¡Hambre!

Opina - Economía

2015-07-25

¡Hambre!

Leemos, escuchamos y sentimos: hambre. No hay lugar sobre la faz de la tierra, donde habite un hombre, en el que no se haya leído, escuchado o sentido: hambre. Las piedras milenarias que se han mantenido durante los –probablemente– finitos siglos pasados y los incontables por venir, han visto como en cada una de las civilizaciones se ha leído (o dibujado), escuchado, y sentido: hambre. ¿Acaso todas nuestra historia tiene en común: el hambre?

Y es que, normalmente, cuando leemos y escuchamos esta palabra (hambre), lo primero que imaginamos son los padecimientos que esta ha traído al hombre, y a todos sus ascendentes durante el transcurrir de la historia. Pero no solo en el pasado, también en presente, y el hambre que nos aguarda en el futuro. En el pasado fueron diversas las fuentes de hambre: desde disputas territoriales hasta plagas que acababan con cultivos, pasando por la disputa misma sobre los alimentos fruto de la naturaleza; ahora, nos enfrentamos a la misma lucha –para calmar el hambre– no solo por lo que nos da la naturaleza, sino también al mismo que ha convertido el alimento en una mercancía más: sin acceso para aquellos cuyos recursos monetarios no son suficientes para producirla o adquirirla.

¿Hambre en todos los rincones del mundo? Inicialmente podríamos decir que no; debido a que parte de la población mundial no pasan necesidades respecto a su alimento. Pero, contrario a lo anterior, en el texto de Miguel Pedrero para la Revista Año/Cero nos encontramos las siguientes –y aterradoras– estadísticas: 55 millones de niños y niñas menores de cinco años en el mundo padecen de desnutrición aguda como resultado de la falta de alimentos. 1.000 millones de personas en todo el mundo padecen de hambre. 1.100 millones de personas en nuestro planeta no tienen acceso a un agua segura y 2.400 millones carecen de instalaciones sanitarias básicas. El 80% de las enfermedades en los países en desarrollo (Colombia por ejemplo) están relacionadas con el agua. Además, cada día fallecen 9.000 niños de menos de diez años por beber agua no apta para el consumo.

Y… ¿Por qué no los alimentamos a todos si tenemos bastantes recursos para producir comida para todos? Porque los que lo pueden hacer, no lo quieren hacer; y han transformado el hambre en una especie de arma de destrucción masiva. La política y economía del mundo están dirigidas principalmente por tres organizaciones –capaces de hacer algo en contra de este “holocausto” –: la Organización Mundial de Comercio (OMC), el Fondo Monetario Internacional (FMI), y el Banco Mundial (BM); pero se quedan estáticas ante los números, abrumadores, en las estadísticas. No actúan debido a que están al servicio de grandes compañías transnacionales que, en última instancia, las dirigen desde la sombra.

Como es clásico en nuestro sistema económico: el dinero se encuentra por encima de la humanidad. Dinero es igual a poder en la actualidad, o así lo expresan muchas personas. Muchos sufrimos de hambre, pero estas personas que dirigen las organizaciones internacionales, cuyo único propósito es hacer dinero por encima de los demás también padecen de hambre, hambre pero de poder. Hambre por comerse el mundo, y acumular toda la riqueza posible sin importar el daño que le haga a sus semejantes.

El hambre, en todas sus connotaciones, se ha convertido en una “enfermedad” devastadora que cobra millones de vidas cada año.

Imagen cortesía de: horizontecero.com.ar

Imagen cortesía de: horizontecero.com.ar

¿Podríamos acaso cambiar el enfoque –la perspectiva– y dejar de ver el hambre como un padecimiento? Pues bien, en un mundo donde los beneficios económicos se encuentran por delante de la vida de los seres humanos –aun cuando usamos rimbombantes palabras como derechos, democracia, libertad, compañerismo, tolerancia, y, hasta, solidaridad– no quedaría otra opción que empezar, nosotros mismos, a cambiarle la cara, el significado mismo.

Y dirán: que nuestros esfuerzos son tan solo una gota en un gran océano; pero, eso es justamente el océano: una multitud de gotas.

Cambiamos, entonces, el padecimiento del hambre, la cara del hambre de poder; por más hambre, pero hambre de cambio.

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Mauricio Duarte
Editor de mi vida (y de textos). Sin palabras que me puedan definir. Columnista, estudiante de Derecho, y del arte que haga falta saber. Dijeron que escribía bien, y me lo creí. Tw. @SubEscritor