“Moralito, Moralito se creía que él a mí,
que él a mí me iba a ganar,
pero cuando me oyó cantar
le cayó la gota fría…”
Hace 80 años en el lejano corregimiento de Guacoche, en Valledupar, norte de Colombia, nació una de las canciones más representativas para la cultura musical del país: La gota fría.
En medio de una parranda, Emiliano Zuleta Baquero la habría creado, en 1938, para molestar a su amigo Lorenzo Morales, Moralito, a quien le correspondió ratificar, muchos años después, que efectivamente el compositor de la melodía era su compadre Emiliano, de acuerdo con la declaración que daría el mismo Emiliano.
Desde ese momento la canción se volvió trashumante. En parrandas de cada rincón de la geografía del Cesar y la Guajira se escuchaban los versos de contrapunteo y los “contrincantes” se enviaban razones con interpuestas personas. Un día llegó a la casa del viejo Emiliano un joven intérprete de la guitarra, que se convertiría en una leyenda, leyenda que revive en cada diciembre, en cada navidad, en cada fin de año, para decirnos que la alegría es un don divino que debemos prodigar para el bien de la humanidad. Se trataba de Guillermo de Jesús Buitrago Henríquez, de padre marinillo y madre costeña.
Una tertulia sinigual
Yo había viajado a Vallerdupar a instancias de Horacio Pino Lloreda, quien en ese momento laboraba en una de las emisoras de FM, Estrella Estéreo. Estaba preparando la edición de mi libro Vallenato, Cultura y Sentimiento, publicado por la Universidad Cooperativa de Colombia, en 2005. Me tocó en gracia asistir a una tertulia vallenata en el Club Valledupar; participaba, entre otros, el compositor Leandro José Díaz Duarte, quien nos dejó en 2013, pero inmortalizado por Gabriel García Márquez en su novela El amor en los tiempos del cólera, pues el epígrafe de la obra es un verso de la Diosa coronada, compositor a quien le decían «El ciego que ve con los ojos del alma».
A Leandro lo acompañaba, en la mencionada tertulia, el investigador y compositor Tomás Darío Gutiérrez Hinojosa y autor de una de las canciones más recordadas, grabada por el Binomio de Oro, con la voz de Rafael Orozco, de quien era pariente lejano: Campana.
También estaba el juglar Abel Antonio Villa Vila, fallecido en 1995 y quien tuvo el honor de ser uno de los primeros en grabar vallenatos de manera comercial; autor de la composición El higuerón, una canción tradicional, que el Binomio de Oro con Rafael Orozco Maestre convirtió en éxito nacional e internacional. En esa tertulia se encontraba Isaac Carrillo Vega, autor del muy recordado tema La cañaguatera, gentilicio del pueblo de Cañagüate, interpretada por el acordeón y la voz de Alfredo de Jesús Gutiérrez Vital.
Esa constelación vallenata contó, de igual manera, con la presencia de Sergio Moya Molina, autor de La celosa, grabada inicialmente por los Hermanos Zuleta y años después por Carlos Vives. Cerraba semejante ramillete Emiliano Zuleta Baquero, el Viejo Emiliano, autor, entre muchas canciones, de La gota fría e interpretada por más de 10 agrupaciones nacionales e internacionales.
Contento con La gota fría
La vida del Viejo Emiliano y la de Guillermo Buitrago Henríquez, convergen en La gota fría. Buitrago era llamado el Jilguero de la Sierra o el Trovador del Magdalena, pues había nacido en Ciénaga y fue un juglar que su corta estadía en la tierra fue suficiente para alcanzar la inmortalidad.
Por su parte, Zuleta Baquero fue una institución en el vallenato. Hijo de la Vieja Sara, a quien Rafael Escalona compuso un merengue fascinante y es el tronco de la dinastía Zuleta, querida y admirada dentro de la música vallenata. Era el padre de Emilianito, Tomás Alfonso (Poncho), Héctor (fallecido), Fabio y Mario Zuleta Díaz, acordeoneros, cantantes y compositores. Abuelo de Iván Zuleta Barros, quien fuera acordeonero de Diomedes Díaz Maestre. Fue un artista natural, contemporáneo de Alejandro Durán Díaz, quien le ganó el primer Festival Vallenato que se celebró en 1968; Abel Antonio Villa, Luis Enrique Martínez, Náfer Durán, Ovidio Granados, entre otros artistas.
Compositor y acordeonero tuvo la virtud de imprimirle versos espontáneos a lo que cantaba o a situaciones humorísticas que la vida le dio en gracia. Temas como La gota fría, Carmen Díaz, El indio Manuel María, El torito, La pimientica, tienen una factura especial e inconfundible.
A veces, cuando el Viejo Emiliano o Mile, como le decían sus amigos, se aparecía en las fiestas y parrandas, lo acompañaba su hija María. Cuando tuve la oportunidad de entrevistarlo contaba con 87 años. En esa edad aun se sentía todavía hábil para componer, “pero ya el oído no me lo permite, porque me molesta la bulla”, dijo en esa ocasión.
