Protestas y crisis en Cuba: ¿le llegó la hora a la isla?

Las protestas en el primer paraíso socialista de América, que ha resistido 62 años de bloqueo estadounidense y que fue satélite del imperialismo soviético, no deja de ser una novedad. Y eso que con la revolución recién estrenada pretendió exportar sus ideales y modelo a otras partes del tercer mundo

Infórmate - Internacionales

2021-07-13

Protestas y crisis en Cuba: ¿le llegó la hora a la isla?

Autor:

Wilmar Vera Zapata

Algo está pasando en Cuba. Además de pasar por una etapa grave con la llegada desde 2020 del COVID-19, gracias a las redes sociales y al Internet se está conociendo que muchas personas están saliendo a las calles, primero en San Antonio de los Baños, luego La Habana, Santa Clara y así otras ciudades, pidiendo más atención y celeridad con las vacunas, exigiendo recursos médicos para la atención de los enfermos y, por ahí derecho, exigir libertad.

Las protestas en el primer paraíso socialista de América, que ha resistido 62 años de bloqueo estadounidense y que fue satélite del imperialismo soviético, no deja de ser una novedad. Y eso que con la revolución recién estrenada pretendió exportar sus ideales y modelo a otras partes del tercer mundo, bien fuera con sus cantantes, docentes, médicos, enfermeras o mercenarios. O sea, a las buenas o a las malas el mundo llegaría al comunismo y el paraíso de los trabajadores.

Y es novedad porque puede ser la primera crisis seria que enfrenta el primer secretario del Partido Comunista Cubano y presidente tras la era de los hermanos Castro: Miguel Mario Díaz-Canel Bermúdez, que intentan mantener la imagen de régimen fuerte, pero no tienen ni el carisma, ni la fuerza ni vive en la época que les tocó a Fidel Castro y Raúl, los dueños de la isla y del régimen comunista que impusieron a principios de los años 60.

Así como en Venezuela, Chile y Colombia la ciudadanía ha marchado y se manifiestan contra la corrupción y los abusos de sus gobernantes. ¿Será que le llegó la hora a Cuba?

La historia

Cuba para algunos es pilar de dignidad y, para otros, muestra de tiranía política. Entre los simpatizantes con las ideas socialistas y el comunismo, es la representación de la revuelta popular que derrocó tiranos y construyó con la participación de sus ciudadanos, un país lejano de las típicas separaciones de clase, poder adquisitivo, religión y hasta raza. En un Estado socialista, pregona su discurso, todos son iguales y las oportunidades le llegan a sus residentes. Sin duda la idea es atractiva.

Para los segundos, el Estado que se encarga de darle todo cobra un precio muy alto: su libertad individual. Usted no es libre de pensar lo que quiera, de expresarse como desea y, menos aún, de participar más allá de las formas como el todo poderoso partido único le recomiende. Una idea, sin duda, no muy terrorífica.

Hay que tener en cuenta que la isla caribeña fue el laboratorio político en el que las dos superpotencias vencedoras de la Segunda Guerra Mundial (EE. UU. y la URSS) desplegaron sus fuerzas e intereses en el marco de la Guerra Fría (1948-1991). Fue durante el Gobierno de J. F. Kennedy que se «calentó» el discurso cuando el premier soviético, Nikita Krushev, exclamó el 6 de enero de 1961 que su país apoyaría las luchas de independencia del mundo subdesarrollado. Aunque Kennedy deseaba bajarle la temperatura a la confrontación, ese comentario lo asustó, como recordó el historiador y confidente del presidente norteamericano, Arthur Schlesinger: «las palabras de Jrushov alarmaron al presidente más de lo que le aliviaron las señales amistosas de Moscú», escribió en su biografía Mil días: John F. Kennedy y la Casa Blanca, (1965).

Y las cosas fueron en serio, más como complejo de inferioridad y para exhibir potencia, EE. UU. participó en acciones contrarrevolucionarias, como la frustrada invasión a Bahía Cochinos (1961) y la Crisis de los Misiles (1962). Crisis en las que los barbudos cubanos lograron llevar a Washington y Moscú al límite de la destrucción nuclear y con ellos al mundo. Un escenario tropical del apocalipsis.

