Masacres y desgobierno. Mas allá de los efectos de una “detención”

Cada día Iván Duque demuestra que no era posible encontrar alguien menos preparado para ocupar el cargo y que Uribe con tal de asegurarse su obediencia absoluta no se percató o al menos no le importó escoger a alguien tan poco idóneo para la presidencia.

Opina - Política

2020-08-27

Masacres y desgobierno. Mas allá de los efectos de una “detención”

Columnista:

John Fernando Mejía Balbín

 

Estas últimas semanas el pueblo colombiano tristemente asiste a unas dinámicas de terror que en algún momento creyó que se estaban superando, pero que ya se preveían que podrían regresar en el momento exacto que se eligió al gobierno actual. A ese proyecto de ultraderecha que siempre ha pensado la guerra como parte estratégica de su proyecto político. 

La indignación aflora en una parte de la población que como quien escribe esta columna ve en esta indignación y la denuncia publica una manera de alertar para que este pueblo colombiano, ya acostumbrado al reciclaje de sus guerras y sus violencias no se vea nuevamente manchado de sangre al mismo nivel de los años noventa y la primera década de los dos mil. 

Muchos han sido los políticos y periodistas de oposición que han advertido que con la elección de Álvaro Uribe en cuerpo ajeno el país se atrasaría décadas frente a lo que ya se había logrado en materia de paz y derechos humanos; y no estaban equivocados porque como lo veremos mas adelante, no solo este gobierno se comporta como hace veinte años sino que además cree que Colombia es la misma de hace 20 años y la población es la misma de esa época y por tanto aplica las mismas estrategias y discursos con una Colombia que ya no traga tan entero. De ahí la diferencia en la popularidad frente a principios de siglo y el desespero de la derecha aplicando los mismos trucos de siempre, pero con más contundencia. Las ideas se les acaban, pero sus ansias de mantener el poder al costo que sea no se menoscaba y ahí esta el peligro para una Colombia que se puede ir por el desbarrancadero al igual que sus instituciones con un partido que no tiene reparo en sacrificar un país entero -como siempre lo han hecho y pensado- para salvar sus intereses y garantizar la impunidad de su líder y de ellos mismos, que saben que al caer su líder se desmoronaría todo el sistema que les ha permitido mantener impunes todos crímenes y retener sus privilegios y poderío económico y político.

Es claro que las ultimas masacres registradas en el territorio nacional son consecuencia directa de todo el panorama político y de orden publico de las ultimas semanas. Sin embargo, tampoco seria correcto minimizar el problema a una simple causa como por ejemplo la “detención” domiciliaria de Álvaro Uribe y a una amenaza de incendiar el país por tal hecho. Aunque no es descabellado pensar que este tiene el poder para hacerlo, ya Álvaro Uribe y sus seguidores venían incendiando el país, pero no como consecuencia directa y única de la detención de su máximo líder, porque sería entonces desconocer que la violencia en este país tiene raíces complejas y profundas. Todo va mas allá de un hecho puntual.

El análisis para exponer lo anterior se amplia bajo los siguientes elementos:

 

Los efectos de la detención

Por una parte, es indudable que la detención de Uribe generó un terremoto político pocas veces visto en el país. Esto iba a tener repercusiones en todas las esferas de la realidad colombiana. Por el lado político podría ponerse como ejemplo que detener a un tipo de la talla de Uribe da un mensaje a la clase política, sobre todo a la que comulga con el partido de gobierno de que no eran intocables, que en algún momento puede llegar la justicia y pasarles su cuenta de cobro; y todos los partidos políticos saben que nadie está a salvo. Como afirma el refrán, “cuando las barbas de tu vecino veas afeitar, pon las tuyas a remojar”.

Igualmente pone en alerta a todos los partidos políticos sobre lo que pueda pasar de ahí para adelante y las estrategias políticas que deben considerar tanto oficialismo como oposición; unos para retener el poder y otros para alcanzarlo. Este hecho puso a pensar a todo el mundo de cara a las elecciones de 2022 que con esto reafirman su importancia para definir el rumbo del país.

En ese orden de ideas también los grupos armados al margen de la ley, sobre todo las bandas criminales entendieron que el mensaje también es para ellos y que deben interpretar la realidad política de cara a sus proyectos de consolidación de su poder territorial, alianzas y consolidación de sus negocios ilícitos. La realidad actual se convirtió en oportunidad para mandar un mensaje con letras de sangre que reafirme su poderío y les permita ser ganadores frente a una posible reacomodación de las estructuras criminales en las regiones, donde el Estado no existe y menos en este gobierno que ha sido claramente laxo con estas bandas que desde la ilegalidad terminan beneficiando intereses de muchos políticos, promoviendo el terror y la política del miedo, el despojo, la acumulación de tierras y la adquisición de corredores estratégicos para el narcotráfico.

