La cultura incompleta de Barranquilla

Nos quedamos estancados en medio de nuestro folclor, el arte y la espontaneidad que, si bien son importantes, terminaron siendo cortinas para excusar la falta de civismo, la indisciplina y la irresponsabilidad.

Opina - Cultura

2020-06-08

La cultura incompleta de Barranquilla

Columnista:

Tatiana Barrios

 

Nací en Barranquilla, crecí entre sus árboles de mango en un barrio popular del sur de la ciudad, donde, bajo el candente sol, aprendí una de las cosas más importantes y valiosas de una comunidad: su cultura. En la Arenosa nos enorgullecemos de nuestra tradición oral, de nuestro carnaval, el baile, la música y la espontaneidad de nuestra gente, llevamos con orgullo ese título de barranquilleros que sentimos nos deja un sello único en nuestra identidad. Sin embargo, esa cultura tan amada y, que pregonamos como una de las más diversas y acogedoras, está incompleta y vacía.

Antes de empezar a desarrollar la idea, con la que corro el riesgo de herir egos, considero importante describir el término problemático de este artículo, necesitamos conocer qué es la cultura para entender por qué en Barranquilla hay una distorsión total de lo que esto significa y cómo una distorsión en algo aparentemente mínimo ha puesto en riesgo la seguridad económica, ecológica y hasta social de una comunidad completa.

El término cultura lo define la RAE desde dos puntos: el primero se refiere a los modos de vida, costumbres y desarrollo artístico, o de otro tipo, que existe en un grupo social; el segundo enfoque nos presenta la cultura como el conjunto de conocimientos que le permiten a alguien desarrollar su juicio crítico.

Desde un enfoque personal y, totalmente subjetivo, para mí la cultura es integral, un concepto no dista del otro, sino que lo complementa, no hay cultura con la ausencia de criterio y no hay criterio sin conocimiento de historia e idiosincrasia, necesitamos saber de dónde venimos, qué somos y qué queremos para respetarlo, amarlo, cuidarlo y posicionar nuestros argumentos en defensa de lo que conocemos y buscamos preservar. Si conozco la historia de mi ciudad, la valoro, la protejo y procuro el bienestar de cada pieza que la hace ser lo que es: historia, música, danzas, infraestructura, parques, la naturaleza, y su gente.

Nuestra cultura barranquillera ha crecido amarrada a un solo concepto, nos quedamos estancados en medio de nuestro folclor, el arte y la espontaneidad que, si bien son importantes, terminaron siendo cortinas para excusar la falta de civismo, la indisciplina y la irresponsabilidad.

Suena hasta cómico pensar que los factores más esenciales en esta época de crisis son los valores de los que tanto se les habla a nuestros niños, quienes incluso han demostrado practicarlos mejor que nosotros; el sentido de pertenencia, el civismo y la empatía, son algunas de las actitudes especiales que se han convertido en la herramienta mágica para mitigar el caos en el que estamos envueltos, un examen tan sencillo de pasar donde solo necesitábamos principalmente responsabilidad y disciplina, lo hemos perdido de forma monumental, y nuestro segundo puesto en las estadísticas de la COVID-19 es la evidencia inequívoca de este fracaso.

Y ojalá estos síntomas fueran cosa del virus, una sepa de irresponsabilidad que brotó apenas hace unos meses y se expandió, ojalá fuera nuevo, ojalá fuera extraño, pero no. Barranquilla viene desde hace años padeciendo esta ‘enfermedad’. Muchos han manejado posiciones contradictorias que se tornan confusas y terminan desvirtuando lo que de boca suelen declarar, por ejemplo: por un lado, hay a quienes no les alcanzan las palabras para describir cuánto aman nuestras raíces, el arte que se mueve constantemente entre estas calles y la música que nos representa, pero a la hora de la verdad, el Teatro Amira de la Rosa lleva años cerrado y nadie se inmutó, Bellas Artes lleva 3 años sin techo y casi nadie alzó una voz de protesta, parece no importar que tienen en el olvido espacios que propician esas danzas y herencia musical que tanto dicen amar. Les dio pereza terminar el orden de lo que conlleva amar algo, no llegaron a defenderlo. Se quedaron en la superficialidad y a eso decidieron llamarle cultura, con eso decidieron representarse sin ahondar en muchas especificaciones u obligaciones. Las palabras son hermosas, pero los actos son admirables, el amor a una cultura debería ser consecuente con las acciones que realizo, el problema del barranquillero ha sido ese amarre falso a un amor que no cuida, no protege y no conoce.

