El imprescindible Buster Keaton

Keaton poseía una capacidad para nunca reír en las cámaras, por otro lado, inmutable, si sufría o gozaba su rostro podía transmitir la misma intensidad, aquel rostro impávido, cara de palo le decían.

Opina - Arte

2021-09-18

El imprescindible Buster Keaton

Columnista:

Fernando Guerrero Maruri

 

Charles Simic reflexionaba sobre la enigmática mirada de Buster Keaton, impresionado por esa serenidad frente al caos, transitar en unos pocos metros asemejando un avión que perdió el control para luego demostrar que todo era una acrobacia planificada antes de la misión. Simic acuñaba la grandeza de Keaton al decir se es tan sabio como para fingirse tonto, cuando lo definía así no hacía referencia al actor de forma independiente, era un símil para conceptualizar lo que para él es «la gran poesía». De Keaton no se inicia hablando por su fecha de nacimiento o muerte, su existencia es atemporal, su legado es una gran poesía en el arte cinematográfico.

Los medios han hecho de Chaplin el referente del cine mudo, y la discusión de quién es más grande está plagada de subjetividades y se enreda en un laberinto sin salida, pero todo iniciado que no conozca a Buster Keaton no entenderá la grandeza del cine mudo. Keaton logra una mezcla que ningún químico descifra, es una mezcla indisoluble de miedo y risa, podía hacer reír a todos, pero se tomaba la comedia muy en serio, cada detalle en la escenografía, hasta el más mínimo gesto transmite, comunica emoción. No es un payaso, aunque sus zapatos contradigan aquello, es mimo, es poeta, acróbata, modelo borbónico que puede mutar en indigente, para él un rey no es tal y un pordiosero puede ser rey, porque logra desmitificar roles y elevar a la gloria a desposeídos por su representación sobria, una representación desde el proletariado que pone los pies en la tierra de una burguesía que, en sus mejores tiempos, lo hará una deidad.

Entró en escena en esta tarima del teatro de la vida en la que todo puede pasar en 1895, en Kansas, hijo de padre comediante y mago que lo vinculó al acto teatral, su madre estaba enrolada a la música y la actuación. Mucho se ha dicho del maltrato que recibió de su padre, lo cierto es que, sus obras tenían una gran carga de lo vivido y aprendido en su infancia, con referencias a ese maltrato que impregnan dolor y realismo, «un padre hace y educa a su hijo como quiere», estuvo en alguna de sus frases de texto y fondo negro. En la compañía de su familia había una asociación con Houdini el escapista que legó una marca al arte de escabullirse, de él aprendió que su mirada podía ser escurridiza, inalcanzable.

Keaton poseía una capacidad para nunca reír en las cámaras, por otro lado, inmutable, si sufría o gozaba su rostro podía transmitir la misma intensidad, aquel rostro impávido, cara de palo le decían.

Frente al lente de la cámara impresionaba su sobriedad, pero lejos de ella esa sobriedad se desvanecía en alcohol. Rechazó el epíteto de genio, no puedo serlo con estos zapatos y sombrero, decía presumiendo humildad y desparramando esa genialidad que se negaba a asumir. Poseía una percepción perfeccionada y no en las aulas, sino más bien en el sentido kantiano en el que no se requiere solo de sensibilidad sino también de espontaneidad para las causas que emprende, él posee una espontaneidad que se acompaña de forma acompasada con sus saltones ojos cual Mona Lisa que ningún investigador sabe encasillar en taxonomía alguna.

Con Keaton las palabras de Bazin cobran sentido, los cineastas «no han perdido nunca el control del suceso, pero al mismo tiempo su grandeza les supera y la poesía de la imagen es siempre más fuerte y más rica de interpretación que cualquiera que ellos hubieran podido darle». André Bazin el creador de la revista Cahiers du Cinéma, pareciera entender la grandeza a partir del mismo Keaton, esa fuerza que lo supera es percibida solo por el espectador de culto, ese receptor que con calma y parsimonia mastica cada escena en lo más profundo de su ser.