Y para completar el cuadro, el gobierno en una insultante muestra de desconocimiento a la separación de poderes hoy no piensa en otra cosa distinta a buscar rescatar a su líder político, olvidándose que tiene un país para gobernar. El gobierno, afín a la agenda política y a la estrategia de contraataque de su partido para mantener en la impunidad a su jefe está dedicado a derruir el Estado de Derecho, desconociendo la legitimidad de las cortes y dando vía libre a posibles reformas que puedan de una vez por todas desaparecer toda instancia que los pueda juzgar. En ese sentido tienen muy claro que solo así podrán librarse del fantasma de alguna vez ser judicializados por sus crímenes y que su jefe siga siendo intocable para que siga siendo el maestro de orquesta, imprescindible a la hora de cuidar que ninguno de sus grandes alfiles sea atrapado, pues en el momento que falte él se desmorona la estratagema en donde nadie se pisa las mangueras y todos saben los pecados de todos, pero entre todos se cuidan. Uribe es quien equilibra lo definiría que el abogado Miguel Ángel del Rio “intereses particulares aglutinados”. Entonces, mientras el gobierno se encuentra ocupado fundamentalmente en resolver los enredos de su líder, el país está a su suerte, y ahí surge el segundo elemento a considerar.

 

Un desgobierno constante

Como se vio anteriormente, la detención de Uribe, por más que esta en la práctica no lo sea por el inmenso poder que el detenido ostenta no pasó para nada desapercibida, pero el escalamiento de la violencia parte en una grandísima medida de un gobierno nefasto, errático, inoperante (tanto por acción como por omisión). Ese desgobierno en parte es por su mal manejo de las situaciones su increíble separación y poco entendimiento de la realidad del país, su negacionismo y su indolencia. Cada día Iván Duque demuestra que no era posible encontrar alguien menos preparado para ocupar el cargo y que Álvaro Uribe con tal de asegurarse su obediencia absoluta no se percató o al menos no le importó escoger a alguien tan poco idóneo para pelear por la presidencia.

Ese gobierno donde una gran parte de los funcionarios de alto rango no fueron escogidos por idoneidad sino por amiguismos, y por tanto no saben dónde están parados, tampoco tienen idea de lo que ocurre en el país, viven en una burbuja sectaria donde su única preocupación y ocupación es garantizar desde sus puestos privilegios y favores para sus copartidarios y amigos. 

Un gobierno así nunca va a poder comprender las complejidades de las dinámicas de la violencia y del actuar de los grupos armados en las regiones, por el contrario, la consecuencia lógica iba a ser el fortalecimiento de estos grupos armados ante la ausencia tan flagrante del Estado. El gobierno en su inoperancia casi premeditada les entregó la soberanía en las regiones y hoy asistimos a ver como hacen lo que quieren en sus territorios de dominio. 

Las bandas criminales, que reciclan la violencia paramilitar y en parte también guerrillera y sobre todo mantienen filiación de narcotraficantes, a su vez legitiman desde la ilegalidad otras prácticas que a la larga benefician a grupos políticos que tradicionalmente han sido de derecha -como el partido que hoy gobierna- como por ejemplo el despojo de tierras, la desaparición forzada, las masacres y la política del miedo que es la forma de legitimar la mano dura que pregona la derecha y que después venden en las elecciones. Eso explica en parte entonces porqué esa displicencia con estas bandas criminales por parte del gobierno puede ser premeditada, pues al final todos se benefician, como siempre a costa de los campesinos pobres y de esa Colombia olvidada que no sale de ese ciclo de terror que se repite trágicamente década a década.

Lo anterior intenta mostrar cómo es fundamental acercarse a una mayor comprensión del conflicto colombiano y lo imperativo que es que como sociedad no permitamos que por enésima vez nos roben el futuro y la esperanza de un país mejor. No podemos condenar una vez más, otra generación a la desesperanza a la violencia y a la muerte.

 

( 1 ) Comentario

  1. ReplyGerman Jiménez Vergara

    Interesante sería que quienes no votaron, pero mas quienes votaron por el que dijo Uribe, se den cuenta de la situación en la que va a quedar este pais , cuando el que dijo Uribe recoja su botin y desaparezca.
    Podremos hacer una comparación y everiguar que fué peor, si la pandemia o la uribemia.

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John Fernando Mejía Balbín
Licenciado en Ciencias Sociales, especialista en Gerencia educativa, Magister en Ciencias de la Educación, investigador y gestor investigativo.