Ahora, mi querido lector, vayamos a un ejemplo más reciente, cercano y latente, sobre esta doble moral manejada en Barranquilla, un argumento certero que evidencia la cultura a medias que se ha convertido en la moda de la ciudad: desobediencia ante las medidas de la COVID-19, suena increíble pensar que la gobernadora del Atlántico e incluso los mismos ciudadanos justifiquen la indisciplina en nuestra cultura. Es cierto que aquí andamos juntos, que es costumbre jugar fútbol en la calle y hacer sancocho para compartir en las casas, pero el criterio, la consciencia colectiva y el sentido común, se supone, deberían ser parte de una ciudad con una cultura completa, si conozco que mis actos acostumbrados amenazan a toda la comunidad, NO LOS HAGO.

Sin embargo, deciden salir sin tapabocas, juntarse en las filas, toser sin cuidados, como si nada estuviera pasando, amenazando con agravar las cifras en una ciudad tan pequeña, con condiciones vulnerables en muchos de sus sectores, poniendo en riesgo la salud de otros y la propia. Nadie piensa lo que implica su acto, no solo es el contagio, las repercusiones económicas y la crisis hospitalaria son consecuencias directas de la indisciplina ciudadana, sin eufemismos, indisciplina es la palabra que define a Barranquilla en estos momentos.

Con la cuarentena queda comprobado que esta ciudad amada tiene un problema de educación ciudadana severo, un problema que inicia con generaciones anteriores a la actual, aquí la disciplina se perdió porque la “malicia indígena” se volvió ley, el más “vivo” gana, y si bien esta costumbre le ha servido a muchos, en estos momentos es un absurdo y el arma letal que pone en riego el orden público.

Aquí hasta se burlan del que respeta las normas, en la realidad alterna de Barranquilla, las personas se molestan si cumples las normas de distanciamiento para evitar contagios, se ofenden si les dices que no se pueden juntar en las filas, se ofenden si les dicen que no pueden tomar un bus lleno porque corren peligro, se ofenden si les dicen que el fútbol todavía no debe regresar, se ofenden si les van a hacer pruebas para identificar cadenas de contagio, y no siendo suficiente, ofenden a otros y se niegan a cooperar para la superación de una crisis mundial.

Quiero creer Barranquilla, quiero creer que es posible el cambio, pero para eso todos debemos ser parte y contribuir en los procesos de mitigación. La actitud que hemos tomado ante este problema, es en realidad la prueba maestra de cuán cierto es el amor a la ciudad y el arraigo cultural. Aclaro, no son todos los que han pasado por encima de las restricciones, pero sí son la mayoría, y aunque ame la ciudad y no la deje de amar, es necesario reconocer las debilidades y puntos a mejorar; muchas veces he dicho todo lo bueno que tiene este vividero, sin embargo, se me hace imposible no crear una postura crítica ante la actitud de muchos que nos deja a todos en riesgo. Queda la evidencia de una grieta cultural inmensa, donde se separaron el criterio y la historia, el amor y el civismo.

Ya queda a tu consciencia, querido barranquillero, si tu doble moral se convertirá en principio o si decides ser agente activo del cambio que necesitamos, cuidarte y cuidar a otros, tú decides si amarás de lleno la ciudad, con consciencia y criterio, o te refugiarás en la costumbre para excusar tu falta de compromiso.

Solo te deseo, amada Arenosa, que el criterio te acompañe y el civismo te haga insuperable, pues es en realidad esto lo que te hará ser grande, no te engañes con estrellas del Junior o vestidos de carnavales, es el momento de mostrar que somos mucho más que eso, que somos un conjunto de cualidades históricas, artísticas, arquitectónicas, deportivas, y lo más importante, cualidades humanas, cívicas y responsables.

 

( 1 ) Comentario

  1. Totalmente de acuerdo.

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Tatiana Barrios
Barranquilla, Colombia | Estudiante de Derecho de la UA.