¿Por qué «todos y todas»?

Discutir sobre el lenguaje incluyente no puede ni debe ser excluyente con la discusión de otros asuntos.

Opina - Sociedad

2017-12-16

¿Por qué «todos y todas»?

¿A qué mente retorcida se le ocurrió admitir una tutela innecesaria en la que se exigía que se respetara un decreto que obligaba a las dependencias a utilizar lenguaje incluyente? Sólo a alguien con ganas de complicar el lenguaje y querer extender eternamente las conversaciones, los textos y los anuncios se le ocurriría esto.

Es evidente que vivimos en un mundo que prefiere no tardarse en hablar, en escribir o leer. Todo el mundo va corriendo y nadie está interesado en «malgastar» cinco segundos por hacer especificaciones. El mundo está configurado para que lo entendamos así: en plural y en masculino. No queremos darle paso a la individualidad y a la inclusión.

No todas las palabras tienen género pero ¿sí podemos asumir que ninguna lo tiene? Y si algunas los tienen ¿es tan complicado darnos un lugar a determinados grupos de personas que no nos sentimos representadas en el lenguaje? ¿Incluso aunque parte de estos grupos responda al inquietante 50% de la población, por poner un ejemplo?

Según entiendo, genera mucho revuelo tener que hacer tantas especificaciones al hablar y, sé de lo que hablo, es complicadísimo reconfigurar nuestro cerebro para que empiece a tener en cuenta a todas las personas que nos rodean en vez de encerrarles injustamente en palabras que realmente no son neutras. Obviamente no tienen que «duplicar» cada palabra que usan porque el español es lo suficientemente rico como para dejarnos ser incluyentes sin necesidad de ser «redundantes», como les he leído comentar. Por ejemplo y en medio de este ambiente electoral: en vez de decir «candidatos y candidatas» pueden decir «candidaturas».

«¿Qué ganas de complicarse la vida si hay palabras (masculinas, por cierto) que engloban a todos?» Las mismas ganas de recordarles que desde que se tiene registro, el mundo ha sido configurado por hombres y para hombres. Por ejemplo, hasta hace poco más de 60 años que las mujeres tienen derecho al voto en nuestro país porque antes de eso la mujer era entendida como una extensión del hombre; así, englobada siempre en la esfera de los hombres de su vida (papá, esposo e hijos –sí, con Os) el lenguaje no la visibilizó a ella sino a él y, por tanto, las reglas se hicieron para él y luego se acomodaron para ella.

Así que argumentos como que “las reglas gramaticales así lo establecen”, que la “Real Academia Española dice” (que, entre otras cosas, dice que el “sexo débil” es el “conjunto de las mujeres”, definición vigente al día de hoy, por lo que sugiero revisar antes si sus fuentes no son machistas de origen), que “así hemos hablado siempre”, que “esta era de lo políticamente correcto no nos deja expresarnos” (que no entiendo qué de lo que querían decir merecía ser dicho si atentaba contra la integridad de no hombres, no blancos, no heterosexuales o no en condición de pobreza), son argumentos que sólo nos recuerdan lo adversos que podemos ser los seres humanos a revisar nuestros privilegios, para ponernos en los zapatos de la persona que tenemos enfrente, y para abandonar nuestra zona de confort.

Es cierto que la igualdad sustantiva no la va a otorgar por sí solo el uso diferenciado de algunas palabras y también es cierto que hay un millón de problemas más que evitan que la mujer pueda desarrollarse a plenitud en sociedad y que deben ser señalados, pero discutir sobre el lenguaje incluyente no puede ni debe ser excluyente con la discusión de otros asuntos.

Este tema cobra relevancia porque, citando a una compañera de mi universidad «las palabras configuran los pensamientos y los pensamientos, a su vez, nuestras actuaciones» (pueden leer su reflexión aquí) por eso no podemos seguirnos ahorrando palabras para economizar el lenguaje, porque ese ahorro está generando que inconscientemente sigamos invisibilizando seres humanos y de eso derivan acciones que pueden perjudicar su bienestar físico, social, y económico.

 

Adherido. Dos cosas:

  • Hagan el ejercicio en casa: si ven un grupo de hombres donde hay una mujer revisen si dicen “estamos todos” o “estamos todas”, ahora hagan lo mismo cuando los números se invierten y vuelvan a revisar si dicen “estamos todas” o “estamos todos”. Spoiler alert: siempre van a mayoritear a las mujeres aunque sólo haya un hombre.
  • Este artículo fue escrito con lenguaje incluyente y, si llegaron hasta aquí, seguramente ni lo notaron. ¿Ven? No pasa nada.

 

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Daniela Arias Sánchez
Estudiante de Ciencia Política, feminista sin "peros", periodista de clóset, amante de América Latina, y un cerebro sin filtro.