Quienes me conocen saben que he sido muy crítica de las respuestas muchas veces salidas de tono del alcalde de Cali Maurice Armitage, sin embargo en esta oportunidad, creo estar de acuerdo con él cuando pide a la ciudadanía no dar papaya.
Nos hemos inventado dos mandamientos nuevos, los afirmamos en chiste y en serio: el décimo primer mandamiento es «no dar papaya», y el décimo segundo es, «a papaya puesta papaya partida». Es decir, no debemos dar oportunidad pero si la tenemos, no debemos desperdiciarla, sin embargo a Armitage, ese décimo primer mandamiento se lo están cobrando caro, por unas declaraciones suyas puestas fuera de contexto.
El mandatario dijo claramente que es triste lo sucedido al joven jugador de la sub 20 del América, Kevin Ríos, como lo sucedido a Andrea Espel, esposa del exarquero uruguayo Alexis «el Pulpo» Viera, los dos fueron víctimas de hechos delictivos, el primero apuñalado por oponerse al robo de su celular y ella, asaltada en la puerta de su casa en el barrio el Ingenio. Dijo que es lo mismo que le sucede a muchas personas a diario y que ese era un reconocimiento que debía hacer, porque él no podía tapar el sol con un dedo.
Dijo, para quienes no escucharon la declaración completa, que reducir las cifras de hurto pasa no solo por el componente policial y de inversión social, pues la ciudadanía debía también asumir un compromiso de autocuidado. Reconoció que a sus asesores no les gusta que él diga que la gente no debe dar papaya, pero que debía decirlo porque en otros países, y mencionó a Francia, «cuando usted va a salir del hotel le dicen que no lleve la billetera porque lo roban… es algo que aquí no se dice, pues bien, vamos a tener que empezar a decirlo».
A pesar de mis distancias con el Alcalde Armitage, prefiero que nos pida no dar papaya y promover el autocuidado, haciendo reconocimiento de la inseguridad caleña, a que nos diga como lo hizo en su momento, Rodrigo Guerrero, cuando en marzo de 2013, y en una entrevista para el periódico El Tiempo, afirmó que «… andar por Cali es como andar por cualquier capital europea. El crimen está focalizado en ciertos sitios de pobreza que no afectan la marcha ciudadana»
Afirmar que Cali, Bogotá, Medellín o cualquier otra capital de Colombia, es una ciudad segura, es decirle a la ciudadanía que puede caminar tranquila y desprevenida por ciertas zonas, cuando lo cierto es que ya no existen zonas seguras en ciudad alguna de Colombia. El reconocimiento de lo que está sucediendo en esta materia, decirle a la gente que no dé papaya, es un mejor consejo, por lo menos más honesto.
No dejamos de sacar el celular en la calle, chatear mientras vamos en el carro, a pesar de que sabemos lo inseguros que son los andenes y las vías.
Lo sucedió al «pulpo» Viera, es dramático, casi perdió su vida, su carrera futbolística, y hoy está de pie solo por su espíritu y su tenacidad. Sus heridas fueron causadas cuando intentó defender a su esposa de asaltantes, quienes les siguieron cuando realizaron el retiro de una importante suma de dinero en un banco. Una historia que recuerda a otro hombre del fútbol, Luis Fernando Montoya, quien también terminó lesionado en un asalto armado en diciembre del 2004. Como sus historias, las de cientos, quizá miles de colombianos que a diario son víctimas de la delincuencia.
Yo no sé cómo andan ustedes por las calles, pero yo vivo llena de pánico, mirando siempre por encima del hombro, llamando a mis hijos para saber que han llegado bien a su destino. Siento terror de convertirme en víctima de la delincuencia, y tomó las medidas que considero necesarias para protegerme. Procuro, sin que el Alcalde me lo haya dicho, no dar papaya, y eso sí, pedir a una legión de ángeles que no nos desampare, porque son todo lo que tenemos, todo lo que nos queda, la fe en que una fuerza, un ser superior cuida de nosotros, porque definitivamente en policías que nunca están a la vista, no podemos ya confiar.
Así las cosas, a la ciudadanía le asiste todo el derecho del mundo, a exigir a sus autoridades, civiles y de policía, mayores garantías de seguridad, pero no es menos cierto, que mientras el modelo económico no cambie, mientras continuemos creciendo en cinturones de miseria, estaremos cada vez más expuestos e indefensos ante una delincuencia cada vez más creciente, y por tanto, lo único que nos queda, es no dar más papaya.