La noche cuando fui a 1980

Una serie teatral, cargada de muchas sorpresas, me permitió respirar la vida 40 años atrás.

Opina - Cultura

2020-02-18

La noche cuando fui a 1980

Columnista: 

Andrés Benoit Lourido

 

Enero de 1980. Suena un bolero de Olimpo Cárdenas en una radio de clásica colección. Hay un ambiente melancólico en el hogar de una familia, pareciera que cada uno de sus integrantes estuviera en un estado de trance o en shock por alguna situación de la que todos son cómplices. Cada segundo que pasa es muy lento.

Su casa es modesta. Pero también es un universo creado a partir de las nostalgias y desdichas de toda la familia: padre, madre, e hija.

Tomar tinto preparado por la madre y esposa en una olleta vieja, ver en la televisión a Olimpo Cárdenas cantando sus mejores pasillos, boleros y vals, es el momento preferido de los tres para su deleite. Es una oportunidad de escapar por unos minutos de sus vidas llenas de problemas, dilemas y ataques de ansiedad.

Suena Olimpo: «Jugando con la vida, he ganado y he perdido. Si a veces he llorado, también hice llorar. Si mucho hice sufrir, también mucho he sufrido. Y si he soñado mucho, nací para soñar».

El padre y la madre no se soportan. Es la tradicional pareja de esposos colombiana infeliz, producto de un matrimonio, seguramente, concertado por un tercero; condenado por una herencia familiar. Y la hija, es una mujer de 15 años que tiene el destino de su vida decidido por sus padres: casarse con un hombre muchos años mayor que ella y someterse a su «masculinidad».

Afligida, atractiva, desequilibrada y muy honesta es la obra 1980 dirigida y escrita por Milton López Arrubla. Inspirada en su año de nacimiento. Cada mes cuenta con un capítulo. Son doce, por lo que es una serie teatral con muchas sorpresas, la cual connota y denota una belleza estética llena de pasión; transmite lo que quiere con su escenografía y con sus actores: Diana Ángel (interpreta la madre), Laura Mar (interpreta la hija), Edwuard Gómez (padre) y Emmanuel Contreras (Olimpo Cárdenas). Rompen los límites de la emocionalidad, de los sentimientos con su género melodramático. Es intensa.

La obra es un espejo de lo que fueron algunas familias de la época. Refleja una cultura que naturaliza la violencia simbólica a la mujer, un contexto del hombre dominante, quien lidera las decisiones del hogar y somete a su esposa; y, por ende, la esposa y madre, también prepara a su hija para el servicio sexual y de las tareas de la casa para su futuro esposo. Ellas no tienen derecho a soñar, a decir, ni a decidir sobre sus vidas.

Esta es una puesta en escena íntima, presentada en los espacios de La Maldita Vanidad en Bogotá. Cada capítulo (el primero inició en enero y el último finalizará en diciembre de este 2020) es una oportunidad para sentir, pero también para reflexionar y sensibilizarse de los problemas coyunturales que trasciende la cultura y las familias.

Gracias a Milton López Arrubla y a la Compañía Vulnerable por crear arte. Gracias por resistir y pensar las gestiones culturales que le aportan a Colombia en unos momentos difíciles. Ver esta obra nos permite transportarnos, no estar acá, no vivir en este tiempo; más bien es la oportunidad de respirar la vida 40 años atrás durante 50 minutos que dura la función. Y finalmente, cuando dejas de ser público, te llevas el corazón cargado de una bomba emocional, y también de pensamientos reflexivos de tu contexto y cultura del país.

Termino con estas palabras de Milton que hacen una bella prosa: «…Con el corazón literalmente en la mano solo puedo decir que este proyecto #1980 #PeticiónDeEnero existe gracias a mis amigos y colegas Diana Ángel, Laura Mar, Edwuard Gómez, Emmanuel Contreras, Alejandra Moncada, Juan Amaya y Kathy López. Sin su confianza y talento no habría un melodrama familiar por contar. Y por supuesto, a La Maldita Vanidad y sus creadores porque por espacios y grupos como ellos es que hoy digo con mucha DIGNIDAD que hay que defender el teatro colombiano. Hay personas como yo y como los que aquí nombré, que vivimos, hacemos y producimos teatro».

 

Fotografía: cortesía de Felipe Puentes.

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Andrés F. Benoit Lourido
Comunicador Social y Periodista. Colaborador de prensa escrita en medios digitales independientes. Trabajo en comunicaciones digitales del periódico El Tiempo. Amante de la cultura y el arte.