Hablemos de nuestra estupidez

Opina - Sociedad

2017-01-12

Hablemos de nuestra estupidez

En esta sociedad en la que se nos educó para tragar entero, parece que también nos educaron para ser estúpidos. Aprendimos a recitar pero no a reflexionar, y lo que es peor, a ser felices en la ignorancia propia del no entender.  De ahí la importancia del «Elogio a la dificultad» que bella e inteligentemente escribiera el maestro Estanislao Zuleta, porque lo que realmente debiéramos hacer es tomar distancia crítica de todo aquello que se nos presenta como «verdades reveladas».

Pero no es de Estanislao y su «Elogio a la Dificultad» de lo que quiero hablar. Es de Erasmo de Rotterdam y su «Elogio a la Estupidez»de lo que me quiero ocupar, aunque si leemos con atención, los dos «elogios» están íntimamente relacionados, porque justamente la falsa felicidad del facilismo que nos exime de la responsabilidad de pensar, nos acerca a la felicidad (también falsa por supuesto) de vivir inmersos en la estupidez de la que nos habla Erasmo.

Hay una estupidez enfrascada en las clases de periodismo que nos circunscribe a los hechos. Los periodistas solo podemos referirnos a los hechos, contar historias, buscar el equilibrio, que hablen todos los protagonistas del cuento… pero ¿y la reflexión? ¿En manos de quién debe quedar la capacidad de reflexionar y debatir esos acontecimientos que nos presentan maquillados y que ocultan otras realidades?

En estos días de descanso obligado he visto noticias presentadas como fabulosas cuando en el fondo, no son nada. El aumento de un mes y medio en el período de la licencia de maternidad, me perdonan pero es una ley que no consulta la realidad colombiana.

Empecemos por hacer memoria del machismo que desde tiempos inmemoriales se ha ensañado con nosotras, las mujeres. Año 1316: en la monarquía francesa y tras el breve reinado de Luis X, quien murió envenenado, entraron en pugna por el trono y le negaron la posibilidad de ser reina a su hija de 5 años, concebida con su primera esposa, Margarita de Borgoña. La razón pueden consultarla en el cuarto tomo de la saga Los Reyes Malditos de Maurice Druon, La Ley de los varones: «Las mujeres se embarazan y son impuras cada mes». El embarazo de las mujeres, circunstancia que nunca padecen los hombres, se constituyó en causal de despido y por ello el Código Sustantivo de Trabajo determinó esa protección especial a las trabajadoras embarazadas, quienes de acuerdo con el artículo 239 de dicho código, no podían ser despedidas durante el embarazo ni el período de lactancia, que ahora quedó establecido en cuatro meses y medio.

¿Dónde está el engaño? En que la mayoría de las trabajadoras colombianas tienen contratos que no son laborales y que por tanto no se rigen por las Normas del Código Sustantivo de Trabajo, es decir: «del dicho al hecho hay mucho trecho».

Sí, también es cierto que existen sentencias de la Corte Constitucional que reconocen el fuero y la licencia de maternidad a las trabajadoras contratadas bajo la modalidad del «CONTRATO DE PRESTACIÓN DE SERVICIOS», pero ello significa que tendrían que permanecer embarazadas siempre. Es bien sabido que las empresas demandadas y obligadas a reintegrar a las trabajadoras embarazadas, cumplen el fallo y NO las vuelven a contratar. Nadie quiere entrar en ese litigio que a la larga genera desempleo.

También se preguntarán si era necesario citar «LA LEY DE LOS VARONES» de la Francia del Siglo XIII… pues fíjense que sí, porque así como entonces a las mujeres no se les permitía ser reinas, hoy lo más fácil para un empleador será no permitir a las mujeres en edad reproductiva, acceder a los puestos de trabajo, y no me lo estoy inventando yo, así lo advirtió el vocero de Fenalco.

La ley que busca «beneficiar» a las madres trabajadoras, se vuelve en contra de las mujeres en un país tan inequitativo, tan machista y tan injusto como el nuestro.

Otro ejemplo de esto que les digo, es el de la prima a las empleadas del servicio doméstico. Muchas familias tendrán que asumir las labores del hogar en lugar de contratar a una persona que les ayude por horas o por días; porque otra reflexión obligada es: si las personas que trabajan bajo la modalidad de prestación de servicios u otras figuras de independencia e informalidad, no tienen derecho a prima, ni vacaciones, ni cesantías, cómo van a pagar esos derechos a la persona que podría ayudar con las labores domésticas. Es un tema de mera justicia y equidad.

Es innegable que muchos patronos se han excedido y abusado de las empleadas domésticas, pero no es menos cierto que eran un gran apoyo cuando podían ir a casa uno o dos días por semana a ayudar con las labores de aseo. Aquí todos pierden, tanto quienes ya no podrán contratar ayuda doméstica, como las personas que se ganaban el pan diario haciendo labores en diferentes casas.

También es innegable que la Reforma Tributaria aprobada por el Congreso al gobierno del Presidente Juan Manuel Santos recorta nuestros ingresos, que si antes no alcanzaban, con el IVA del 19% mucho menos.  Le metimos el hombro al proceso con las FARC y se lo metemos con ganas al del ELN, pero no nos llamemos a engaño; de este gobierno, como de ninguno de los que le antecedieron, podemos esperar gesto alguno que nos beneficie.  Aprueban leyes que nos lesionan o nos engañan haciéndonos creer que nos sirven.

Sería bueno saber por qué el Jefe de Estado argumentó inconstitucionalidad e inconveniencia en un proyecto de ley que eliminaba el cargo por reconexión en servicios públicos, así que como dirían los mexicanos, no nos hagamos tarugos que ya sabemos qué intereses defiende el Estado, y no son los nuestros.

Decidamos pues si como Erasmo «… no estar engañado es ser el más desdichado de todos», porque la realidad es dura, o si por el contrario asumimos la responsabilidad de tomar las riendas de nuestro destino, dotados de plena conciencia.

( 1 ) Comentario

  1. Que buen artículo.
    Una triste y cruel realidad que vivimos en nuestro país; Donde no se sabe que es mejor, si saber o ignorar por completo la realidad de las cosas.

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Alicia Sarmiento
Periodista, abogada de la Universidad Santiago de Cali y libre pensadora.