La Colombia comunista de los memes 

Opina - Sociedad

2017-03-07

La Colombia comunista de los memes 

Hace unos días me llegó este meme, según el cual Santos es comunista. Según Richard Dawkins en «El Gen Egoísta», los «memes», definidos como la unidad mínima de información que se puede transmitir, conforman la base mental de nuestra cultura. Si lo que dice Dawkins es cierto, tiene sentido hacer análisis semióticos de los memes que circulan en redes sociales, pues este tipo de análisis nos puede ayudar a entender nuestra cultura política en la llamada era de la posverdad.

En el meme que me llegó, por ejemplo, aparece en un primer plano la mano de un árbitro de fútbol sacando una tarjeta roja que dice «Santos pa la mierda», y atrás la gente (¿el pueblo?) con los brazos arriba y con su tarjeta roja, gritando «fuera». Se menciona «su comunismo» (el de Santos), «sus hampones» (las Farc), y «su puto 7%» (aumento del salario mínimo este año).  Luego le dicen traidor, pero aclaran que no son «ni los del Sí, ni los del No», sino «Colombia”.

El odio que exuda el meme es evidente. Sin embargo, lo que más me llamó la atención fue la alusión a «su comunismo», pues aunque a algunos nos parezca que no tiene sentido esta afirmación, hay otros que se toman muy en serio este tipo de argumentos.

¿De dónde surge la idea de que Santos es comunista o de qué, con el acuerdo de paz con las Farc, Colombia se volverá comunista? Aunque el discurso anticomunista es “más viejo que la panela”, el hecho de que, 28 años después de la caída del muro de Berlín, vuelva a aparecer el temor al «monstruo comunista» en Colombia, no es algo casual y espontáneo. Por el contrario, es el resultado de un esfuerzo deliberado de Uribe y de los líderes del Centro Democrático, que se han encargado de instaurar este temor con su discurso del «castrochavismo», utilizado sistemáticamente desde que comenzaron los diálogos con las Farc, y de los partidarios más radicales del No, que se han dedicado a propagar este tipo de mensajes incendiarios en las redes sociales.

A veces creemos ingenuamente que nuestros argumentos son propios, ignorando que hay otras personas e instituciones, con poder movilizador, que se han encargado de que adoptemos las ideas y las preocupaciones que les sirven a sus intereses políticos. Como dijo Schiller refiriéndose a Atenea, «la mayor parte de los hombres se cansa y relaja demasiado en la lucha con la necesidad para emprender un combate nuevo y más duro contra el error. Satisfechos cuando evitan el agrio esfuerzo de pensar, dejan que otros ejerzan la tutela sobre sus conceptos».

Veamos cómo se refirió Uribe al «castrochavismo» el 26 de agosto de 2016, en plena campaña por el No:

«El Gobierno disimula su indiferencia frente a los anhelos populares con un acuerdo de demagogia agrarista que busca la colectivización del campo y la destrucción del agro productivo. Así empezaron Castro y Chávez, dejaron a sus pueblos sin comida, después destruyeron la industria, la economía toda, ahuyentaron a los empresarios y arruinaron a los trabajadores. Los ciudadanos honestos del campo rechazan la expropiación de sus tierras, reclaman condiciones para hacerlas producir (…) El Gobierno niega servir al Castro Chavismo pero le allana el camino, Chávez inicialmente negó el castrismo, la FARC por lo menos confiesa su socialismo Siglo XXI». 

Como lo explica el artículo de la abogada y politóloga Juanita Goebertus, titulado «¿Qué es cierto y qué es mito sobre el ‘castrochavismo’?», publicado en El Tiempo,  la premisa básica de este discurso es que «la entrada de la guerrilla al sistema político será el fin de la democracia porque ellos se quedarán con el poder, y acabarán con las instituciones y con la separación de poderes como lo hizo Chávez. Para la mayoría, la operación es muy sencilla: Chávez era de izquierda, la guerrilla es de izquierda, Venezuela está en crisis, por lo tanto, la guerrilla nos llevará a la crisis».

Revivir el antiguo fantasma del comunismo, que fue uno de los combustibles de la Guerra Fría, es muy peligroso. ¿Cuántas muertes y atrocidades le debemos en Latinoamérica al fantasma del comunismo? ¿Cuántas persecuciones? ¿Cuántas dictaduras? Los que apelan a este tipo de mensajes tal vez no se dan cuenta de que están jugando con fuego.

Si Robledo, Petro o Timochenko llegaran a la Presidencia, sería más entendible que aparecieran memes expresando la preocupación de que Colombia «se vuelva comunista». Pero decir que Santos es comunista porque hizo una negociación de paz con las Farc, o que Colombia se va a volver comunista porque las Farc se van a desmovilizar y van a poder participar en política, me parece una falacia.

