La guerra no sucedió ni en otro tiempo ni en aquel lugar

A estos muertos se los llevaron vivos de sus casas, en el campo y en las ciudades, mientras los colombianos veían los primeros triunfos de Falcao García en el River Plate; a Juanes cantando frente al Parlamento Europeo; la primera transmisión de Pasión de gavilanes.

Opina - Conflicto

2021-02-21

La guerra no sucedió ni en otro tiempo ni en aquel lugar

 

Columnista:

Margarita Isaza Velásquez

 

Cuando algunas personas hablan de la atrocidad del conflicto, no solo lo hacen con cierta distancia de espacio: «en mi barrio nunca pasó nada», «siempre hemos estado tranquilos», «no volvimos a la finca porque allá se puso feo». Y ese allá espacial no sabemos cuándo comenzó a copar lo temporal: «eso era antes», «les tocó a mis tíos cuando eran niños», «yo no había nacido»… Frases que se diría las pronuncian solo escolares al verse obligados a hacer tareas sobre el conflicto armado, pero que en realidad están en el voz a voz de los ciudadanos adultos de Colombia, de los muchos que, o son políticos empedernidos de una corriente o quizás se declaran negadores de la política, que repulsan la izquierda, la derecha y el centro; sin saber qué significan estas posturas en el día a día. Un negacionismo ampliado que además de hechos concretos quiere desaparecer las coordenadas de tiempo y espacio.

Esos negacionistas niegan también la evidencia, y hasta quisieran deshacerse del mensajero que la porta. Por eso la JEP la tiene tan difícil en su empeño de que se asignen responsabilidades por los crímenes ocurridos en el conflicto armado colombiano; como la han tenido difícil las madres de los falsos positivos de Soacha, quienes, además de seguir insistiendo en que a sus hijos los mataron agentes del Estado, conviven con el dolor de haber perdido a sus familiares y, más que eso, de saberse ignoradas por la sociedad, tanto como vilipendiadas por la institución Estado, que gobierno tras gobierno o las llama mentirosas o simplemente las cerca en su búsqueda de la verdad.

La JEP anunció que 6402 muertes (personas asesinadas) fueron «ilegítimamente presentadas como bajas en combate por agentes del Estado». Las víctimas de este flagelo, sus madres, que no solo están en Soacha, sino en toda Colombia, dicen que son más de 15 000. Coinciden ambas denuncias en que la mayor cantidad de estos asesinatos (más del 70 %) fueron cometidos (ni ocurrieron ni se presentaron) entre 2002 y 2010: durante los ocho años de implementación y profundización de la denominada política de Seguridad Democrática instaurada por el presidente de entonces, Álvaro Uribe Vélez.

No corresponden estos hechos a geografías y pretéritos lejanos. A estos muertos se los llevaron vivos de sus casas, en el campo y en las ciudades, mientras los colombianos veían los primeros triunfos de Falcao García en el River Plate; a Juanes cantando frente al Parlamento Europeo; la primera transmisión de Pasión de gavilanes; y, en realidad todo se parecía bastante a estos días del presente.También salían en las noticias, como desde hace tanto, registros de combates en la zona rural de tal o cual municipio, allá en Norte de Santander, Arauca, también Nariño, o de balaceras, fuegos cruzados y enfrentamientos; en barrios de casas apeñuscadas de ciudades como Medellín o Bogotá.

Por eso es difícil y jode tanto que ante anuncios con evidencias, proporcionadas por los mismos actores armados, no en su arrepentimiento, sino en su voluntad práctica —léase generales, comandantes, sargentos, soldados, uniformados en este caso de la legalidad—, una parte de la población que se sigue creyendo a sí misma «público espectador y distante» de la guerra venga ahora (y sí, desde hace tanto) a decir que la JEP no es nadie; que esas son mentiras para desprestigiar al mejor presidente de este país; que las madres de las víctimas, pobrecitas, no saben a quién más culpar por el asesinato de sus hijos, quienes entre otras cosas no estarían recogiendo café.

Estas voces que dicen todo eso, sintiéndose o no afines al partido político de Uribe Vélez; son peligrosas, porque encarnan un cinismo que carcome como plaga la mentalidad de la sociedad, esa definible como lo que piensan, creen y transforman en actos tanto el capitán del barco como su marinero de menor rango. Son peligrosas porque rechazan la evidencia, pero no refutándola con otra, sino repitiendo lugares comunes como el de las manzanas podridas, o el de los hechos aislados…

Los falsos positivos, ejecuciones extrajudiciales, personas ilegítimamente presentadas como muertas en combates, no son un hecho antiguo de la historia de Colombia: sucedieron entre 1998 y ¡2014!, ayer no más, en lugares que se parecen a los que seguimos habitando, en días de cielo gris como estos, cuando Falcao cierra su carrera futbolística, aún se escuchan helicópteros y balaceras en los barrios de casas apeñuscadas y continúan hablando en las noticias de combates con un grupo de nueva sigla en las goteras de un municipio cuyo nombre aún no recordamos.

La guerra no sucedió ayer ni allá. Seguimos dentro de ella y no somos espectadores. 

 

( 2 ) Comentarios

  1. No se puede tratar de reducir los hechos (Asesinatos Eufemisticamente llamados Falsos Positivos) a los años 2002 – 2010 para culpar a Matarife solo por esa época. El venía actuando desde finales de los 80s con la complicidad de los Narcos. Quienes lo convirtieron en su Líder Político. Y con ellos querían Refundar la Patria. Matarife es Matarife y punto.

  2. País que prefiere verdades disfrazadas de mentiras y aborrece la verdad desnuda. Falsos positivos o ejecuciones extrajudiales han ocurrido en el todo el territorio nacional y no solo los ha ejecutado el ejército y la policía; también los organismos de inteligencia del estado o de asas fuerzas uniformadas.
    El Valle del Cauca, tiene innumerables episodios de esa naturaleza, asesinatos, desapariciones forzadas y masacres, perpetradas por diferentes grupos, todos en contubernio, con las fuerzas del orden, empresarios, políticos, gobernantes y narcos.

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Margarita Isaza
Soy periodista y magíster en Ciencia de la Información, mención Memoria y Sociedad, egresada de la Universidad de Antioquia. Trabajo como independiente en diversos proyectos editoriales. Del mundo sin pandemia extraño viajar y respirar sin tapabocas.