre ellos, la Concha de Oro que es otorgado por el Festival Internacional de Cine de San Sebastián, se adhiere a la fórmula argumental de largometrajes como, Matar a Jesús (2018), La Virgen de los sicarios (1999), Monos (2019), Cóndores no entierran todos los días (1984), Crónica roja (1979), La vendedora de rosas (1999), La sociedad del semáforo (2010), La gorra (2008), Rodrigo D. No futuro (1990), entre otras, que transitan por lugares comunes —una crítica de un columnista en El Espectadoren lo que parece ser un nuevo género del cine colombiano: violencia, conflicto armado y marginalidad.

Así mismo, acoge en la filmación a actores naturales para mostrar al mundo que en el país existe desigualdad, violencia y lindos paisajes (un arquetipo cinematográfico). Ahora bien, en cuanto a los lugares no tan comunes y frente a los aspectos positivos que se destacan del filme —que son muchos y que no serán abordados porque este es otro análisis sociológico (aspira a serlo); como menciona el autor de la columna de El Espectador— es que la dirección de fotografía y, la música, están acorde de un onírico viaje (lo cual no es común en el cine colombiano) a través de un frenético porro mediante el cual, contrario sensu a Descartes, los protagonistas: existen, viajan y luego piensan. Con esta premisa, los jóvenes Rá (Andrés Castañeda), Culebro (Cristian Camilo Mora), Sere (Davison Flórez), Winny (Brahian Steven Acevedo) y Nano (Cristian Campaña), viajan —delirando entre sueños y realidad— a través de las hondas heridas de la Colombia oficinista y del papeleo. A Rá le ha sonreído la vida, ya que una sentencia de un juez de restitución ordena devolverle un predio solicitado por su abuela.

Desde Medellín hacia Nechí, en el Bajo Cauca antioqueño, Rá y sus amigos emprenden la huida de una ciudad que los ha maltratado. Su objetivo es encontrar su tierra prometida. Un predio representado en una fotografía y, así mismo —aunque no lo mencionan—, debe estar representado, redactado fría y escuetamente, en unos linderos, unas coordenadas y unas hectáreas. A partir de ese momento, en sus bicicletas, ellos son los reyes del mundo… de su propio mundo; del mundo que quieren crear (o eso quieren creer).

Un mundo en donde ellos sean iguales a los demás. En donde no los desplacen ni los estigmaticen. En donde no haya que existir por obligación; donde no haya vejez ni muerte; donde exista plena libertad para decidir ser. Se mezcla lo surreal y delirante con la cotidianidad de una Colombia perforada por la victimización y la revictimización por parte de las instituciones y de la sociedad. 

Rá y sus amigos están en busca, como el personaje de Un lugar en el mundo (1992), de un espacio para ellos. Para entenderse; para conocerse; para encontrarse. Durante el viaje se revelan temas como la cuestión agraria, en donde hay un acuerdo de paz que solo ha logrado apenas un avance del 16 %. Una reforma agraria que aún no se lleva a cabo, la cual fue truncada por el anterior Gobierno —Gobierno que dejó grandes retos para el que llegó y del cual se espera un gran avance para que no termine decepcionando a sus votantes—.

Esta es una película exuberante y hermosa, en la que las vivencias de estos jóvenes nos conmueven —bien analizadas— hasta los huesos (acompañados de las imágenes). Transita por lugares comunes, sí —tal y como lo sigue haciendo Colombia—. Explota la miseria humana para darse a conocer al público, tal vez. Contribuye con una narrativa que, a pesar de ser repetitiva, debe seguirse mostrando… afortunadamente. Este filme es, sin duda, un fantasma que nos sigue persiguiendo como sociedad. Un argumento que quedará en el pasado cuando el país cambie verdaderamente.

«Y no me digas pobre por ir viajando así, no ves que estoy contento», canta al unísono Rá con sus manitos; mostrando al espectador que el viaje es uno de sus fines.

«Qué gonorrea de pueblo, manito», dice Rá. «Qué gonorrea todos los seres humanos», le responde Sere; es el diálogo que revela la inconformidad de Laura con un país hermoso, pero que causa desasosiego.

Los reyes del mundo, a pesar de algunos lugares comunes que aborda frente al cine colombiano —como si las grandes obras no partieran de lugares comunes, de donde nadie se escapa, ya que se narra lo que más nos inquieta y emociona—, es una de las cintas más conmovedoras y especiales acerca del conflicto y de la herida más honda y abierta del país: la redistribución de la tierra. 

Un caballo blanco que los ha acompañado durante su viaje aparece en el terreno de la abuela de Rá. Escuchan una máquina extractivista. El predio ya se encuentra ocupado; es del Patrón y de la máquina capitalista que ama explotar y sacarle provecho a todo. Un enfrentamiento entre los jóvenes y los personajes que están explotando el lugar. Tres tiros se escuchan. Última escena: aparece una porción de tierra navegando en un río con Rá y sus amigos. Ellos son los reyes del mundo de esa minúscula parte de su tierra prometida. En este lugar ahora son, finalmente, iguales a todos los hombres. Así finaliza el desgarrador filme de Laura Mora. 

Y sí, Sere tenía razón, todos los caminos conducen a: «Qué gonorrea todos los seres humanos».

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Daniel Riaño García