La no insurrección

Las redes sociales sirven como factor de bombardeo permanente, pero sin movilización concreta no habrá un impacto oportuno que coadyuve a modificar ciertas políticas que están afectando gravemente a la población.

Opina - Sociedad

2019-05-15

La no insurrección

 “Ya que la América del Sud ha proclamado su independencia, para gozar de una justa y completa libertad, no carezca por más tiempo de las luces que se le han encubierto hasta ahora y que pueden conducirla en su gloriosa insurrección”.
Mariano Moreno, Plan de Operaciones

 

Luego de las masivas protestas ciudadanas contra el aumento de los impuestos de los carburantes y la política fiscal del mandatario de Francia, Emmanuel Macron; el Ministerio del Interior francés, confirmó que las jornadas acaecidas el pasado 17 de noviembre de 2018, dejaron heridas a 409 personas, 14 de ellas se encuentran graves, mientras que 282 franceses fueron detenidos por expresar su rechazo a las medidas.

En Argentina hace años se viven aumentos, no solo en tarifas y combustibles, sino también en el plano general, los salarios no alcanzan, pero los argentinos no parecen movilizarse.

Lo llamativo y a destacar en esta situación es a criterio del que suscribe, la falta de insurrección por parte del pueblo argentino ante los aumentos, no solo de combustibles, sino de muchos de los productos de la canasta básica familiar, que no ayuda a llegar a fin de mes a los argentinos.

No quiero dejar de lado el hecho de que, sí existen algunas protestas a nivel nacional, pero comparativamente con otros países, la población argentina se caracteriza por ser demasiado pacífica en cuanto a la defensa de derechos y garantías.

Según la Real Academia Española, la insurrección es el “levantamiento, sublevación o rebelión de un pueblo, de una nación, etc.”. El Artículo 14 bis, de nuestra carta magna, consigna la garantía del “derecho de huelga”, lo cual deja claro el hecho de que, como argentinos, podemos expresarnos libremente, además de agregar lo que se establece en el Pacto de San José de Costa Rica, al cual adhiere nuestro país y el cual deja claro en su Art. 13, lo siguiente:

“Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento y de expresión. Este derecho comprende la libertad de buscar, recibir y difundir informaciones e ideas de toda índole, sin consideración de fronteras, ya sea oralmente, por escrito o en forma impresa o artística o por cualquier otro procedimiento de su elección”.

Según el informe de la Confederación de Entidades del Comercio de Hidrocarburos y Afines de la República Argentina, desde diciembre de 2015, cuando inicia su gestión el Gobierno del presidente Mauricio Macri, hasta noviembre 2018, el precio de los combustibles tuvo un aumento del 198% en la Nafta Súper, de un 201% en la Premium, de un 186% en el Gasoil y de un 193% en la Euro.

 

Evolución del precio de los combustibles

Fuente: Elaboración propia con base en datos estadísticos de la Confederación de Entidades del Comercio de Hidrocarburos y Afines de la República Argentina.

 

Fuente: Elaboración propia con base en datos estadísticos de la Confederación de Entidades del Comercio de Hidrocarburos y Afines de la República Argentina.

 

Es sabido que los aumentos en precios de combustibles impactan fuertemente en nuestra economía, debido a que el sistema de transporte nacional, está totalmente acaparado por un sistema de camiones que llevan la mayoría de las materias primas y productos manufacturados. Estas falencias en el sistema de conexión entre las provincias, no colabora con la situación de los ciudadanos, tampoco de los productores.

Desde que Mauricio Macri asumió la presidencia, la gestión de Cambiemos registró cuatro paros generales. El primero fue el 6 de abril de 2017, por reclamos contra la política económica; el segundo, el 18 de diciembre del mismo año, en protesta por el proyecto de Ley de Reforma Previsional que finalmente aprobó el Congreso; y el tercero, el 25 de junio de 2018, donde el reclamo principal fue la reapertura general de paritarias sin ningún tipo de tope luego de la devaluación de mayo. El último fue el 25 de septiembre de 2018, convocado por la Confederación General del Trabajo (CGT), las dos CTA y el Frente Sindical por el Modelo Nacional.

El 21 de mayo del corriente, camioneros bloqueaban las principales rutas en 17 estados provinciales de Brasil, la medida de fuerza era tomada debido al aumento de los combustibles. Pero en Argentina  no sigue pasando nada.

