Maestras de familia

En este país ejercer la docencia parecía ser un gran oficio, hasta que empezó a convertirse en una agotadora y desmoralizadora profesión.

Opina - Educación

2020-05-16

Maestras de familia

Columnista:

Alonso Rodríguez Pachón

 

Soy uno de esos testigos presenciales de lo que significa enseñar en las condiciones más difíciles que ofrece el sistema educativo, nuestra nación retrógrada y, aún, analfabeta. Y lo digo tal vez en primera persona porque sé que muy en el fondo es el fiel reflejo de varias familias que en su seno han sido testigos del verdadero arte de educar. No propiamente porque ejerza la labor de enseñar, sino porque soy uno de los tantos que le prestó su mamá a otros por más de treinta años para que realizara la ardua y, no tan sencilla labor, de ser una MAESTRA. ¡Sí, en letras mayúsculas! De esas formadas en los laboratorios de pedagogía y, que pasó de ser una simple docente, a superar la verdadera barrera de ser maestra.

Maestra de la pedagogía en básica primaria. La que tuvo que dejar a un lado el tiempo para sus hijos y le ayudó a dar los primeros pasos en la crianza de los hijos de otros, la que por sus manos pasaron más de mil estudiantes —mal contados— y de las que ya no abundan, porque el mismo sistema, el eterno conflicto armado, las condiciones geográficas del sector rural, las mediocres facultades universitarias y los despreciables intereses económicos, las ha extinguido. Porque se consagró a los detalles de la enseñanza y, por obligación, no escatimó en su consagración a tener un trabajo desde las aulas hasta llevarlo a su hogar. Porque como ella, muchas otras recorrieron, no una, sino más de tres horas a pie para llegar a su lugar de trabajo, aportando al sueño de tener una comunidad educada y comprender el significado de ser maestra. De esas que cumplieron con el sagrado, pero mal recompensado, deber de educar.

Maestra, porque gracias a esos que le dan la espalda al problema y lavan sus manos recargando la crianza y educación inicial de sus hijos en las aulas —cual guarderías de paso—, la palabra papá o mamá es un pequeño adorno de bagatela y exhibición.

Maestra, de esas que hicieron de padre y madre porque otros y otras no supieron formar a sus hijos en casa. Que tuvieron que hacer las veces de ‘cuidadoras’ y consejeras al mismo tiempo, porque en este país, al parecer, ya no existen amas de casa sino maestras de familia.

Como muchos, vi terminar con gran sacrificio a mi madre y maestra —de otros—, la labor que por años la arrebató de los momentos familiares. Si tan solo supieran que el trabajo de maestra no lo realizó únicamente ella, sino toda una familia, no sabrían que, gracias a eso, también tuve conciencia de lo que significa ser educador, porque sin serlo aprendí a ser uno de ellos. Tuve una madre y maestra en casa: de cuerpo presente, pero de mente ausente. Y digo de mente ausente porque su responsabilidad estaba en su trabajo.

En incontables noches la vi pasar en vela, mientras ella trabajaba y yo aprendía a ser autodidacta. Tuve la oportunidad de observar y sentir lo que su rostro reflejaba: la angustia que le producía no alcanzar a tener preparadas sus clases gracias al desgaste, cansancio y al poco tiempo; y sobre todo, vi derramar de su frente el verdadero sudor del sacrificio. Docentes que no son como ella abundan, pero maestras como ella quedan pocas. Maestra de familia que decidió retirarse no solo porque tiene conciencia de que el sistema educativo debe ser rotativo, para que pueda renovarse con talentos más jóvenes; también, porque tiene claro que la educación no radica en el simple oficio de educar a alguien, sino por llegar a la penosa labor de criar a otros y no a los propios.

Aunque se ha retirado con la satisfacción del deber cumplido, también lo hizo porque ha sido una profesión que desgasta, fatiga y es mal recompensada. Madre, tengo una. Maestra, la mejor de todas. Por eso ahora tendré que aprovechar de ella lo que el sistema educativo, la ingratitud de los descuidados padres y de ese trabajo han dejado para mí. Espero que los conocimientos y la enseñanza impartida, no solo por ella, sino por muchas maestras, hayan dejado huella en una cultura en decadencia y una sociedad con necesidad de ser más educada.

 

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Alonso Rodríguez Pachón
Estudiante de Derecho. Educa, forma, escribe, lee, se equivoca, sobre todo critica y reflexiona, y en lo posible construye. La política: una actitud como "norma de conducta universal".