La paja en el ojo ajeno

Exijámonos a nosotros mismos mejores comportamiento para con nosotros y los demás. Así veremos mejor nuestra realidad y la de otros.

Opina - Sociedad

2020-01-29

La paja en el ojo ajeno

Columnista: Alicia Sarmiento

 

No deja de sorprenderme la virulencia de quienes, a capa y espada desean imponer su verdad en las redes sociales, especialmente en Twitter. Una cosa es debatir con argumentos las razones para estar de acuerdo o en contra de algo o alguien.

Cosa distinta es pretender que quien piensa distinto lo hace animado por la “maldad que emponzoña su corazón”, eso es juzgar y “el que esté libre de pecado que tire la primera piedra”. ¿Recuerdan ese pasaje bíblico cuando un montón de personas, tan pecadoras como la supuesta prostituta que pensaban lapidar, se hizo consciente de su carencia de autoridad moral para hacerlo?

Se hace necesario mirarnos al espejo como nos pide Jesús Abad Colorado en la exposición El Testigo. No solo parecemos incapaces de esculcar dentro de nosotros mismos para detectar qué es lo que debemos mejorar, sino que adicional al juzgamiento a la conducta ajena, incurrimos en calificativos e insultos que nada aportan al debate. 

El hashtag #SigamonosLosBuenos, ahora en la versión 2020, que busca convocar a los antiuribistas como “los buenos”, en tanto los demás se convierten en “malos”, enemigos de los “buenos”, me parece francamente perverso y conste que yo podría declararme en contra del Señor de la Guerra, pero no creo que ese solo hecho me haga mejor o más buena que los demás. 

Tengo amigos y parientes cercanos uribistas, y sé que no son malas personas aunque defiendan al Senador Álvaro Uribe Vélez, quien parece reunir todos los requisitos para haber sido puesto tras las rejas, sin que la justicia logre alcanzarlo todavía.

Antes de hacer señalamientos que nos ubiquen en el bando de los “buenos” para condenar a otros a la silla de los acusados, necesario es mirarnos al espejo y darnos cuenta qué tanto de Álvaro Uribe Vélez tenemos dentro. 

Vemos “la paja en el ojo ajeno y no la viga en el nuestro” y ni siquiera somos conscientes de que esa viga en el ojo obstaculiza nuestra visión para ver con claridad lo que tenemos al frente, y darnos cuenta de que muchas veces eso que odiamos en el otro es justamente lo que llevamos por dentro. 

¿Cuántas personas odian a los homosexuales llevando a cuestas en su propia naturaleza lo que rechazan en quienes decidieron asumir públicamente su homosexualidad? ¿Cuántas veces nuestros pensamientos han profesado beneplácito por la mal llamada “limpieza social” de personas en situación de calle, diversos sexuales o delincuentes?

¿Cuántas veces hemos deseado la muerte de quien no piensa como nosotros, de quien actúa distinto a como esperamos, porque no nos ama como nosotros le amamos o porque es mío y de nadie más? ¿Cuántas veces nuestras posturas dialécticas en las redes sociales han constituido un juzgamiento al pensamiento del otro?

La película “Los dos Papas” me dejó algunas enseñanzas sobre el cambio. En un discurso en el cual Francisco habla de la “Globalización de la indiferencia”, afirma que creemos estar en una burbuja, muy alejados del dolor y el sufrimiento ajenos, problemas que “no son míos”, que “no me afectan”.

Y es cierto, la mayoría cree que los sucesos del Chocó, Tumaco, la Guajira, el Oriente o la ladera de Cali, no les atañe, mucho menos los incendios en Australia o Los Ángeles: “… en nuestro mundo nadie se siente responsable de lo que está sucediendo… cuando nadie es culpable, todos somos culpables”, dijo el Papa.

A casi dos años del gobierno Duque, hordas de fanáticos de una línea u otra someten todavía al escarnio público a los políticos de izquierda o derecha por la forma en que votaron. 

Tenemos 200 años de vida republicana y seguimos siendo una Nación sin sentido de pertenencia, empeñados en defender nuestro pequeño feudo, sin entender que necesitamos construir una sociedad en la que todas las personas tengan la oportunidad de hacer realidad sus sueños, que no es justo ni sano elegir por conveniencia propia, desatando mi suerte personal de la del resto del país, la dirigencia que tenemos toma decisiones en contra de la mayoría porque a unos muy pocos les va muy bien con la política que diseñan e implementan.

No hemos querido tomar consciencia de que son nuestros votos y nuestros “no votos”, los que refrendan la inequidad y la injusticia.

Una mujer en Twitter por ejemplo, afirmó que no votaría por Jorge Robledo porque la dejó con el tinto servido, le incumplió una cita. ¿Es esa una razón de peso para votar o no a un político? Llamo la atención sobre nuestras motivaciones para sufragar o desistir de hacerlo. 

Todos los políticos en razón de sus agendas han tenido que cancelar muchos de los compromisos adquiridos, incluso a nosotros los periodistas nos sucede que en algunas oportunidades el tiempo resulta insuficiente para cumplir con todas las notas que habíamos planificado hacer. 

No significa que esos casos, declaraciones o temas que dejamos de cubrir sean menos importantes que otros, son las dinámicas de la vida, se posterga la nota, no se cancela.

Para una madre que perdió a su hijo por los denominados “falsos positivos”, debería ser importante votar a un hombre o mujer cuya trayectoria le haga creer o no, que esa persona será implacable en la defensa y el respeto de los derechos humanos, que sus actos de gobierno, que su política estará encaminada a detener la fábrica de víctimas en Colombia y no a incentivar su “producción”.

El problema mayor de los seres humanos, son las expectativas que tenemos respecto de los demás y eso arruina nuestras relaciones personales, familiares y ciudadanas. Si liberamos las expectativas y dejamos de pensar que los demás deben ajustarse a lo que nosotros esperamos de ellos, seremos más felices y estaremos más tranquilos.

Exijámonos a nosotros mismos mejores comportamiento para con nosotros y los demás. Si logramos remover “la viga” de nuestro propio ojo, podremos observar mejor a los demás y darnos cuenta de que quizá, ni siquiera había “paja en el ojo ajeno”.

 

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Alicia Sarmiento
Periodista, abogada de la Universidad Santiago de Cali y libre pensadora.
Alicia Sarmiento
Periodista, abogada de la Universidad Santiago de Cali y libre pensadora.