Las nuevas FARC

Opina - Política

2017-09-02

Las nuevas FARC

Acaba de nacer un nuevo partido político en Colombia: Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común (FARC). Y emerge, gracias al Acuerdo Final firmado con el gobierno de Juan Manuel Santos, en el contexto de una larga y compleja negociación política entre la cúpula de la guerrilla de las Farc y los plenipotenciarios autorizados por dicho gobierno.

Las bases de la desmovilizada guerrilla decidieron, por mayoría, mantener la sigla FARC, con un ligero cambio: ya no significa Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia. Ahora, el acrónimo refiere a un nuevo partido: Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común.

Hay que celebrar el hecho político del nacimiento de lo que será, sin duda, una alternativa política y electoral para sectores marginados y por supuesto, para aquellos otros que comulgan con el proyecto político que los farianos quisieron imponer a través de la lucha armada.

Pero las disquisiciones que planteo en esta columna giran en torno al nombre dado al nuevo partido. La decisión tomada por las bases Farianas tiene varias lecturas: la primera que propongo, alude a la existencia de  una fuerte identidad política  de quienes al interior de esa organización, consideran que el acrónimo con sentido militar, debía mantenerse con los ya señalados cambios, dada la decisión tomada de hacer el tránsito a la vida civil y  política. Es decir, para esas mayorías puede resultar inaceptable pensar, por ejemplo, en que Nueva Colombia (NC), o el nombre que en la clandestinidad la propia dirigencia Fariana lanzó en 1998, Movimiento Bolivariano para una Nueva Colombia (MBNC), pudieran recoger, como nombre y acrónimos, los sentimientos anclados a esa fuerte identidad política que a pesar de la lucha armada, al final fue la que les permitió tomar de la decisión de negociar con el Gobierno el fin de la guerra.

La segunda lectura podría dar cuenta de la arrogancia de quienes creen a pie juntillas que mantener el acrónimo FARC, con todo y la mala imagen que dejó su lucha armada, por la comisión de delitos de lesa humanidad, y la que les construyó la Gran Prensa bogotana, es una manera de mantener la vigencia de una lucha armada que no puede ser disociada de una sigla, a pesar del dolor y el sufrimiento provocado en campesinos, afros e indígenas y en cientos de millones de citadinos.

Y una tercera lectura, que bien puede resultar de la sumatoria de las dos anteriores, refiere a una enorme ingenuidad de las bases Farianas, que no alcanzan a dimensionar los riesgos al que someten su proyecto político, al mantener una sigla que, a pesar de los ligeros cambios en su significado, seguirá estando asociada a una lucha armada que en el marco de un degradado conflicto interno, reproduce odios y mantiene la vigencia del dolor que desde las huestes Farianas se produjeron en disímiles sectores poblacionales y del Poder político tradicional.

En cualquier sentido, me parece que la decisión adoptada por las bases del nuevo partido es un error en la medida en que el nombre de Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común, sigue atado a un pasado doloroso que cientos de miles de colombianos no parecen estar dispuestos a olvidar con facilidad, en particular aquellos que dijeron NO al plebiscito del 2 de octubre de 2016.

Los representantes del nuevo partido o de las nuevas Farc tendrán que hacer ingentes esfuerzos para que los colombianos no asocien más el acrónimo a una lucha degradada y en particular,  a los errores políticos y militares cometidos a lo largo de 53 años de lucha armada.

Ahora bien, de lo que se trata es que los políticos profesionales que representarán a las nuevas FARC, tengan la sapiencia suficiente para modificar sus marcos mentales que por 53 años anudaron al poder intimidante de las armas. Ojalá entiendan que las relaciones de dominación que ejercieron en los territorios conquistados y mantenidos bajo su dominio por largos años, no podrán continuar ahora que harán política sin armas. Si de verdad creen en la democracia, deberán morigerar las actitudes arrogantes de comandantes sobre una población civil atormentada por la ocurrencia en sus territorios de múltiples formas de violencia.

Eso sí, más allá de las disquisiciones aquí planteadas alrededor del  nuevo significado de la sigla FARC, hay que darle la bienvenida a esta opción de poder. Solo resta esperar que esa parte del Establecimiento que se opone al Acuerdo Final y que está dispuesta a “hacerlo trizas”, no apele a las sempiternas estructuras paramilitares, para intentar reproducir las acciones y episodios de violencia que permitieron que se diera el genocidio de la Unión Patriótica.

 

Adenda: El logo símbolo remite, con claridad, al ideario del viejo modelo socialista soviético. Se trataría de una especie de rosa envolvente, con la que se pretende construir un nuevo proyecto de país, en y desde todas las direcciones.

 

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Germán Ayala Osorio
Docente Universitario. Comunicador Social y Politólogo. Doctor en Regiones Sostenibles de la Universidad Autónoma de Occidente.