Jóvenes Cabal: politizando la estética de la nueva corriente uribista

Politizar la estética pone en discusión la experiencia sensible que, como sujetos, percibimos del mundo. Esto encierra, por lo menos, tres grandes supuestos: 1) la forma en cómo naturalizamos la realidad, 2) la forma en como construimos narrativas y 3) las visiones de futuro que tenemos.

 

Opina - Política

2021-11-19

Jóvenes Cabal: politizando la estética de la nueva corriente uribista

Columnista:

Juan Sebastián González Fernández

 

Curioso título, ¿no? Podrá serlo, pero nunca será más curioso que el video que en días pasados circuló por las redes sociales sobre un grupo de jóvenes defendiendo y apoyando a la candidata para la presidencia María Fernanda Cabal: los jóvenes Cabal. Se trata de un corto video en el que siete jóvenes dan, cada uno, las ideas por las cuales apoyan dicha candidatura. Intentando dejar de lado la polémica que esto originó (aunque no se puede descartar que este haya sido su principal objetivo: llamar la atención), lo que sostuvieron estos jóvenes merece un análisis profundo y en este punto propongo hacerlo desde la estética.

Aunque parezca ser complejo y distante, el ejercicio de politizar la estética no es nada difícil. Por el contrario, nos permite hacer un análisis prospectivo sobre las propuestas políticas que un partido o grupo plantea. Nos hemos acostumbrado a realizar análisis políticos a partir de la representación, de los líderes que abanderan sus ideas, de las relaciones discursivas con ideologías más poderosas, a partir de la relación con los medios de comunicación y, particularmente, en Colombia, con los grupos armados o financieros con los que se establecieron vínculos. Y todo esto está perfecto. No obstante, cuando se habla de política, una de las apreciaciones más importantes y, a mi juicio olvidada, es su proyección hacia el futuro.

Si bien la política puede enfocarse y, a veces supeditarse, a temas específicos como la administración de recursos, desarrollo económico, políticas públicas y estrategias internacionales, ningún tema político le es ajeno al futuro. Cualquier decisión política encierra, en sí misma, una idea sobre el futuro, es decir, sobre qué tipo de sociedad quiere ser o en cual desea convertirse. El proyecto de sociedad presente y futura que queremos ser es, fundamentalmente, una decisión política.

Politizar la estética pone en discusión la experiencia sensible que, como sujetos, percibimos del mundo. Esto encierra, por lo menos, tres grandes supuestos: 1) la forma en cómo naturalizamos la realidad, 2) la forma en como construimos narrativas y 3) las visiones de futuro que tenemos. En otras palabras, analizar alguna propuesta política desde la estética nos permite ver qué percepción de la realidad tienen sus actores y cómo quieren que esa realidad sea en un futuro; conservando ciertas cosas y cambiando algunas otras. De manera que encaremos las ideas de los jóvenes cabal desde su estética.

El video expone un primer elemento: la puesta en escena. El escenario es soleado, colorido y muy campestre. Quienes hablan ostentan ropa de marca (por lo menos a primera vista) y se alcanza a observar que están en un condominio residencial o en un club campestre, en cualquier caso, es muestra de comodidad y de poder. Hay que insistir, a primera vista nada más, ya que no conocemos la procedencia y clase económica de estos jóvenes. Entonces como primer elemento estético tenemos el abolengo, el privilegio y la comodidad.

Las ideas presentadas por estos sujetos como creencias («yo creo en…») son propuestas políticas, como dijimos, visiones de futuro. Suponiendo que en realidad estos jóvenes crean en esas ideas y no estén supeditados a alguna circunstancia económica, veamos qué supuestos conllevan para el futuro. Hay ideas de índole institucional, económico, social, político y de seguridad. Todas están encaminadas hacia las transformaciones impulsadas por el neoliberalismo, a saber, menos intervención estatal para «permitir» que la economía fluya libremente y, así, haya desarrollo económico.

Aquí ya tenemos una visión sobre el futuro en el aspecto económico. La ausencia del Estado en temas económicos se sustenta bajo una idea de desarrollo muy peculiar: la teoría del derrame. Esta teoría afirma que, si la elite con mayor poder económico acumula más y más dinero, inevitablemente, llegará en un punto en que su riqueza rebose y se derrame por el resto de la sociedad. Es atiborrar de comida a un animal hasta que no pueda más y, una vez pase eso, se le pueda dar a los demás, aunque no sea suficiente. ¿Qué visión de futuro trae esto? Sugiere, a nivel individual, una competencia incesante, pero, además, ningún tipo de contingencia contra las adversidades que se presentarían si el Estado dejase de existir. Vale aclarar que la intervención económica del Estado no solo se reduce a su capacidad de acreedor de impuestos, cumple una función regulatoria que impide que se realicen injusticias o perversidades.

Por otro lado, el porte de armas es de las ideas más estéticas que hay. El porte de armas puede obedecer a un gusto genuino por las mismas, incluso hasta deportivo; de estos casos no hablaremos, discutamos su perspectiva social. Una de las victorias más grandes de la civilización (con todo lo problemático que es el concepto) ha sido sustituir la confrontación física o violenta por una palabra, sea esta un argumento o un insulto.

Que se permita el porte de armas a razón de seguridad manifiesta algo entre líneas: no hay seguridad. No hay seguridad o por qué el crimen es más poderoso que las instituciones que prometieron salvaguardar la seguridad (como la Policía) o por qué la misma institución es incompetente y no puede solucionar el problema. La fuerza pública se creó, históricamente, bajo la noción de «la monopolización de la fuerza», es decir, bajo la consciencia de que existen las armas y ellas permiten una imposición sobre otros y lo más indicado es cederle esa fuerza a una autoridad responsable a la cual se le otorgan ciertos derechos y beneficios con el ánimo de que presten un servicio de protección en el caso que sea necesario.

El porte de armas particular rompe ese acuerdo y nos regresa al mencionado «estado de naturaleza» en el que cada quien es responsable de su seguridad. De ser así ¿para qué tener policía?, si yo me ocupo de mi seguridad sería un gasto caro e innecesario financiar a un aparato como el militar y policial. Aunque veamos la contradicción entre posturas (porte de armas y apoyo a la fuerza pública), lo que observamos al politizar la estética de esta propuesta es que propone acabar con los cimientos de la civilización. ¿Ahora, realmente quienes han tenido esto en consideración real?

 

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Juan Sebastián González
Sociólogo de la Universidad Externado de Colombia y pensador colombiano. Host de Qué Putas Podcast.