Como concluye Antonio Caballero en su columna “El fantasma del comunismo”, no tiene sentido decir que Santos es comunista: “¿por qué iba a ser comunista Santos, oligarca donde los haya y derechista más que probado?”.

Por otra parte, tampoco pareciera tener sentido la idea de que, con la desmovilización de las Farc y su entrada a la vida política, Colombia va a virar a la izquierda y eventualmente terminará implantando un régimen político y económico como el de Cuba o el de Venezuela. Como lo explican los historiadores Luis Bosemberg y Renán Silva, “es impensable que Colombia se vuelva comunista”, pues el comunismo es un sistema político y económico que no hace parte de la tradición política del país, ni es la ideología del Gobierno, ni es la de los negociadores de La Habana, ni es la de la sociedad civil, y ni siquiera la de las Farc.

Los historiadores sostienen que en realidad lo que se llama comunismo o castrochavismo hoy en Colombia es un recurso político al miedo, a miedos presentes (la situación de Venezuela) y a miedos ancestrales:

En 2016 en Colombia la fracción más conservadora y revanchista de la sociedad, muerta de temor de que las gentes descubran que se puede intentar vivir de otra manera, y que la paz, con sus innegables e inevitables horrores es una posibilidad, vuelven a agitar ese fantasma (el del comunismo), y a atemorizar a la sociedad, despertando los miedos sobre una experiencia que será difícil y problemática, pero que, en cualquier caso, siempre será mejor, que ese pasado de violencia en el que no vale la pena permanecer. 

Aunque los argumentos que reviven el fantasma del comunismo parecieran no tener una base sólida, es necesario reconocer que son muy efectivos y que han calado hondo en la población, como lo evidencia la proliferación de memes con este tipo de mensajes y como quedó demostrado en el plebiscito del pasado 2 de octubre, en donde, tal como lo admitió Juan Carlos Vélez Uribe, Gerente de la Campaña por el No, se acudió a la estrategia «de que nos íbamos a convertir en Venezuela» para que “la gente saliera a votar verraca”.

Se trata de mensajes muy efectivos, pues apelan al miedo, a la indignación frente a la situación de Venezuela y a los fuertes sentimientos de animadversión que existen frente a la izquierda en Colombia, que en parte se explican justamente por haber tenido grupos guerrilleros de izquierda que nos han hecho tanto daño.

Lo más preocupante, como dice el artículo de El Tiempo, es el argumento de que existen ideas tan aberrantes que no deberían competir en democracia, lo cual es profundamente anti-democrático, porque «si alguien tiene el poder de decidir cuáles ideas pueden competir y cuáles no, desaparece la democracia porque nadie está a salvo. Un régimen solo es democrático si cualquier idea que sea promovida sin el uso de la violencia puede competir». También nos recuerda que hay dictaduras de izquierda y de derecha, y que en Europa, por ejemplo, hay gobiernos socialistas en democracia, «sin ninguna vulneración de la separación de poderes o del Estado de derecho, ni problemas de abastecimiento de alimentos, o de violación de la propiedad privada».

En el Día D + 90, justo cuando comienza la dejación de armas, y después de haber visto las fotos de los guerrilleros de las Farc llegando a las zonas de concentración en buses y planchones, pienso que, por más abominables que nos resulten las ideas políticas del partido que formen las Farc, es mejor lidiar con comunistas, castrochavistas y todos los demás «istas» en los escenarios democráticos, bajo las condiciones de participación política acordadas, que saberlos en el monte sembrando horror. Un horror muy lejos de la comodidad de las ciudades, pero un horror totalmente real difícil de imaginar.

En lugar del miedo a volvernos comunistas o castrochavistas, le deberíamos tener miedo a quedarnos enfrascados en una guerra que no termina, que nos ha desangrado, que ha afectado a las personas de las regiones más pobres y apartadas del país, y que no nos ha dejado ocuparnos de nuestros verdaderos problemas. Como dijo Sun Tzu en «El arte de la guerra», nunca es beneficioso para un país dejar que una operación militar se prolongue por mucho tiempo. Y 52 años es mucho tiempo.

 

 

( 1 ) Comentario

  1. De por Zeus! Que tanta ignorancia. Acaso no leyó el manual de semiología? Usted sabe que ese tipo es un estafador, que es la unidad mínima de información? Si en el manual habla de la existencia de múltiples formas de comunicación no lingüística… De por dios que ignorantes

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Eduardo Cárdenas
Ingeniero Mecánico, con estudios en Antropología, Maestría en Ciencias de la Administración, Diplomado en Periodismo Literario. Director de Investigación de Etnológica. Profesor en Eafit y UPB. Traductor de Inglés. Aficionado a la literatura, el cine, el fútbol, la bici y la música de Bob Dylan.