Protestar es un lujo

El Gobierno, para evitar infiltrados a los que llamó contrarrevolucionarios, diseñó un modelo efectivo de control, persecución y censura a sus residentes. Los CDR (Comandos para la Defensa de la Revolución) están organizados por calles y cuadras, donde se hace censo de los residentes, sus trabajos y ocupaciones. En ciertas fechas, organizan actividades colectivas para arreglar fachadas u organizar acciones de integración. Pero también se encargan de vigilar a los vecinos, que llegan de visita o alentarlos a participar en las marchas y manifestaciones de los días patrios, como los discursos de Fidel en la Plaza de la Revolución, que congregaban a miles de asistentes, difícil decir cuántos iban obligados y cuántos convencidos. Hoy, esos CDR persisten y su modelo se replicó en Venezuela durante el Gobierno de Hugo Chávez y en el primer periodo de Álvaro Uribe se propuso un modelo similar, como parte del fortalecimiento de la Seguridad Democrática.

A pesar de la dependencia en casi todos los sectores del Bloque Socialista (por eso el bloqueo económico de EE. UU. no afectó a la isla, pues consumían productos comunistas), en 1980 un grupo de cubanos ingresó a la Embajada del Perú y recibieron asilo. Fidel mismo fue a la sede y exigió que les devolvieran a los invasores, a lo que Lima negó tal reclamo. Ante eso, el comandante anunció que el que quisiera irse podía hacerlo y más de 10 mil personas acamparon en los jardines de la sede diplomática. Hábil y estratega como era el «Caballo», como se referían al comandante, permitió que en el puerto de Mariel todo aquel que deseara emigrar podía hacerlo. Así, centenares de botes y yates salieron de Miami a recoger a sus compatriotas, en una fuga que se conoce como «el éxodo de Mariel» y a sus 150 000 exiliados son conocidos como los «marielitos», generando una crisis para las autoridades de EE. UU. que, entre otras cosas, le costó la reelección al demócrata Jimmy Carter y la llegada del anticomunista y republicano Ronald Reagan.

Vaivenes ideológicos

Uno de los factores que mantenía a la sociedad cubana unida, a pesar de que el poder lo habían mantenido los llamados «históricos» (protagonistas de la revolución), la sociedad ha cambiado. La población creció, con dificultades y esperanzas la sociedad no es la misma y más que una reforma constitucional muchos piden una flexibilización del puño duro del régimen. Con los Castro Ruz murió una era y los cubanos lo saben.

Fidel, el eterno comandante ya no está y sus sucesores no generan el mismo respeto ni la veneración propia de padre, al que se le acepta las caricias y los golpes. Políticamente los vaivenes de la relación con EE. UU. los ha afectado, pues, aunque con el chavismo el régimen recibió una bocanada de aire y pensó que con la normalización de relaciones con Barack Obama Cuba entraría al escenario internacional como un miembro remozado, portador de un discurso menos incendiario que el de 1960, así como hizo Francisco Franco en España. Trump fue el portazo que los devolvió a una dura realidad.

Ahora se ha configurado la tormenta perfecta: descontento social de una generación que no cree en los valores del «hombre nuevo» revolucionario que no tiene comida, energía eléctrica o libertad; una situación de salud compleja, con número creciente de infectados y muertos, y una ola de estallidos sociales que, por lo visto, cruzaron el Caribe y llegó con la fuerza de un huracán. Además, la censura ya no es tan efectiva y los cubanos de a pie y el mundo entero están viendo por las redes las acciones de represalia de las fuerzas de Díaz-Canel contra los «contrarrevolucionarios». Discurso en el cual quien sale a protestar es enemigo y no tiene derecho, concepto aplicado por dictadores de derecha o izquierda.

«Esto yo lo soñé así, coño», gritó una manifestante en Santa Clara, mientras su celular registra una manifestación gritando «Libertad» o «Patria y Vida», tan diferente a la consigna de «Patria o Muerte».

 

Toca esperar. El Ejército salió a las calles y se han presentado saqueos y algunos hablan de víctimas mortales. Ya en Miami y seguro en Bogotá los enemigos del régimen dirán que vivimos –otra vez— las horas finales de la revolución y, con ella, como dominó, caerán Venezuela y Nicaragua. Para los defensores de la experiencia cubana anunciarán que de nuevo es una embestida imperialista contra un pueblo digno que eligió ese modelo político y hay que unirse en la defensa de la única nación que ha representado la «dignidad de América».

Algo está pasando y solo el tiempo dirá qué impacto tiene sobre esa isla, como dijo Hemingway, larga, bella y desdichada.

( 1 ) Comentario

  1. muy buen aporte para entender mejor las consecuencias de la tirania.

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Wilmar Vera Zapata
Periodista, magister en Historia y doctorando en Ciencias Humanas y Sociales. Es amante de la literatura y docente universitario.