Columnista:
Claudio Mera
El pasado lunes 17 de febrero se conmemoraron 30 años del fallecimiento de Estanislao Zuleta, uno de los filósofos más importantes de Colombia y sus reflexiones, como las de todo gran filósofo siguen vigentes, en especial para los países en América Latina.
Su ensayo más difundido, El elogio a la dificultad, tiene en su cuarto párrafo ciertas líneas que me tocan algunas fibras muy sensibles:
«Deseamos mal. (…) En vez de desear una sociedad en la que sea realizable y necesario trabajar arduamente para hacer efectivas nuestras posibilidades, deseamos un mundo de satisfacción, una monstruosa salacuna de abundancia pasivamente recibida. En lugar de desear una filosofía llena de incógnitas y preguntas abiertas, queremos poseer una doctrina global, capaz de dar cuenta de todo, revelada por espíritus que nunca han existido o por caudillos que desgraciadamente sí han existido».
El otro, el enemigo
«Adán y sobre todo Eva, tienen el mérito original de habernos liberado del paraíso, nuestro pecado es que anhelamos regresar a él».
(p. 1).
Luego nos explica que, en últimas, es la dificultad y, una manera crítica de enfrentarnos a ella, la forma de construir una sociedad mejor, y que esto es un trabajo constante. No me extenderé más sobre este ensayo o el pensamiento de Zuleta, me limito a invitarles a que lo lean, lo disfruten y, principalmente, lo asimilen.
Eso sí, recalco las advertencias sobre lo que parece fácil, las alertas sobre los caudillos, los partidos e ideologías que pretenden mostrar enemigos únicos y soluciones totales a todos los problemas; porque las respuestas nunca son sencillas, y las mejoras requieren trabajo en múltiples frentes, requieren compromiso de todas las personas, labor que implica cambios y concesiones por parte de toda la sociedad, no solo de algunos que quisiéramos señalar como los malos.
A 85 años del nacimiento de Zuleta, vale el esfuerzo de introspección sobre nuestros propios hechos y errores, las fallas lógicas en lo que creemos para contribuir propositivamente a la construcción de una mejor sociedad. No solamente desde los cambios que los demás deberían implementar.
Los invito pues, a la crítica de nuestro pensamiento y acciones y, por supuesto, a la de los dirigentes, sus declaraciones de renta, pero también, las nuestras.
Porque nada más difícil que examinar nuestras miserias, desde la misma postura crítica que haríamos con los errores que vemos en los demás, sin asignar la responsabilidad en las circunstancias.