Los siete males del Magdalena

Esta tierra, paridora de talento y de gente pujante, no necesita discursos de ninguna ideología, acá se necesitan acciones concretas que permitan generar desarrollo, calidad de vida y oportunidades para los habitantes.

Opina - Política

2021-02-23

Los siete males del Magdalena

Columnista:

Juan Macías Pabón 

 

Una tierra que pare talento; el departamento que goza de una Sierra Nevada con todos los pisos térmicos; la riqueza en sus tierras fértiles; unas fuentes hídricas que fácilmente puede ser la envidia de los demás departamentos del país. Pueblos luchadores y trabajadores, desde Santa Marta hasta El Banco, pasando por cada una de las subregiones que componen al Magdalena.

El innegable tesoro que define a este suelo, no es en nada comparable al uso que se le da; puesto que, el departamento del Magdalena, producto de un conjunto de males, no ha logrado afianzar un crecimiento que potencie cada una de sus virtudes; contrario a ello, y después de siglos y siglos de fundación, sigue cayendo en los más deprimentes estándares nacionales respecto a necesidades básicas insatisfechas, baja capacidad de desarrollo y baja calidad educativa.

A continuación, y con el objetivo de ponerlos en contexto a ustedes, lectores de esta tierra, de este país, y de donde me lean, les desglosaré, con la mayor claridad y puntualidad posible, los siete males que tienen al Magdalena sumido en tan penosa situación.

Corrupción

Parece chiste, pero es historia. Fue en los años de entre 1800 y 1850 –luego de la Independencia–, cuando el departamento del Magdalena (en ese entonces Magdalena Grande), sucumbió, producto del contrabando y la alianza entre empresarios, justicia, política y corrupción, en la crisis que conserva hoy día. La región, considerada en ese entonces como la zona del país con mayor grado y potencial desarrollo, quedaría consumada en un sueño que no pudo ser.

Desde ese entonces y hasta la fecha, no es mucho lo que ha cambiado. Año tras año, campaña tras campaña; ya sea por elección popular o por decisión estatal, los dirigentes que han estado a cargo de este departamento, no han hecho más que agudizar la situación en la que vivimos. La corrupción en el departamento nos tiene como uno de los pueblos más pobres a nivel nacional; los dineros se pierden y nadie responde. Sean de la corriente que sean –derecha o izquierda– los políticos de turno no hacen otra cosa que aumentar el deprimente panorama existente en el Magdalena.

Esta tierra, paridora de talento y de gente pujante, no necesita discursos de ninguna ideología, acá se necesitan acciones concretas que permitan generar desarrollo, calidad de vida y oportunidades para los habitantes. Para generar eso, se necesita disposición, honestidad y ganas reales de unirnos en torno a un bien común.

Pobreza

En el año 2019, el nivel de pobreza monetaria en el departamento, superó el 53 % de la población magdalenense. Indicador que nos posiciona como el cuarto departamento más pobre del país, y el segundo de la región Caribe, solo por detrás de La Guajira. ¿Se justifica esa posición, teniendo la riqueza natural, mano de obra y talento humano disponible a fin de generar desarrollo?

La pobreza es un tema que va de la mano con el primer mal que tocaba arriba, la corrupción. Desafortunadamente, en el Magdalena, los dirigentes que elegimos, únicamente llevan en su mente el lucro personal, sacar la mayor cantidad de dinero posible y arreglar sus vidas. “El pueblo que vea qué hace, al final del día cada quien debe responder por su pellejo”. Esos parecen ser sus pensamientos.

Es tanta la pobreza y precariedad en los municipios de este departamento, que ostentamos uno de los niveles más altos de pobreza multidimensional, existen municipios con niveles de necesidades básica insatisfechas por encima del setenta por ciento; familias que se van a dormir sin haber probado un plato de comida, considerables indicadores de desnutrición infantil puesto que los programas de Gobierno, no llegan a todos los rincones del Magdalena.

Si no se robaran la plata, alcanzara para todos. Nadie se iría a dormir sin comer, y la pobreza sería más sencilla de erradicar.

Desempleo

A parte de los niveles de pobreza que ya de por sí son altísimos, contamos con la desgracia de vivir desempleados. Con niveles de informalidad por encima del 90 % (exceptuando a Santa Marta), el departamento del Magdalena –como en la corrupción y la pobreza– hace gala en el podio de tan pintoresco privilegio. Acá, al igual que en muchas otras regiones del país, las posibilidades de trabajar son escasas.

Los gobiernos de turno, no se enfocan en generar empleo o dotar a los habitantes de las herramientas suficientes con la finalidad de explotar los talentos y aumentar la riqueza de capital y generación de empleo. Una riqueza, que vista desde el contexto socioeconómico, contribuirá, con el pago de impuestos; a la mejora en la calidad de vida de aquellas personas que ya sea por motivos académicos, de incapacidades o de edad, no cuenten con la posibilidad de trabajar.

La generación de empleo no debería ser un trabajo difícil de materializar, puesto que, entendiendo el potencial en fertilidad del suelo, riqueza hídrica y extensión territorial, podríamos fácilmente explotar la agricultura en nuestro departamento.

También, contamos con una diversidad natural que generaría un desarrollo turístico. Somos ricos en tener pueblos con historia, atractivos para visitantes, que crearía empleo en cada uno de nuestros municipios. Convertirnos en gestores históricos y culturales, resaltar la riqueza y diversidad de nuestros paisajes, explotar el talento de los hijos de esta tierra: artesanos y artistas.

