Bien dicen por ahí que nunca llegamos a conocer completamente a una persona. Y es que ni siquiera somos capaces de conocernos a nosotros mismos. Nuestros instintos responden de manera inesperada hacia ciertos estímulos, y ahí, cualquier resquicio de cordura o de control de nuestras acciones termina perdido en un mar de sorpresas y de incertidumbres. Por más racionales que seamos es virtualmente imposible predecir cómo actuaremos ante un desastre natural, la pérdida de un ser querido, un robo en plena calle, u otra serie de sucesos que ponen en jaque nuestra estabilidad. Lo impredecible es simplemente natural. La incertidumbre es la pimienta existencial.
Hace poco recibí un paquete de la gente de Planeta Colombia, el cual contenía material promocional del libro del que vengo a hablarles en esta oportunidad. Un tono negro predominante, acompañado de lirios inmaculados, fue suficiente para hacer click en mi cabeza y generar la necesidad imperiosa de hacerme con un nuevo habitante en mis estanterías. El día de hoy vengo a hablarles de, sin duda alguna, uno de los libros del momento a nivel mundial: «La viuda» de Fiona Barton.
La ópera prima de esta importante periodista nos cuenta la historia de Jean Taylor, una ama de casa como muchas otras en el mundo, quien un día debe enfrentar una trágica realidad que se le planta de frente: su marido ha sido acusado de un horrendo crimen. Ya absuelto de la transgresión de la que lo acusaban, el esposo de Jean muere, pero lo transcurrido durante esos años de suplicio es un completo enigma para todo mundo. ¿Qué pasó realmente?, ¿qué hará Jean ahora que su marido ha muerto?, Si él hubiera hecho algo terrible, ella lo sabría ¿o no?
Mi primera y única experiencia con el thriller había sido «La chica del tren» de Paula Hawkins, libro que disfruté y que me mantuvo pegado de principio a fin. Reza uno de los ganchos publicitarios de «La viuda»: «La chica del tren» de este año.
Soy testigo de que muchas veces, esas frases y recomendaciones que acompañan las acciones de mercadeo de un producto literario, no son más que argumentos agrandados y mentiras «inocentes»; pero bueno, debía cuando menos darme la oportunidad de averiguar si tantos bombos y platillos eran una simple orquesta con playback, o si de verdad el sonido de la misma era merecedor de tantos reconocimientos.
Desde el primer momento en que te encuentras con la narrativa de Fiona Barton, el aire periodístico es notorio. La novela se teje a dos voces que te van contando con cierto aire a reportaje lo que ocurrió desde el momento en que el supuesto crimen fue perpetrado, hasta que el acusado fenece y el pasado reclama acciones. La primera de ellas es la de nuestra protagonista, Jean Taylor, y la segunda es la de un tercero que capítulo a capítulo cambiará de entrevistado para darnos diferentes perspectivas del delito y de las consecuencias que vienen con él amarradas.
Por momentos estamos del lado de la esposa abnegada e incondicional, luego andamos con grabadora en mano y astucia activada de la mano de Kate Waters (la más real de las visiones, ya verán el motivo), sin pensarlo somos un manojo de retazos y de hambre de justicia gracias a Dawn Ellitot, y en muchos otros un policía ávido de verdad y sediento de reconocimiento como Bob Sparkers. Este intercambio de perspectivas, de actitudes, de realidades y de objetivos, hace que el ritmo de la novela, aunque en ocasiones se torne lento, sea difícil de abandonar.
La autora emplea un estilo de escritura sumamente sencillo, en donde las palabras rimbombantes no tienen cabida. El objetivo de «La viuda» es claro, y a mi modo de ver, se cumple a cabalidad: ofrecer algo digerible para cualquier lector, que logre emocionar y le genere una necesidad constante por saber que sigue a la vuelta de la página. No puedo decir que el libro es increíblemente sorpresivo o que está cargado de giros excepcionales, pues a pesar de hacerme mantener en un estado de intriga casi permanente por saber quién era el verdadero culpable y qué había pasado en realidad, la trama peca en ser ligeramente predecible desde el mismo punto inicial.
Pero a pesar de la sencillez con la que está estructurada, «La viuda» plantea un recorrido más que interesante por la mente humana, por las maneras en que podemos llegar a reaccionar frente a lo desconocido, por las razones que nos llevan a actuar de maneras que jamás hubiésemos imaginado, y por un sinnúmero de recovecos cerebrales, sensitivos y sentimentales.
Y es de este recorrido de donde surge uno de los puntos que más me agradó dentro de la lectura: los personajes. Como ya mencioné, cada uno de ellos de manera individual o por medio de un interlocutor son los constructores de la historia, van creciendo con ella, haciéndose más complejos y destapando cada una de las capas que la cubren. Resulta más que interesante el viaje de reconocimiento personal que plantea el libro y lo que narra para cada uno de ellos, ser testigo de sus crisis, de sus victorias, de sus miedos, de sus arrebatos, de sus certezas y sus derrotas. Jean Taylor, nuestra protagonista, es un personaje que evoluciona a raudales y nos regala una serie de matices sumamente humanos y reales por difícil que pueda parecer; de tener una vida perfecta en donde decide acomodarse al esquema de conducta que su marido quiere, pasa a ser una víctima que de a poco nos va develando lo que está en el fondo de su ser.
Pero además de ella y de muchos otros personajes que estructuran una historia sólida, confortable, amena, y perdón si sueno repetitivo, agradablemente sencilla, tuve la fortuna de encontrarme con un tipo encantador, sórdido y enigmático. Mi personaje favorito dentro todo este embrollo es sin lugar a dudas Glen Taylor, a quien odie, compadecí y sufrí como no tienen idea. Y bueno, valga hacer mención especial a la pequeña Bella Elliot, con quien compartimos el gusto por los gatos y por los skittles.
Si bien ya he comentado varios puntos positivos y algunos negativos dentro de «La viuda», debo decir que lo que más me sorprendió (y gratamente) y me hizo tremendamente feliz con el pasar de las páginas, fue el panorama de 360 grados que te pinta respecto a lo que puede llegar a significar el enfrentar un juicio de tamaño social, y el papel que pueden llegar a ejercer en él los medios de comunicación. Barton aprovecha de manera soberbio su profesión en este aspecto, sin abandonar la simplicidad con la que toda la obra está revestida. Los diálogos son convincentes, las secuencias son muy buenas, y la manera en que la historia va siendo cocinada por diferentes chefs, termina por convertirse en un plato curiosamente suculento.
En una furgoneta azul, con un computador portátil escondido y unos cuantos periódicos en la silla del copiloto, me encontré con un final que a pesar de verlo venir (mucho, personalmente), fue satisfactorio a mi modo de ver, y me hizo reflexionar sobre muchas de las cosas que suceden día a día en un mundo convulsionado y enfermo como el nuestro, y el rol que cada uno puede llegar a interpretar en las tragedias o los aciertos de nuestro prójimo.
«La viuda» es un primer acercamiento a la literatura sobresaliente y cumplidor. Fiona Barton nos regala un libro universal, que no requiere de un nivel de experticia supremamente alto en el ejercicio de la lectura para disfrutar de algunas horas de emoción e intriga. Una novela que merece la atención que se le está prestando, pues sin ser una obra maestra ni tener apartado un espacio en los anaqueles de la historia de la literatura universal, o estar a la altura de los grandes clásicos de su género, cumple y con creces con uno de los objetivos principales de un libro (quizás el principal): entretener.