El amor, el amor es esa paloma blanca ineludible en una secuencia de vuelta a la calma, es a la vez un cuervo que estremece con su oscuridad cuando las cosas se salen del curso esperado y entregan un final macabro. Un accidente lo llevó al altar, se fractura el tobillo, en su recuperación decide casarse con Talmach Natalie. La que sería su suegra le decía a su hija que la estaba desposando un mediocre, quizá por esto, Buster Keaton en sus películas presentó la vida del hogar como un montón de abusivos lucrando de él. A pesar de ello, nunca cambió su forma de definir el amor, «el amor es el eje inmutable sobre el que gira el mundo».

Buster fue padre y decidió desligarse de su familia para vivir su alcoholismo en solitario o en compañía de fugaces apariciones. Cuando enfrenta su divorcio se aleja de sus películas, difícil descifrar qué separación le afectaba con mayor intensidad, la de su esposa o su cine. Su carrera cae en picada con un contrato recién firmado con la Metro Goldwyn Mayer, pierde esposa, hijos y creatividad. Se torna violento y depresivo. Su red de seguridad y su arnés en la vida fueron la actuación y la dirección. Su cuerpo en la acrobacia ya no le respondía como antes, lo que nunca perdió fueron sus gestos, pero ya no eran sustento suficiente. Se casa con su enfermera y al poco tiempo un nuevo divorcio.

Joseph Frank, era el nombre registrado al momento de nacer de Keaton, «buster» se convierte en su nombre artístico por asociación a una caída, Houdini lo bautizó así, y será Buster Keaton el nombre que quede marcado para el creador de cerca de 150 películas como lo reconoce en su autobiografía My wonderful world of slapstick. Keaton escribía, dirigía y protagonizaba sus propias películas.

Una vida que marca profundamente la historia del cine, y viceversa; a los cinco años ya trabajaba en espectáculos y perseguían a sus padres por maltrato infantil. A los 20 ya era un veterano en el arte. La guerra interrumpió su carrera. Los críticos no fueron sus aliados, lo tachaban de poco original, desde esta butaca nada más alejado de la realidad.

Keaton no usaba dobles, su caída era auténtica, ciertas personas temían trabajar con él, en The Goat en un par de metros, vuelo, acrobacia y caída para recoger la herradura, eso es solo un ápice en el posible origen de sus múltiples heridas. Pudo perder la vida cuando en el río se rompe la cuerda y sus camarógrafos tenían la orden de no parar a menos que él lo dijera, pero se estaba ahogando y la desesperación se funde con la actuación para dejar realismo e infortunio como en otras ocasiones. En Sherlock Jr. las heridas en su cuerpo son el producto de la película. A lo largo de su vida se fracturó tobillo y cuello, el índice derecho se lo amputan a los tres años, un nivel de sordera le dejó su servicio en la guerra.

Three Ages es el largometraje que era un reto y al final consolida su capacidad en todos los roles que interpreta, ejecuta y moldea, en una profunda reflexión filosófica recurre al tiempo basado en el eje del amor, Keaton considera que «lo único que no ha cambiado desde que comenzó el mundo es el amor», divagando por la historia de la humanidad enlaza a todos y todo en el sentimiento más fuerte.

La lista de imprescindibles debe incluir a Buster Keaton, y los grandes piensan igual, Federico García Lorca escribió un guion cinematográfico llamado El paseo de Buster Keaton, dedicado al cómico norteamericano que atrapó la atención de los poetas del 27, sus ojos le harán decir «infinitos y tristes, como los de una bestia recién nacida, sueñan lirios, ángeles y cinturones de seda, son de niño tonto, de avestruz, en el equilibrio seguro de la melancolía». 

 

Fuente fotografía:

Clara Martínez, tomado de https://noxartis.myportfolio.com/buster-keaton

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Fernando Guerrero Maruri
Padre, docente, máster en Comunicación.