El presente artículo no busca hacer referencia a los aumentos a ciencia cierta que el combustible sufrió en la era macrista, sino analizar la falta de movilización de los argentinos ante estos hechos.

En argentina las movilizaciones más grandes y abarcativas se dieron en el marco de pedidos que tenían que ver con alimentos y reclamos en contra de las medidas del Gobierno Nacional, pero no por el aumento de combustibles.

En México a principios de 2017, se presentaron manifestaciones en contra; la carretera México-Querétaro se bloqueó desde las 11 de la mañana, por espacio de varias horas. Luego más adelante el 5 de enero de 2017, en Ixmiquilpan, Hidalgo, manifestantes contra el alza de la gasolina bloquearon la Autopista México-Laredo.

En Monterrey, Nuevo León, mientras unas 15 mil personas realizaban una protesta en la Macro plaza del centro de la capital neolonesa, un grupo de vándalos atacaron con piedras y bombas molotov el Palacio de Gobierno del estado de Nuevo León. En los municipios del estado de Veracruz, Boca del Río, Tierra Blanca, Medellín y Agua Dulce se presentaron protestas y disturbios; en este último hubo una persona fallecida a consecuencia. Se detuvieron 155 personas.

La pregunta es ¿Por qué los argentinos no nos movilizamos y protestamos? ¿Qué es lo que no nos deja hacerlo? Es lo que me permito preguntarme desde mi reflexión sociológica y desde mi posición como ciudadano.

A lo largo del Gobierno del presidente Macri, se pudo ver muy movilizada a una parte de la población santiagueña, que se hizo escuchar, no solo en redes sociales, sino también en las calles locales del centro de la Capital.

Esta característica que no solía darse hace quince años atrás, es resultado, creo, del empoderamiento de los diversos sectores que tomaron como parte de su consiente una práctica, que es potable para demostrar el descontento con ciertas medidas económicas.

No me atrevo a decir que antes un santiagueño no haya expresado su desacuerdo con una votación en la Cámara de Diputados de la nación por parte de sus representantes, pero sí tengo la certeza de que en el siglo XXI, un diputado nacional es puesto en tela de juicio y recorre todas las opiniones cuando la gente sostiene que una votación es errada y no favorece a los intereses de los santiagueños.

¿Qué quiero decir con esto? Que la movilización que teníamos como pueblo antes y la que tenemos ahora es diferente en el plano del interior del país, pero la participación de las personas en protestas masivas a nivel nacional ha decrecido abruptamente, al encontrarnos con un panorama en el que durante los cinco años y medio que gobernó Raúl Alfonsín hubo 13 paros generales, en los seis años y medio del primer Gobierno de Carlos Saúl Menem tuvieron lugar solo cuatro paros generales.

Durante los cuatro años del segundo mandato de Menem se registraron 4 huelgas, lo que haría un total de 8 protestas. En el mandato de Fernando de la Rúa se dio la máxima frecuencia de paros generales desde el restablecimiento de la democracia: hubo 9 en dos años. En un año y medio, Eduardo Duhalde sufrió 3 paros generales. Durante los cuatro años y medio del Gobierno de Néstor Kirchner hubo una sola huelga. Durante su primer mandato, Cristina Fernández de Kirchner no padeció huelgas generales. Durante su segundo período como presidenta, esto cambió: entre 2011 y 2015 hubo 5 paros.

 

Fuente: elaboración del autor

 

Mis inquietudes me llevan a conversar con el Lic. en Psicología, Néstor Brizuela, exdocente de la Universidad Nacional de Santiago del Estero y exdirector de Psiquiatría del Hospital Independencia, quien al consultarle el porqué de la no insurrección del pueblo argentino, me responde lo siguiente:

Hay protesta aunque desorganizada. Fueron invisibilizadas por los medios concentrados monopólicamente. Hubo defección de organizaciones como la CGT y otros sindicatos que no adhirieron para la visibilización organización y contundencia. No obstante las protestas fueron impresionantes y constantes. La Sistematicidad del ajuste en diversos rubros crea un estado de indetención por percepción de inevitabilidad.