Esa dificultad no le impedía departir con sus amigos en su amplia casa del Barrio Los Cortijos de Valledupar. Participaba de piquérias y hablaba de música; de las historias que hicieron posible sus melodías y cómo demostró la autoría de La gota fría. El Maestro Zuleta Baquero se emocionaba cuando se le preguntaba qué pasó después de que fuera incluida en Clásicos de la Provincia.
“De La gota fría, entre más días estoy más contento porque está interpretada 12 veces. Las primeras grabaciones no tuvieron éxito. Vino a cogerlo cuando la cantó Carlos Vives. De allí para acá se han compuesto las cosas. Después de Carlos Vives la grabó Paloma San Basilio, y ya lo hizo Julio Iglesias. Y ahora la grabará un conjunto italiano, ya tengo el contrato firmado”, expresó en ese momento.
Moralito sí creía…
La visita de Buitrago a la casa de Emiliano debió ocurrir a principios de 1940, cuando se dice que vio la luz pública La gota fría. Durante la conversación el Maestro evocó la historia cuando Guillermo Buitrago era “viviente de Ciénaga, era famoso y muy buen guitarrista y hacía sus composiciones. En esa ocasión no había grabaciones comerciales. Lo llevaron a Villanueva, donde yo vivía; allá nos hicimos amigos y estuvimos tres días de fiesta. Él se aprendió unos cantos míos. No fue sólo la gota fría, sino otros: Carmen Díaz, El indio Manuel María… Total, se aprendió seis versiones”.
En esa época el asunto de derechos de autor no tenía tanta importancia como en la actualidad. La parranda, que es toda una institución de socialización y de encuentro, en la Costa Atlántica, es uno de los escenarios propicios para que actúen artistas y músicos espontáneos; allí se pone a prueba la capacidad de improvisación y también sirve para estrenar composiciones que más tarde serán divulgadas.
El Viejo Emiliano sigue su relato: “regresó a Ciénaga; ahí las mostraba siendo él autor; las prensó en discos pequeños, de 45 revoluciones. Pero no hizo esas grabaciones comerciales, porque antes uno tenía que pagar para grabar. Esas canciones las tenía en su casa, en eso murió. En esa época la música no tenía ningún auge. Entonces yo llegué a oír muchas veces las grabaciones, por ejemplo, el son de Carmen Díaz, que dice un verso: ´que si Carmen no sabía que Emiliano es sinvergüenza´, él decía: ´que si Carmen no sabía que Buitrago es sinvergüenza´, demostrando que eso era de él”.
Nombrarse en las canciones era una manera de los juglares demostrar la autoría de sus composiciones. Era una costumbre que la practicaron los pioneros de la música vallenata. Esta ocasión no fue la excepción y Zuleta Baquero tuvo que acudir a ayuda extra para demostrar la autoría de su canción. Y lo recordó de la siguiente manera:
“Bueno, él murió. Después que comenzó La gota fría a tener éxito, lo familiares imaginaron que eso era suyo. Yo seguí cantando el tema, y entonces salieron a reclamar que era de él. Tuve mi sofoco con esa pieza. Me salvó, que esto lo sabía Lorenzo Morales, a quien le saqué La gota fría, fue uno de los mejores testigos”.
El criterio de Buitrago
Resulta más que paradójico que quien fuera su “contrincante” resultara el salvador de la autoría de la canción. Y a esta historia se agrega que Guillermo Buitrago originalmente grabó la melodía con el nombre Qué criterio. Lo que ocurrió con ese asunto, lo narró Emiliano con tranquilidad: “lo que pasa es que no la grabó comercial, sino que él pagó para eso y sólo tenía esa interpretación. Él murió y quedaron los familiares con esas grabaciones. Si él hubiera grabado comercialmente, tal vez hubiera tenido yo más problemas”.
Así pudo demostrar Emiliano Zuleta Baquero que es el autor de La gota fría, una canción que escenifica la presencia de una práctica cultural entre juglares y verseadores de la Costa Norte colombiana llamada Piquéria, apropiación creativa de la poesía medieval Mester de Clerecía, proveniente de España. El vallenato, el auténtico vallenato, en sus formas poéticas, tiene influencias de estas formas gramaticales, que en Colombia derivaron en la trova, la décima y los cantos de vaquería, entre otros.
Después de 80 años y en cada diciembre seguiremos cantando y bailando La gota fría, porque siempre rememoraremos aquel día histórico de Moralito para que no se acabe la vaina sino que siga la alegría, entonces:
“Acordate Moralito de aquel día
que estuviste en Urumita y no quisiste hacer parranda
Te fuiste de mañanita sería de la misma rabia…
Me lleva él o me lo llevo yo
pa’ que se acabe la vaina…”
Imagen cortesía de Señal Memoria.