No lo han matado porque no han podido. Y no han podido, no por que no puedan organizar la logística para un magnicidio, ya que experiencia es lo que les sobra, sino porque saben que si lo matan es a ellos a quienes van a mirar de primeros.
No lo han matado, no por falta de ganas. Si por ellos fuera ya estaría muerto hace mucho tiempo. Puede ser que aún quede algo de pudor en su cinismo desbordado y muy en el fondo de sus rastreros pensamientos exista algún atisbo, no de remordimiento sino de convicción de que un acto como ese develaría sus verdaderos rostros tras las máscaras de marras.
No lo han matado, pero esperan con paciencia el día o la noche o la madrugada en que pueda parecer un accidente. Esperan que la oscuridad de una noche cualquiera pueda servirles de cómplice para consumar su sevicia.
Anhelan la oportunidad de ver su cuerpo encharcado de sangre y poder frotarse las manos sin tener que disimular su maléfica sonrisa.
No han podido matarlo, no por falta de oportunidades, que las han tenido a placer en innumerables ocasiones. Y en esas ocasiones en que ha estado a punto de tiro, se les hace agua la boca, se regocijan de sólo pensarlo y tratan sin éxito de contenerse las ganas.
No han podido matarlo. Aún. Pero tratarán de encontrar la manera, el modo y el lugar. Pero mientras eso sucede, seguirán matándolo cobardemente a punta de fallos arbitrarios y multas alevosas.
Seguirán levantando las muy acostumbradas cortinas de humo y lo culparán de todo lo divino y de lo humano. Seguirán tapando sus mezquindades y sus propias miserias con cada nuevo berrinche, con los medios de comunicación como compinches.
Intentan callar su voz, pero siguen alzando la suya. Aún con exceso de descaro continúan saliendo en pomposas ruedas de prensa a ventilar supuestos resultados en contra de la corrupción que ellos mismos cohonestan, en lugar de responder por los muertos que llevan a cuestas.
Aún continúan saliendo ante cámaras, con sus peinaditos de pendejos y sus vocecitas de niños buenos, pero dilatando como siempre las explicaciones que mucho nos deben sobre sus actuaciones en los grandes desfalcos y en las terribles tragedias en las que han sido actores y victimarios.
Bravuconean, intimidan, amenazan ante cámaras sin el reproche de nadie en la sala. Confiesan delitos de seguimientos y evidencian su total falta de ética para hacer política, para respirar, para vivir.
Agitan sus barras bravas y a sus periodistas a sueldo y les designan su nada loable tarea de manipular y confundir. De eso viven. De eso se han alimentado por décadas enquistados en el trono abyecto del poder. Aprovecharán de su poder para limitar el derecho a réplica y taparán sus bocas con insolencia.
Pero en la sociedad que los ve día tras día y que se ve obligada a rumiar sus sandeces seguirán provocando asco. Aún cuando ya creemos que lo hemos visto todo en este muladar en que ha quedado reducido nuestro mundo político, aún ahora nos seguirán provocando arcadas sus palabras.
No hace falta que se digan nombres, amigo lector. Usted y yo sabemos perfectamente de quiénes estamos hablando.
Foto cortesía de: RCN Radio
El tiempo es lo unico que cambia de fecha. La ologarquia Colombiana y sus aulicos,enquistados en todas las ramas del poder, son los encargados de comerse la honra de aquellos que se atreven a cuestionar la corrupcion, los asesinatos, los contubernios con los justifican su accionar.
Muy buen articulo, de seguro ese es el deseo de acabar con Petro y toda la oposición.