La desnutrición de Júpiter y la indignación nacional

Muy triste la historia de Júpiter, pero qué buen ejemplo el de Ana Julia, la madre humana que ha hecho todo lo que sea necesario por él.

Opina - Ambiente

2020-03-02

La desnutrición de Júpiter y la indignación nacional

Columnista: 

Carmen Alicia Sarmiento 

 

Ana Julia presintió que algo andaba mal con su hijo Júpiter. Su corazón de madre, así lo narró ella, le avisaba que debía buscar al león que había tenido bajo su cuidado desde cuando lo rescató de las garras de un circo en el que sufría maltrato, hasta cuando le fue arrebatado por el DAGMA en el año 2017.

Emprendió un viaje hasta Montería en el departamento de Córdoba, donde encontró a Júpiter prácticamente en agonía. Desde esa ciudad movilizó a gran parte del país, que entonces, buscó la manera de atender al león y trasladarlo a Cali, donde fue recibido con honores por el señor alcalde, Jorge Iván Ospina y visitado por el fiscal general de la nación, Francisco Barbosa.

Ana Julia era la mamá de todos los animales silvestres, salvajes y domésticos rescatados en diferentes situaciones, ella creó un refugio conocido como Villa Lorena, el cual fue cerrado por el DAGMA y los animales reubicados. La mayoría de ellos murió.

Las historias de Júpiter, como la de niños fallecidos o en riesgo de muerte por desnutrición, en la Guajira o en el Chocó, ya son ampliamente conocidas en Colombia. Los medios de comunicación y las redes sociales han hecho viral la indignación ciudadana por estos casos. 

Pregunto, sin embargo, ¿Dónde están las mamás de los hijos del hambre y la desnutrición? ¿Por qué razón no están mostrando al mundo la situación de sus hijos, enfermos, hospitalizados muchos de ellos con fallas renales y otros cuadros clínicos producto de la desnutrición? En un país en el cual los dirigentes se empeñan en distorsionar la verdad, solo las historias de carne y, sobre todo “huesos”, de familias que no tienen cómo alimentar a sus hijos, quizá podrían despertar una indignación generalizada que nos obligue a actuar de manera distinta frente a la pobreza, la falta de empleo y la consecuencia natural que es la carencia de alimentos en la mesa de estas.

Puedo imaginar que hay temor en esas madres. Si Júpiter le fue arrebatado a Ana Julia, a pesar de estar en buenas condiciones y, con más de 200 kilos de peso, ¿Qué haría el ICBF con los niños y niñas que presentan cuadros de desnutrición? Seguramente serían puestos bajo protección de la entidad en hogares donde la historia nos ha enseñado que la infancia parece ser más vulnerable allí, que en sus propias casas. ¿Es esa la mejor solución? ¿Acaso debiera el Estado garantizar la nutrición para estos niños y dejarlos al cuidado de sus padres y madres biológicos, cuando no cabe duda, son amados y protegidos a pesar de la pobreza?

¿Cuántos casos de infantes abandonados en los hospitales se registran a diario en ciudades como Cali? Bien podría tratarse de padres desalmados que no aman a sus hijos lo suficiente como para cargar con ellos y sus enfermedades o secuelas, pero también podría tratarse de un amor tan grande por ellos que, ante la incapacidad de ofrecer el bienestar, que niños y niñas necesitan, optan por el abandono, convencidos de que estarán mejor con otras personas.

Al final de cuentas todo redunda en una sola cosa, y es que esta nación empobrecida como consecuencia de las políticas económicas que nos aplican desde el “Bienvenidos al futuro” de César Gaviria y, que empeoran con cada nueva reforma laboral, pensional o tributaria, deja a los seres humanos que habitan este país, en precarias condiciones para atender sus necesidades básicas.

Quizá las mujeres deberíamos emprender una movilización como las Madres de Soacha, o las Madres de Plaza de Mayo en Argentina… “Las madres del hambre”, y empezar a hacer visible el drama de la pobreza que limita las posibilidades de alimentar a los hijos, ante la mirada indiferente del Estado que se muestra incapaz de proteger la vida en cualquiera de sus formas, mientras se desgarra las vestiduras rechazando el derecho de las mujeres a interrumpir un embarazo.

Muy triste la historia de Júpiter, pero qué buen ejemplo el de Ana Julia, la madre humana que ha hecho todo lo que sea necesario por él.  Ellos quizá puedan ser el símbolo para emprender una cruzada contra el hambre, que nos concite a movilizarnos en defensa de la vida en flor, la vida que crece sin los recursos y las herramientas físicas necesarias para desarrollar su existencia, mucho menos sus sueños, dones y talentos. La voz de Mercedes Sosa resuena todavía poderosa en canciones como “Hay un niño en la calle”:

A esta hora exactamente
    Hay un niño en la calle….
¡Hay un niño en la calle!

Es honra de los hombres proteger lo que crece
Cuidar que no haya infancia dispersa por las calles
Evitar que naufrague su corazón de barco
Su increíble aventura de pan y chocolate
Poniéndole una estrella en el sitio del hambre
De otro modo es inútil, de otro modo es absurdo
Ensayar en la tierra la alegría y el canto
Porque de nada vale si hay un niño en la calle

No debe andar el mundo con el amor descalzo
Enarbolando un diario como un ala en la mano
Trepándose a los trenes, canjeándonos la risa
Golpeándonos el pecho con un ala cansada
No debe andar la vida, recién nacida, a precio
La niñez arriesgada a una estrecha ganancia
Porque entonces las manos son inútiles fardos
Y el corazón, apenas, una mala palabra.

Pobre del que ha olvidado que hay un niño en la calle
Que hay millones de niños que viven en la calle
Y multitud de niños que crecen en la calle
Yo los veo apretando su corazón pequeño
Mirándonos a todas con fábula en los ojos
Un relámpago trunco les cruza la mirada
Porque nadie protege esa vida que crece
Y el amor se ha perdido, como un niño en la calle

 

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Alicia Sarmiento
Periodista, abogada de la Universidad Santiago de Cali y libre pensadora.