Homofóbicos de closet

Opina - Cultura

2017-07-03

Homofóbicos de closet

El odio hacia los homosexuales, o la homofóbia, se ha escondido sagazmente en la palabra «respeto»: «Sin duda los respetamos, pero no compartimos su orientación sexual», «respetamos a quienes protestan en la marcha del Orgullo, pero no aceptamos que se vistan de esa forma», «respeto a los gays afeminados, pero no me interesa tener una relación con alguno porque me gustan los hombres y no las mujeres», dicen muchos.

Los portavoces de esos discursos (incluidos algunos gays que, aparte de todo, son machistas y misoginos) deben convivir con personas abiertamente homosexuales en todas partes, debido a que la ley, de hecho, impide que los rechacen. No por ser buenos samaritanos, ni porque el estado haya decido voluntariamente igualar los derechos de los ciudadanos, ni tampoco por la voluntad propia de las mayoría es que hoy podemos vivir como vivimos, sino porque esos derechos fueron ganados por la protesta de muchos ciudadanos diversos, quienes estaban cansados de ser aplastados, asesinados y relegados durante años por su condición sexual.

De manera que esa inclusión a medias me recuerda una de las películas más importantes que se han hecho sobre la discriminación: The help. Allí los negros solo podían pertenecer a la comunidad cuando servían a los blancos, pero eso sí, no podían mezclarse en nada que tradicionalmente era dominado por los otros, porque los asesinaban, sin importar las nuevas leyes que ya reconocían la igualdad de los ciudadanos. Los negros eran aceptados siempre y cuando mantuvieran sus distancias y mientras no reclamaran igualdad. Tenían baños propios, barrios propios, escuelas propias y vidas aparte.

En este ambiente de aceptación a medias, el léxico fue cambiando para acomodarse a la nueva realidad social, y también para tapar la vergonzosa historia que había dejado tal práctica en los Estados Unidos. Ya no era esclavitud, porque la ley exigia remuneración monetaria para los negros por su trabajo (si es que se podía llamar “trabajo”), sino que, en cambio, se llamó “servidumbre”: palabra que pretendía justificar el estatus social de los negros, pero que a fin de cuentas seguía siendo esclavitud.

En ese contexto, cuando la sociedad blanca se dio cuenta de que la esclavitud era una palabra muy fea, no aceptaban bajo ninguna circunstancia que los ex-esclavos tuvieran sus mismos derechos, y lo peor es que había un segmento muy representativo de la comunidad negra que apoyaba estas posturas porque tenían miedo a perder sus privilegios.

Habían normalizado su esclavitud gracias a los privilegios que recibían de sus amos, y se oponían a las ideas libertarias porque podían vivir una esclavitud sin tanto sufrimiento mientras mantuvieran su estatus de obediencia. Era una libertad exageradamente condicionada.

Pasa lo mismo con la homofobia en todas sus expresiones: «Nosotros no somos homofóbicos, ni más faltaba, los respetamos y los aceptamos pero no estamos de acuerdo con eso», y la más común de todas: “Soy gay pero no estoy de acuerdo con el matrimonio igualitario ni con la adopción, porque eso no es normal”. Muchos homosexuales terminan por reconocer que efectivamente son diferentes a los heterosexuales sin aceptarlo, así como los negros privilegiados permitieron que la ideología esclavista siguiera reinando en las casas de los blancos a quienes servían. Bajo esa ideología actualmente viven muchos homosexuales: aceptados y respetados, pero de lejitos, y con ideas de vida fotocopiadas de la heterosexualidad.

La película también nos permite analizar ese fenómeno dentro del colectivo LGTBI. Hay muchos homosexuales que constantemente se auto-discriminan con el fin de moldearse a la sociedad, aceptando que son diferentes y siendo enfáticos en su rechazo a otros homosexuales. Ellos no necesitan defender sus derechos mediante causas colectivas, porque consideran que esto no es necesario; viven bien en su cajita de auto-discriminación, no necesitan casarse ni tener hijos, por lo que buscan formas de impedir que otros sí lo puedan hacer. Son los primeros en salir a condenar las marchas y el activismo.

Esos gays que multiplican sus posturas auto-homofóbicas hacen más daño al colectivo LGTBI que quienes salen a protestar por sus derechos en la marcha del Orgullo Gay.

Decidí alejarme completamente de todas las personas que me aceptaban parcialmente, porque no me interesa estar rodeado de gente que me acepte a medias. Ser el esclavo condescendiente de los demás para vivir en la misma pseudo-tranquilidad de los negros en épocas de esclavitud es, finalmente, a donde nos lleva la comodidad.

¡Qué viva la protesta! ¡Qué viva la igualdad! !A incomodar el establecimiento!

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Juan David Narváez
Escribo para expresar las cosas que no puedo decir con la voz.