La complicidad, explícita e implícita, de una clase política colonizada que quiere instalar el hecho de no querer aparecer populista y contribuye a la instalación de inevitabilidad, y de hecho, la aprobación de medidas por la hipocresía de la «gobernabilidad».

De todos modos las protestas fueron objetivamente impresionantes en número (cientos de miles) y frecuencia de las mismas. La «prudencia» estratégica del kirchnerismo en años en que recibía un feroz ataque mediático judicial persecutorio y era atacado en varios frentes (massismo, pichetismo etc.).

Y por ello el apabullamiento ante la exhibición del poder oligárquico. La percepción de la crueldad y la potencialidad persecutoria del régimen (carpetas, represiones, crímenes de jóvenes, cesantías etc. generan miedo con fundamentos reales)”.

Lo que queda claro y, lo expuse con antelación, es que reconozco que hubo protestas a nivel nacional, pero ¿por qué el pueblo no es insurrecto ante medidas que son de ajuste y que no favorecen para nada su vida cotidiana? Para Brizuela el pueblo sí se expresa aunque con embates por parte de la dirigencia sindical, la cual se ha convertido a visión de quien suscribe en un polo de concentración del poder político y económico, dejando de lado las causas sociales para capitalizar sus propios intereses.

Consultando a Facundo Ruiz Frágola, un analista internacional destacado a nivel local e internacional, sobre esta cuestión de la no insurrección y los nuevos contextos políticos, el mismo expresó:

“Para mí el tema de la crisis que vivimos va a ser asintomática y va a tener repercusiones en las elecciones que vienen, eso es algo a definir, pero nosotros ya venimos de una gran definición, esa foto electoral del año 2015 ya ha marcado el panorama.

Por lo tanto estamos, creo yo, en un momento de repliegue, entonces hay un proceso de aprendizaje por un lado y de interpelación por el otro lado que es más allá de lo que nosotros decimos

¡Vamos a volver! Hay que construir lo nuevo, por eso Cristina hablaba muy acertadamente de derribar el eje izquierda-derecha, y tratar de apuntar a un movimiento político transversal más que a un partido político, más que la unidad de los dirigentes, porque lo que hay que generar es una nueva identificación, un nuevo proceso de creación de identidades políticas, una nueva voluntad general que trate de articular esas demandas que devienen de frustraciones de nuevas tensiones, pero más allá de eso, creo que es un trabajo a largo plazo.

Yo no soy de los que estén confiados en que el proceso económico nos pueda dar la victoria a nosotros porque estamos en un proceso, como decía Gramsci, de una guerra de posiciones y esto implica que ya hay dos bloques que ya están bien constituidos.

Yo no soy de creer que el macrista arrepentido nos votaría a nosotros o que los que no son macristas nos votarían a nosotros. No estoy tan convencido de eso, más allá de que han salido algunas encuestas porque no soy de una idea economicista, es decir, el proceso político que se va a constituir no tiene qué ver con el proceso económico porque hay gente que está dispuesta a perder todo con tal de no verla nunca más a Cristina (Kirchner)”.

En los últimos tiempos la globalización tecnológica hizo que muchos argentinos recaigan en la protesta virtual. Las redes sociales (Facebook, Twitter, Instagram) están plagadas por cybermilitantes que reclaman y viralizan reclamos y burlas, pero ¿de qué o hasta qué punto sirve?

La campaña electoral de Mauricio Macri se ha caracterizado por la utilización inteligente de las nuevas tecnologías en cuanto al marketing político, mediante el cual, se han convencido a determinados sectores del famoso “cambio” que tanto se pregonaba.

Entonces, podemos decir que las redes sociales sirven como factor de bombardeo permanente, pero sin movilización concreta no habrá un impacto oportuno que coadyuve a modificar ciertas políticas que están afectando gravemente a la población.

No se pretende armar una revuelta, lo que se pretende es analizar el hecho de por qué no somos insurrectos los argentinos cuando sabemos que estamos perdiendo derechos fundamentales.

 

Foto cortesía de: La Nación

 

 

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Gabriel Alejandro López Pepa
Argentino, Jefe de Redacción Revista La Columna. Técnico en Información Económica y Social. Investigador (UNSE-FHCSyS) Tesista de la Lic. en Sociología. (FHCSyS-UNSE). Además tengo un Postítulo en Estadística Descriptiva Aplicada a la Educación.