La labor docente

Por años, la escuela en Colombia fue una institución muy anacrónica anclada en la tradición medieval, algunos refranes populares nos dan cuenta de ello como el famoso: “la letra con sangre entra”. 

Opina - Educación

2019-07-25

La labor docente

Autor: Johnatan Cabria

 

La docencia es una de las profesiones más importantes de la sociedad.  Son los maestros quienes se encargan de la formación e instrucción de generaciones de jóvenes, quienes en un futuro podrían ser individuos que aporten de manera positiva a la comunidad o, en caso contrario, que aporten cosas negativas. Que los jóvenes se ubiquen en una u otra orilla,  va a depender mucho de la labor del docente.

Es muy común hoy en día decir que es posible cambiar el mundo mediante la educación, y podría creerse que si se quiere mejorar la vida de las personas habría que llenar el mundo de maestros. Sin embargo, hay grandes diferencias entre un maestro y un buen maestro, es preferible llenar el mundo de estos últimos.

Un buen maestro vela por el desarrollo integral de los estudiantes y, para ello, debe propiciar que su alumno desarrolle sus tipos de inteligencia que, según Gardner, son al menos siete. 

Esos tipos son: Inteligencia lingüística, Inteligencia lógico-matemática, Inteligencia espacial, Inteligencia musical, Inteligencia corporal, Inteligencia intrapersonal, Inteligencia interpersonal, Inteligencia naturalista.

Un buen docente vela porque sus estudiantes conozcan a sus compañeros y a sí mismos, a tener empatía y sensibilidad, a desarrollar sus conocimientos en función de las necesidades de su vida para que su estancia en la escuela no sea un requisito más, sin trascendencia en la vida diaria.

Un  docente excelente es un agente transformador de la sociedad. El buen docente debe propiciar el pensamiento crítico, no permitir que sus estudiantes traguen entero, ni acepten por verdad todo lo escrito en un papel o aparecido en una pantalla.

El buen docente enseña a sus estudiantes a no ser indiferentes a los problemas del mundo y de la comunidad; debe enseñar el amor y la solidaridad, el respeto y la honestidad; valores cada vez más difíciles de encontrar en las barriadas populares de las ciudades.

En un mundo donde la vida humana vale tan poco, en donde matan por un par de tenis o unos pocos pesos, debe haber maestros líderes que propaguen valores que nos permitan alcanzar a paz.

La docencia no es sencilla por lo que es una profesión que requiere vocación y entrega, pero sobre todo mucha paciencia, requiere mucho conocimiento y mucha autocritica. Es necesario, si se quiere ser un buen docente y mejorar la educación, volver la vista hacia atrás para reconocer los errores propios y trabajar en ellos.

Es necesario que el docente logre conectarse con sus estudiantes y, para ello, debe al menos tratar de vincularse al siglo XXI, debe entender que no estamos en el siglo de las cartas, el teléfono o telégrafo, que es la era de las computadoras y los celulares, que ya no es necesario el castigo físico pues es preferible orientar el aprendizaje hacia la pasión.

Por años, la escuela en Colombia fue una institución muy anacrónica anclada en la tradición medieval, algunos refranes populares nos dan cuenta de ello como el famoso: “la letra con sangre entra”.  

Esta clase de valores deben quedar atrás de una vez por todas, la escuela debe ser una institución en la que se usen métodos modernos, en donde la tecnología esté al servicio del aprendizaje, en donde se respete la diversidad de pensamiento.

La escuela debe ser un lugar de tolerancia y los docentes deben ser conscientes de que para lograrlo es necesario que trabajen duro por ello.

 

 

Foto cortesía de: Wayuunaiki

 

 

( 1 ) Comentario

  1. ReplyDavid Montoya Dávila

    Que buen post! Me gusto mucho leer esta crítica.
    Como observación, desde una perspectiva pedagógica y científica, la teoría de inteligencias múltiples de Gardner está devaluada hace mucho tiempo. Sus estudios fueron refutados cuando se encontró biológica y psicológicamente que la inteligencia no se puede dividir ni categorizar de esta manera. Debemos preguntarnos, si entendiendo la inteligencia de las personas, de manera integral, como lo es, podremos todos los que intervenimos directa o indirectamente en la educación de los jóvenes, re-pensar una escuela o cualquier otro espacio educativo, y el acto educativo, para acudir a lo que integralmente somos; humanos. Educar, o intentar hacerlo, eso lo hacemos con seres humanos, no con promedios académicos, ni con «inteligencias múltiples».

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Johnatan Cabria
Profesional en lingüística y literatura. Lector de economía