Libertades

Son tan graves los atentados contra la libertad y el pudor sexuales, como los que se ejecutan contra la libertad de conciencia, de expresión y de prensa.

Opina - Sociedad

2018-03-29

Libertades

La dignidad humana es la facultad ética que tiene el ser humano de obrar como mejor le parezca. De ahí que, en un entorno de respeto por el derecho, al menos de manera formal, sus libertades intrínsecas tengan que estar resguardadas en una maraña normativa que impida o, al menos, sancione su violación.

La libertad y el derecho al honor sexual, están situados en una posición contemporáneamente privilegiada y, hoy día, gracias al movimiento denominado “Me too”, se ha conocido y execrado una serie de comportamientos atentatorios contra dicha libertad.

Pero, sobre todo, a donde más han apuntado las denuncias de las personas involucradas en estos movimientos ha sido al tema relacionado con el llamado “acoso”.

El “acoso”, ya sea el sexual o el laboral, apunta sustancialmente a la supresión de la libertad de la víctima mediante un ejercicio desmedido y arbitrario del poder que el acosador posee o ejerce sobre ella.

De suerte que lo verdaderamente grave no radica en que se trate de un asunto sexual propiamente, sino de la ostentación de la fuerza que deriva de la primacía coyuntural que el acosador despliega respecto del acosado.

Por eso cuando quien ejerce presión sobre un subordinado, cualquiera que sea el sexo, origen étnico, condición socioeconómica de este, está violentando su dignidad humana mediante el desconocimiento de su condición de ser humano ético y libre.

La Constitución Política de 1991 estableció en su artículo 1, como principio basal de la estructura estatal, el principio de respeto por la dignidad humana. De ahí que el acoso, cualquiera sea su pretexto, constituye una violación de la Carta y por tanto, un atentado contra los derechos fundamentales cuya protección es susceptible de ser reclamada mediante el recurso a la acción de tutela, independientemente de las demandas que, en el campo civil y pecuniario, puedan ser interpuestas en contra del responsable.

Estas últimas semanas hemos asistido a dos casos bastante significativos en relación con este tema:

De un lado, se supo que un zar de los medios, periodista de grandes ligas, como Yamid Amat, vulneró la libertad de conciencia y de cultos, consagradas por los artículos 18 y 19 de la Constitución, de una de sus empleadas en el tele periódico CM&.

La alarma cundió porque, si un sujeto como Amat, con la trayectoria y el prestigio que lo distinguen, se puede dar el lujo de violentar la libertad –léase dignidad humana– de una de sus colaboradoras y quedar impune, qué se deja para el resto de los mortales.

Venturosamente alguien tuvo que haberle soplado al veterano comunicador lo que le iba por “la pierna arriba” y muy juiciosamente emitió en su noticiero una declaración en la cual rectificaba su posición, se proclamaba respetuoso de las libertades ofendidas con su conducta y pedía perdón a la joven por su dignidad mancillada.

Bien por él y ojalá su ejemplo cunda entre tirios y troyanos, pues es una posición decorosa e inteligente.

El segundo caso es más grave y preocupante. No solo por los personajes involucrados, sino por los valores amenazados y la ominosa amenaza que el hecho plantea para un futuro inmediato.

Un sujeto que ocupó la Presidencia de la República por dos ocasiones, la segunda de ellas de manera indigna y vergonzosa, y que, prevalido de una inexplicable y desconsoladora popularidad, no admite que se le haga glosa alguna a su ya largo y cuestionable periplo vital, deslizó en su cuenta de una red social una amenaza contra la libertad de prensa, constitucionalmente consagrada.

Que Él haga esta clase de desplantes ya no sorprende a nadie. Su vida toda ha sido una total burla al decoro, la honradez y las buenas maneras. Lo verdaderamente ominoso es que lo haga ahora en nombre de un hipotético gobierno del candidato presidencial destinatario privilegiado de su patrocinio y apología, que todavía no ha ganado las elecciones y que se supone persona independiente y de carácter.

Y, en contraste con la actitud penitente del director de CM&, este sujeto no ha rectificado sus afirmaciones ni recogido sus amenazas, razón por la cual tenemos que entender que están plenamente vigentes.

Pero como si la situación no pudiera ser peor, al ser entrevistado el candidato de marras, pretendido “demócrata”, solamente se declaró respetuoso de la libertad de prensa, pero en ningún momento fue capaz de rechazar in límine semejante desaguisado ni tuvo la valentía de establecer fronteras con la actitud abusiva de su mentor limitándose, en una tímida declaración para el noticiero Noticias Uno, (la víctima potencial de la censura) a manifestar que no era “intérprete de Twitters”.

Es decir, que el potencial Príncipe se negó tácitamente a confirmar su adhesión a las libertades consagradas en la Carta Fundamental, en aras de no desairar a su patrocinador.

Son tan graves los atentados contra la libertad y el pudor sexuales, como los que se ejecutan contra la libertad de conciencia, de expresión y de prensa.

Oscuros días le esperan a la República si llega a caer de nuevo en manos del personaje de marras y de su pupilo, pues ya se sabe que este solo tendrá la rodilla en tierra para acatar los dictados de su mentor.

 

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Armando López Upegui
Historiador, Abogado, Docente universitario y Maestro en Ciencia política.