Érase una vez un mayo amargo

Mayo, no el del 68, sino el del 2021, se está convirtiendo en un sanguinario mes para la historia de este país. Una batalla entre la fuerza pública y la ciudadanía.

Narra - Informativo

2021-05-12

Érase una vez un mayo amargo

Columnista:

Daniel Riaño García

 

Mayo coquetea con la rebeldía, la insatisfacción y la violencia. Este mes se viste de frac para el día de las madres, pero tiene aroma de mayo, el del 68. Colombia está despertando de un mal sueño: esa extraña enfermedad llamada uribismo que parece adoctrinar hasta el punto de que sus adeptos creen que el patrón es un ser supremo, un todopoderoso. Mayo, bendito mayo. Espero que este despertar no sea un simulacro más. Que lleguen los diálogos y se pretenda conversar; pero que al pasar el tiempo nos hayamos dado cuenta de que nada cambió. Que hubo manipulación y que el Gobierno nada cumplió. Que mayo solo fue un mes en el que llovió y también se lloró.

El abuso policial parece no parar y en el momento exacto en el que escribo parte de esta columna me lleno de tristeza. La torrencial lluvia no cesa y ya son las las 12 a.m. de algún día del mes de mayo. La noche está ambientada por helicópteros que otorgan un tinte un poco apocalíptico a la escena. Escucho sonidos que asustarían a cualquiera. Me gustaría que todos sigamos luchando por un mejor futuro, en el cual no haya espacio para el uribismo y sus fieles creyentes: que caigan en el ostracismo político, para que nadie vuelva a recordarlos. Que la horrible noche cese. Que deje de llover en mayo.

La represión de la policía y de los militares en las calles ha sido documentada de forma desesperada por los ciudadanos, que con sus celulares denuncian una violencia desbordada en las principales ciudades del país: Bogotá, Medellín, Manizales y Cali. La ONU y la Unión Europea han mostrado su preocupación por estos abusos. El patrón se preocupa por sus policías y militares y los manda a dar bala para defenderse –su lema preferido–, sin embargo, ellos están armados, equipados y entrenados (eso tampoco justifica que los manden como carne de cañón). Por el contrario, la ciudadanía sale a protestar sin protección y con armas rudimentarias. No existe proporcionalidad. Mayo, no el del 68, sino el del 2021, se está convirtiendo en un sanguinario mes para la historia de este país. Una batalla entre la fuerza pública y la ciudadanía.

Hasta el momento se han registrado, según la ONG Temblores, 1814 casos de abuso policial, 504 uniformados lesionados (uno de ellos muerto), 39 homicidios de manifestantes (por violencia policial), 12 casos de violencia sexual, 111 casos de uso de armas de fuego, 963 detenciones arbitrarias, y los que faltan por conocerse. El ministro (un bribón de pacotilla) ha dicho que la policía ha actuado en el marco de la ley: pura palabrería. Los medios, junto con el Gobierno, han salido a decir que las disidencias de las FARC, el ELN y el «narcocomunismo» están detrás del caos. Siempre va a ser necesario para el partido del Gobierno echar el agua sucia a otros para legitimar su poder. Por momentos el pasado vuelve a tener eco, ya que conceptos como el de «comunismo» reaparecen en el lenguaje para justificar la brutalidad (incluso a nivel mundial). Parece como si estuviésemos condenados a buscar eternamente la sombra de un enemigo, de un fantasma.

Los medios de comunicación tradicionales muestran la protesta como una manifestación oportunista y vandálica. Término que han usado para justificar el uso de la fuerza (como sucedió con el término «comunista»).

Este no es el 68, sin embargo, sí es un mayo amargo, en el que hemos despertado. La pregunta ahora es si en algún momento las noches van a volver a ser un poco más apacibles, si va a llegar la justicia y la verdad; si por fin va a caer el uribismo junto con sus tentáculos y sus efigies ya desgastadas.

Solo espero que los helicópteros, los sonidos de las sirenas de la policía y los sonidos de las armas de fuego dejen de escucharse en estas siniestras noches. Me pregunto si algún día vamos a dormir en un país mejor, más equitativo. Sueño con que no se derrame más sangre y que el Gobierno asuma sus culpas para que mayo deje de llorar.

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Daniel Riaño García