«Manuela», la radiografía de nuestra Colombia

Nuestro protagonista constantemente siente la zozobra por ver cómo la personas pudientes pueden y hacen lo que se les da la gana e incluso pasan por encima de los derechos de las personas que no tienen facilidad económica.

Opina - Literatura

2020-01-21

«Manuela», la radiografía de nuestra Colombia

Autor: Farid Castilla Hernández

 

Transcurría el año 1853 y nuestro país se veía inmerso en un nuevo conflicto gracias a la constitución Neogranadina del mismo año aprobada por el presidente liberal José María Obando.

En dicha carta magna, se crea un sentimiento de inconformidad para un grupo específico por el derecho a la libertad de comercio que en la carta política se proclamó, en consecuencia uno de los partidos más fuertes de nuestro país para ese entonces, el partido liberal, se dividió en “Draconianos” y “Golgotas”.

Los primeros defendían acérrimamente las medidas proteccionistas que se tenían en ese entonces para el comercio y los segundos apoyaban el libre cambio proclamado en la nueva carta magna, haciendo que el partido liberal temblara desde sus cimientos y de forma instantánea el país entrara en una coyuntura más.

Por estos motivos, en 1854 el comandante del ejercito José María Melo, junto con los artesanos que estaban a favor de las medidas proteccionistas, realizaron un golpe de estado para defender sus intereses comunes, dando origen a la guerra civil del 54 entre “Draconianos” y “Gólgotas”. 

Cuatro años después se publica por encargos “Manuela” de Eugenio Díaz Castro, una obra perteneciente al costumbrismo, un movimiento artístico creado en el siglo XIX que se encargaba de expresar las costumbres de una sociedad en particular. En la literatura, se trata de narrar como es la vida diaria de las personas pertenecientes a un grupo social. 

Siendo el protagonista Don Demóstenes, en la obra se narran las experiencias que este vive a lo largo del año 1856, pero la novela es mucho más que simples aventuras discretas. 

 “Manuela” es un clásico literario de nuestro país, esto se debe a que en ella se evidencia como estaba nuestro territorio políticamente constituido en el siglo XIX, llevándonos también por descripciones geográficas del mismo, pero haciendo siempre un hincapié, en los derechos que en aquella época se reclamaban a todo pulmón. 

Trapiches y posadas, son las dos fuentes de trabajo que nos muestra nuestro querido autor. A nuestro protagonista Don Demóstenes, a lo largo de uno de sus viajes -siendo él un aristócrata, bogotano, conocedor del mundo, intelectual, lector consumado, amante de la política y las ideas liberales y entendedor de la sabiduría del aprendizaje- le causa una indeseable impresión que las igualdades y libertades que tanto se proclaman en la constitución de 1853 sean nulas en el lugar donde se encuentra.

A lo largo de la obra nuestro protagonista contantemente siente la zozobra por ver como esas tierras y quien sabe cuántas más, vivían aún de forma arcaica, donde los “calzados” -que son la personas pudientes- pueden y hacen lo que se les da la gana e incluso pasan por encima de los derechos de las personas que no tienen facilidad económica, que vendrían siendo los “descalzos” que somos nosotros, la prole.

Nuestro personaje se llena de ira y un poco de impotencia al ver como la desigualdad aún abunda, al ver como la libertad es suprimida en casi todo su término y no se evidencia como debería de hacerlo.

El libro nos enseña pasajes en donde los trabajadores de las trapicherias son forzados a trabajar en horas descomunales, nos resume que el trabajo consiste en que además de moler el producto, tienen que molerse también los trabajadores, poner sudor y lagrimas para el trabajo, para luego ser recompensado con una miseria de pago.

La explotación laboral y el grito de auxilio de los empleados se evidencia en casi la totalidad de la obra, pero también los oídos sordos, aquellos oídos a donde no llega esa información, y si llega se hacen los que no escuchan, porque siempre será mejor tener felices a los empleadores, que a los empleados.

De igual forma se da en las mujeres, porque si algo nos queda claro en el libro es que para la explotación laboral, igualdad si hay. Las mujeres desde temprana edad, al momento de conseguir trabajo en el trapiche tienen que hacer lo mismo que los hombres: un esfuerzo físico desproporcionado y casi imposible para que el producto del dueño de la hacienda sea vendido de forma grata.

Solo se podrían librar de este trabajo casándose con el hacendado o que aquel estuviera totalmente loco por ellas y algún  favor les hiciese, pero por lo general, la obra solo nos muestra explotación laboral sistemática y continua coexistiendo en complicidad con la nula presencia del estado, haciendo también que los jueces que ejercían en aquel territorio fueran fácilmente corrompidos por las personas de más dinero como también nos enseña el libro.

La radiografía que hizo Eugenio, hace 162 años atrás en su obra, aún persiste en territorios colombianos olvidados.  

El libro en sus casi 320 paginas nos muestra como una sociedad desesperada busca salir de una “tiranía” y lo hace gracias a la educación, porque Demóstenes,  conocedor de políticas liberales, le enseña al pueblo todo lo que está mal y como deberían ser las cosas en realidad.

Les muestra que la libertad y la igualdad no son imaginarias, son derechos reales de los cuales ellos, la gente del común, los que no tienen una “tierrita para caer muerto” también son poseedores de ellos.

Al mismo tiempo nos revela como la expresión de la libertad en su máxima dimensión puede convivir con la libertad de culto y como la iglesia católica debe comportarse ante esa situación, ofreciendo una mano para ayudar y enseñar el buen camino, pero no solo un camino religioso entregado enteramente a los dogmas de la fe, sino, un camino que nos lleve a una moralidad colectiva, a usar la razón y la religión para hacer el bien y convivir en armonía, en paz.

Hace lo anterior una contraposición con la verdadera mano de la iglesia, la extremidad que aprieta y asfixia para que sus seguidores hagan únicamente lo que ella dicta.  

Es irónico y desconcertante que 162 años después de la publicación de esa obra que nos retrata una Colombia machista en donde las mujeres son menos que los hombres social y políticamente; una sociedad desigual en donde se perciba la lucha de clases entre el rico y el pobre por la falta de oportunidades que se les da de salir de esa etiqueta a los segundos; una sociedad en donde hay un “tirano” que quiere que hagamos siempre sus designios como a él le plazca; una Colombia en donde la libertad sea transgredida aun cuando la constitución la salvaguarde , 162 años después, da vergüenza seguir inmerso en la injusticia política que sigue cada día azotando a nuestro país. 

Por todo esto “Manuela” de Eugenio Díaz Castro, se encasilla en la literatura que nos provee una radiografía exacta de nuestro país, aunque los años sigan pasando. 

 

( 1 ) Comentario

  1. Excelente, Felicitaciones a
    Farid Castilla Hernández
    Al parecer se aprende Más Historia
    en la Literatura
    Que con los Histroriadores

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Farid Castilla Hernández
Estudiante de Derecho de la Universidad Militar Nueva Granada, creyente de las libertades e igualdades.