Acá hay de todo para hacer, tan solo falta el apoyo y la disposición de los gobiernos a fin de materializarlo.

Delincuencia

Producto del rezago y una paupérrima política social e inclusiva, los indicadores de delincuencia en el departamento, han aumentado con los años. Aspectos como el microtráfico; delincuencia y consumo juvenil; el bajo logro educativo; problemas en el ámbito familiar y baja calidad en el desarrollo de los infantes; han contribuido a tan penoso resultado.

Las nulas políticas de acompañamiento por parte de los entes de control o las malas prácticas en los sitios de resocialización para consumidores y criminales, resultan siendo la cereza que le faltaba al pastel.

En el departamento del Magdalena, históricamente, no ha existido una política que propenda por acompañar, mejorar e incluir a la sociedad a este tipo de personas. Los mal llamados «desechables»; no han sido, a modo real, una prioridad de las autoridades pertinentes. No existe un acompañamiento psicológico o centros públicos de desintoxicación en el que los adictos; por ejemplo, puedan superar sus adicciones. Las cárceles, se convirtieron en «ollas» y perdieron su finalidad, que es devolver a la sociedad personas idóneas y que sirvan al crecimiento de la misma.

Vías y transporte

Si en los cuatro males anteriores la cosa pintaba fea, en las vías y transporte la vaina pinta peor. Tan solo debe ir a una de las cinco subregiones (Sur, Norte, Río, Centro, Santa Marta) de este departamento y podrá comprobarlo con sus ojos.

Casi no hay vías, y las pocas que existen, están llenas de huecos; a duras penas existen carreteables o caminos de herradura –por donde solo transitan los caballos–; esto es, un enorme problema y detiene considerablemente el poco desarrollo que se pueda producir. A los agricultores, a grande o pequeña escala, se les dificulta sacar los pocos productos que logran cultivar; muchos deben vender estos productos a precio de «huevo» para, al menos, recuperar la inversión. Con vías en óptimas condiciones esto no tendría por qué pasar.

Se preguntarán, por qué entonces no se hacen las vías; yo les responderé: Al igual que con el río Magdalena, en toda la extensión de este departamento, las vías se convirtieron en minas de oro para los gobernantes. El dinero que anualmente se gastan en el «mantenimiento» –si es que se le puede llamar así– de las vías terciarias, es mucho mayor que el gasto que puede significar la construcción de una vía nueva.

La prioridad no está en generar desarrollo, aquí tan solo les interesa llenarse el bolsillo. Los políticos vienen con las mismas promesas, sean de la corriente que sean, y al final del día dejan al pueblo mamando y con las vías igual o peor de lo que las encontraron.

Desplazamiento

Vale la pena remontarse a la época del auge paramilitar, cuando los «hombres poderosos» de los municipios, desterraban a los pequeños campesinos de sus parcelas, y poco a poco fueron escriturando las tierras hasta la actualidad quedar en manos de unos pocos. Más de veinte años después de tan dolorosos sucesos, aquellos pobladores que perdieron sus tierras y sus familiares, luchan por recuperar lo que algún día les perteneció.

Librando batallas contra personas con mucho poder, aún siguen en pie de lucha, algunos muriendo en el camino, para lograr tan anhelada restitución.

Los poderosos, sembradores de miedo en aquel entonces, aún tienen vigencia en nuestro territorio. Usted puede encontrarlos en todas las líneas de poder de este departamento. En los bandos de derecha o de izquierda, ahí están metidos. Siendo defensores de nadie sabe qué, y pregonando en los dos bandos como adalides de la moral y buen actuar; pretenden pasar desapercibidos y comprar su indulto u olvido, cuando el pueblo –personas que los conocen y sufrieron sus atrocidades– conoce perfectamente su prontuario criminal.

Saneamiento básico

¿Se acuerdan que les comentaba arriba de la riqueza hídrica con la que cuenta este departamento? A pesar de que eso es verdad, son pocos los municipios que cuentan con agua de calidad para brindar a sus habitantes. Y no es solo que no cuenten con agua potable –que debería ser un derecho para todos–, sino que no existen sistemas de alcantarillado donde verter las aguas sanitarias (excretas y orina). En muchos municipios del departamento, Santa Marta incluida, se ven las aguas negras correr por las calles, y los olores fétidos dañar la salud de los magdalenenses.

Teniendo un departamento bañado por el río Magdalena, la Ciénaga Grande de Santa Marta, todos los ríos que bajan de la Sierra Nevada, y un enorme complejo de caños y lagunas, es inaudito que los pobladores de nuestro departamento sufran por no tener agua. Eso solo tiene un nombre: pésima gestión dirigencial.

No se justifica, tampoco, que en pleno siglo XXI y con las políticas de desarrollo ambiental existentes; que las calles de los pueblos de este departamento, estén llenas de aguas negras, enfermando a grandes y chicos. Siendo focos de inflexión y contaminación.

Nota: Quienes nos han dirigido, póngale el apellido y nombre que usted quiera –o que sea opuesto al santo de su devoción– no han hecho más que agudizar la crisis de una región que tiene riqueza de sobra para progresar.

 

( 1 ) Comentario

  1. Muy acertado tu artículo, propongo que hagamos una escuela de formación política en el Magdalena, hay que hacer mucha pedagogía para que empiece a cambiar el criterio a la hora de escoger representantes públicos y para entender cuáles son nuestros derechos como ciudadanos y deberes. Soy magdalenense pero vivo en Bogotá hace 6 años.

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Juan Macías Pabón
Salaminero.