Una vez más, como ya es costumbre en él, el ex procurador Alejandro Ordóñez Maldonado desconoce abiertamente las leyes promulgadas en la carta constitucional de 1991. De nuevo el leguleyo manipulador de las masas creyentes y auto proclamado adalid de la ética y la moral, se pasa por la faja la ley que promulga y define a Colombia como un país laico y que confiere libertad sin excepción a los ciudadanos de elegir y practicar la religión y doctrina que mejor se adapte a sus pensamientos y creencias.
En la carta constitucional de 1886, Colombia era considerado el país del Sagrado Corazón, dándole competencias políticas -a la postre nefastas- a los altos clérigos de la iglesia católica. A principios de siglo XX, los curas desde su pulpito alentaban a la feligresía a matar liberales por considerarlos herejes, impíos y todas las barbaridades que precisamente sirvieron de excusa para llevar a cabo el genocidio sistemático conocido como la Santa Inquisición.
Todo parece indicar que el señor Ordóñez ha quedado perdido en el tiempo y se encuentra aún en aquella aciaga época de dictadura moral y religiosa. Como ha sido habitual en él, todo aquel que difiera de su fanática manera de pensar debe ser ajusticiado por su vengador rosario y su inquina desmedida. Sanciones fueron y vinieron en contra de todos quienes no fueran beneficiarios de su agrado. Piedad Córdoba, Gustavo Petro, Alonso Salazar y se le alcanzó a escapar Sergio Fajardo, son ejemplos claros del rasero con que eran medidas las sanciones desde la Procuraduría durante su nefasta gestión. Todos de sectores de izquierda y progresistas.
Ni hablar de los sectores de población LGTBI y de defensores de la eutanasia y del aborto. Nadie se escapaba a sus tentáculos vengadores e inquisidores. No así, su permisividad y tolerancia con los más emblemáticos casos de corrupción y faltas disciplinarias por parte de sectores de su agrado, también fueron la constante durante su administración del ministerio público. Todo asomo de corrupción de la derecha amiga del inquisidor, fue desoído sin ningún tipo de vergüenza pública, ante la mirada de periodistas y la opinión de un país entero. Su propia reelección fue sancionada en buena hora por corrupta por parte del consejo de estado.
Su idea de gestión era la de implantarnos a todos su pensamiento medieval y lefebvrista so pena de caer en las profundas brasas del infierno.
La semana anterior, valiéndose de sus posiciones católicas, que más parecen las posturas de un demente fanático, intentó hacer parecer un insulto en contra del ministro Alejandro Gaviria el término de “ateo confeso”, desconociendo el derecho constitucional que tiene el ministro, ya no como servidor público, sino como ciudadano colombiano, de elegir discrecionalmente su creencia o credo, o en este caso, su decisión de no creer.
A través de su cuenta de Twitter, cuestionó la fiabilidad del ministro por sus posturas y creencias, y la honorabilidad de la gestión que desarrolla por el hecho de no creer en Dios. Supone el ex procurador de manera equivocada que por el solo hecho de ser creyentes los funcionarios públicos desempeñarán mejor sus funciones y estarán exentos de toda mácula. Error. Casi todos los funcionarios que nos han gobernado y manejado, desde secretarios, ministros y presidentes, han sido fervorosos y redomados creyentes, que cuando las circunstancias lo requieren, encomiendan su destino a la divina providencia, y aun así miren cómo estamos.
Y acaso cómo podríamos creer en la honorabilidad de alguien camandulero como el ex procurador, siendo defensor y áulico de una institución a la que precisamente no le han alcanzado sus millones de dólares para tapar los vergonzosos y execrables casos de pederastia por parte de sus curitas de parroquia. A pesar de que todos, o casi todos, hemos crecido con una fuerte y muy arraigada tradición religiosa y en especial católica, no podemos desconocer que dicha institución históricamente ha estado envuelta en oscuros episodios de corrupción y sangre.
Nuevamente ‘monseñor’ Ordóñez mira la paja en el ojo ajeno y se hace el ciego ante la podredumbre que le rodea en sus círculos más cercanos. Se equivoca el ex funcionario al creer que todos podemos ser maleables y manipulables a su antojo. Uno de los peores errores de los creyentes fanáticos es suponer su propia superioridad moral por encima de los demás.
Preguntaba el ex procurador si confiaríamos la salud y la educación de nuestros hijos en las manos de un ateo. Tal vez sea preferible la salud en las manos de un funcionario ateo como Gaviria que en un siniestro y corrupto personaje como Ordóñez.
Es él quien no puede ser digno de nuestra confianza ni de nuestro voto. Es él quien no tiene la estatura moral ni ética para pretender presidir un país como Colombia. Es él quien nos está debiendo aún muchas explicaciones de su oscura gestión como Procurador General de la Nación. Pero irónicamente es él quien nos señala con su índice inquisidor y cavernario, y nos condena a un infierno al que él también pertenece.
No podemos pensar que el ateísmo es una especie de discapacidad ética y moral para ejercer funciones públicas o que la confianza que podamos depositar en una persona deba ser medida por sus creencias. De eso se trata la idea de libertad y tolerancia: de aceptar a nuestros similares y entender que el mundo no puede verse en blanco y negro. Las creencias de los individuos no definen su honorabilidad, en cambio el respeto que nosotros tengamos hacia ellos, sí define la nuestra.
Justamente es eso lo que no ha entendido, ni entenderá el ‘monseñor’ Alejandro Ordoñez.