Los adolescentes se encuentran en una etapa evolutiva crucial en su desarrollo humano, presentando diversos cambios a nivel físico, mental y relacional. Es probable que, por esta razón, sean más propensos a presentar conflictos en relación consigo mismos, con el entorno, con la familia, la sociedad y en el contexto educativo.
Su proceso de adaptación puede ser mucho más complejo, porque comprende la construcción de su identidad, la toma de decisiones, el proyecto de vida, la independencia, la autonomía y la diferencia, asumiendo una posición nueva frente a las figuras de autoridad, adquieren un sentido de la existencia, instauran las normas y los limites sociales, entre otros aspectos necesarios para comprenderse a sí mismo, y a los demás.
Un asunto esencial, que no se puede escapar, es el sentido que tiene para los adolescentes sus relaciones interpersonales, su grupo de pares (amigos, amigas) que conforma su propio sistema de valores, al parecer cuentan con los propios, además, crean sus reglas, tienen conceptos definidos sobre el alcohol, las drogas, el sexo, un criterio incluso para temas políticos, moda, estilo de vida y percepción del futuro.
Tienen su propia voz, tienen mucho por decir y aportar, tienen un lugar importante en la sociedad y deberían tener un lugar protagónico dentro de esta. Sin embargo, no es así, debido a que generalmente nos fijamos más en sus conductas negativistas y disóciales, el consumo de alcohol y tóxicos, la impulsividad, la sensación disfórica de malestar continuo consigo mismo y con los otros, las fugas domiciliarias, la hipersensibilidad en el trato con los adultos, sus cambios de humor y los intentos de suicidio de carácter imprevisto, sin planificación.
Lo mencionado anteriormente, casi que invisibiliza los recursos, y fortalezas que poseen como: su capacidad de reflexión, creatividad, imaginación, transformación, habilidad para captar información, asumir responsabilidades, facilidad para asumir cambios, visualizan, planean y plantean un futuro posible, toman decisiones, logran asumir responsabilidades, eligen sus amigos, se atreven a asumir retos, perseveran, poseen capacidad de liderazgo, entre otras bondades.
Todo lo anterior, cobra sentido cuando pienso en los programas sociales y de intervención que implementan las entidades que promueven la salud mental en los adolescentes, y en sus resultados ¿Son poco efectivos? o ¿Son significativos?, a título personal, considero que las metodologías planteadas para generar un cambio de alto impacto en el comportamiento y actitud de los adolescentes deben ser diseñadas y abordadas desde las posibilidades; y los profesionales de la salud mental, deberían abordar los recursos que poseen los adolescentes y potenciarlos, en vez de abordar sus dificultades o dilemas buscando causas y haciendo intentos por instaurar conductas nuevas.
No cuestiono la labor que con buena intención ejecutan los profesionales que laboran en el área de la salud, pero sí la metodología y sus abordajes. Es fácil entender que los adolescentes necesitan acompañamiento, ¿Pero qué tipo de acompañamiento? Uno que potencie sus habilidades o, por el contrario, uno que los señale con etiquetas, con discursos patologizantes. La adolescencia es una etapa, pero cada adolescente es un mundo lleno de posibilidades.