La fuerza de la calumnia

Culminar la primaria y el bachillerato no debería ser un milagro, pero en nuestra Patria terminar la escolarización se ha convertido en uno de ellos, mucho más para las clases sociales desfavorecidas.

Opina - Sociedad

2018-04-30

La fuerza de la calumnia

Mariana camina por los senderos amarillentos y pantanosos de  su barrio. Madruga de lunes a viernes para llegar a su escuela a tiempo. Sus medias, estiradas hasta la rodilla y que se sostienen con desgano y dificultad, ya tienen el color del camino, además, de manchas de color ocre como índice de la frecuencia y de la marginación. El rojo de sus uñas contrasta con el ocre de sus medias, seguro por eso prefiere más sus manos que sus pies. Es una niña que convive con una tía y que a fuerza de milagros (sí, milagros) ha podido vencer el hambre y ha podido avanzar hasta el grado noveno. Quiere estudiar ingeniería.

Miguel, como el ángel de la Biblia, combate con sus demonios. Tiene trece años, pero parece de veinte. Su rostro muestra el rigor y el cansancio con el que algunos niños deben lidiar, aunque no hayan escogido hacerlo. Hace poco, pasó dos días durmiendo en las calles duras y frías de la ciudad. La mirada afilada, las respuestas afanosas y el manotear enérgico de Miguel no son producto del azar; las condiciones existenciales y sociales han producido unas maneras de ser y estar en el mundo que se instalan con empeño en su proceder. Está en séptimo. Aún no sabe qué quiere estudiar, por lo pronto, desea ganar el año (y la vida).

Mariana y Miguel, que también pueden ser Ana y Álvaro o Magdalena y José, viven en cualquier barrio de estrato uno de Colombia. Van a la escuela porque les han dicho que si van allí, algún día podrán ser aquello que sueñan. Y aunque su presente pesa más que aquel mañana intangible, ya hay un brote de esperanza que disloca la condena en la que parecen vivir.

Culminar la primaria y el bachillerato no debería ser un milagro, pero en nuestra Patria terminar la escolarización se ha convertido en uno de ellos, mucho más para las clases sociales desfavorecidas: Solo el 56 % de los estudiantes en estrato uno logran llegar al grado undécimo. Prender la vela, arrodillarse al santo querido y rezar con empeño, ahora hace parte de aquello otro que no salva la mera matrícula.

Las Marianas y los Migueles abundan (aunque algunos crean que la pobreza es un mito) y no es solo con cátedra con la que se resuelven sus dramas y sus traumas, mucho menos en cuerpos en los que las cicatrices del desamor, del olvido y de la incomprensión se marcan con furia.

Eso lo sabe gran parte del profesorado. Y por eso sufre ante la idea de que sus estudiantes se pierdan y se cuestiona cuando la violencia desfoga en algún Miguel y llora cuando una Mariana está llenita de hambre y reniega de los gobiernos cuando a veces se siente desfallecer. Pero, a fuerza de esperanza y de saber pedagógico, configura otras posibilidades para niños, niñas y jóvenes que parecen perderse en la maraña social a la que asisten.

La educación es la piedra de toque de los gobiernos y esta ha demostrado la impureza de los mismos. La fuerza de la calumnia, entiendo, no está en el profesorado, más bien se ubica en los gobiernos que han deslocalizado sus esfuerzos en aquellas gentes que realmente lo necesitan, pero de las que dicen preocuparse.

Una prueba de ello, como lo sugiere Julián de Zubiría, es que el gasto por estudiante en educación superior cayó de 9,1 millones de pesos en el 2000 a 8,1 millones de pesos en el 2015 o que solo el 2 % de los egresados de la secundaria pueden acceder a Ser Pilo Paga. Y así más datos.

Para dignificar, crear esperanza y generar cambios se necesitan otras fuerzas que la educación posibilita, encarnada en maestros de escuelas, de universidades, de institutos, allá en los barrios y en las zonas rurales. Allí, con todas las dificultades, es posible que Mariana y Miguel dignifiquen su existencia. Como bien diría Carlos Gaviria Díaz: «La Patria está por construirse». El profesorado hace parte de esa construcción y hace grandes esfuerzos para que así sea (con el ser y saber que lo constituye) a pesar de que alguna voz le grite: «Mentiroso».

Cuando los tejedores de sudarios oigan llorar a Dios entre sus almas/ Cuando en el trigo nazcan amapolas y nadie diga que la tierra sangra/ Cuando la sombra que hacen las banderas sea una sombra honesta y no una charca/ Cuando la libertad entre a las casas con el pan diario con su hermosa carta. (…) Solo en aquella hora podrá el hombre decir que tiene Patria.
—Carlos Castro Saavedra.

 

 

Imagen cortesía de Caleidoscopio.

 

( 4 ) Comentarios

  1. ReplyRUBÉN DARIO RODAS

    Solo tengo por decir que es una excelente descripción de lo que es esta sociedad.

  2. ReplyElda cuervo Duque

    Así será si #@petroGustavo presidente

  3. ReplyMARIA GRACIELA ORTEGA

    A ESTAS ALTURAS DE LA VIDA EL SEÑOR ALVARO URIBE VELEZ, TIRARLE EL AGUA SUCIA A LOS PROFESORES SOLO DEJA VER SU INEPTITUD FRENTE A LA SITUACION DE LOS ESTUDIANTES, CUANDO HA TENIDO EL PODER DE HACER QUE LA EDUCACION SEA DE PRIMERA CALIDAD, DE ACUERDO A SU FALTA DE EMPEÑO COMO LIDER DEBERIA AGRADECER A LOS MAESTROS QUE A PESAR DE TODO EXISTAN JOVENES QUE APRENDIERON A MASTICAR, A NO TRAGAR ENTERO COMO EL PRETENDE. EL RECONOCIMIENTO A LOS MAESTROS LO HACEMOS LOS PADRES QUE ESCASAMENTE HEMOS PODIDO DAR ANUESTROS HIJOS LO BASICO.

  4. ReplyElda cuervo Duque

    Con Petro presidente #Colombia Humana ahí estamos todos .

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Marco Fidel Gómez Londoño
Profesor e investigador. Integrante Grupo de investigación Prácticas Corporales, Educación, Sociedad- Currículo (PES). Universidad de Antioquia.