Entre más pior, mejor

Opina - Política

2017-01-26

Entre más pior, mejor

Hablando hace ya varios, muchos, años con un amigo campesino de la difícil situación social del país, me soltó la frase: «Entre más pior, mejor, mi don». Yo, de momento, no pude entender lo que el hombre me quería significar. Años más tarde pude comprender a qué se refería. Y, obviamente, tenía razón.

Cuando las circunstancias llegan a cierto punto de crisis, no puede haber ningún escenario distinto de la mejoría. Eso parece que va a ocurrir con la llegada del señor Donald John Trump a la presidencia de los Estados Unidos.

La sociedad occidental, incluida la colombiana, está harta de los derechos. Parece que los pueblos americanos están hartos del respeto, están hartos de las consideraciones liberales y humanitarias.

A diario escuchamos los clamores por la implantación de sanciones extremas: penas de muerte, castraciones, eliminación física del opositor, del disidente, del delincuente, del homosexual, de la prostituta, del drogadicto, del otro. Los derechos humanos, el respeto por el debido proceso, por el derecho de defensa, por las garantías procesales, por la presunción de inocencia, son embelecos, melindres, que hay que dejar atrás. La sociedad contemporánea tiene que ser pragmática, tiene que ir al grano. Y sancionar como se debe, con la castración, con la extirpación total, del réprobo, del malo, del disidente, del otro.

Ese discurso lo conoció muy bien el Marqués de Sade, a quien se le aplicó en su momento. Y Federico Nietzsche lo denunció plásticamente en su Crepúsculo de los Ídolos.

Pues bien, ahora es la ocasión. La sociedad occidental tiene su oportunidad dorada de poner en práctica todas esas prácticas reveladoras de su condición ideológica cavernaria. Ha llegado al primer poder de la tierra un sujeto que carece de escrúpulos y de vergüenza para decir y hacer lo que piensa, que es aquello por lo que la gente suspira.

Donald John Trump es un personaje, bastante pintoresco, fanático de la doctrina Monroe, que se cree la encarnación de Theodore Roosevelt y quién está implementando un discurso desafiante frente a lo que constituyó el acervo de los valores propios de la cultura occidental: va a aislar a su país, mediante una muralla, cuya construcción piensa, además, cobrársela al vecino.

Denuesta de la Organización de las Naciones Unidas; va a retirar a su país de todos los tratados multilaterales que recogen compromisos de respeto por el medio ambiente, por los derechos humanos y por las condiciones de convivencia internacional, etc.

Se apresta a negar la mano solidaria a los miles de refugiados que ven en su país una puerta de salvación, olvidando que la grandeza de los Estados Unidos se ha construido justamente gracias a la presencia y acción de los inmigrantes y que su propia estirpe, los Trump, son los descendientes de inmigrantes alemanes que se asentaron en el país del norte de América.

Es la ocasión para que lo peor de la sociedad occidental haga eclosión. Para que salgan a flote los instintos, los valores, los sentimientos y las pretensiones más bajas.

Todos esos discursos excluyentes y contrarios al derecho, podrán ver, con Donald John Trump, realizados su sueños. Como cuando Hitler llegó al poder.

Pero Trump no es Hitler.

Caricatura de Ado Carmona

Puede parecerse a Hitler. Pero no es Hitler. Los tiempos son otros. Las circunstancias son diferentes. El mundo es diferente. Existe la globalización. Vivimos en una aldea global, como dijo Mc Luhan, somos un gran vecindario. La información no depende de él. Los medios de comunicación no están, como en la Alemania nazi, en sus manos.

Y los Estados Unidos de América, además poseen una Constitución Política y unas instituciones sólidas. Pero, sobre todo, tienen un pueblo, una opinión pública fuerte. La misma que forzó, mediante marchas y protestas masivas, la salida de las tropas de Vietnam; la misma que logró la renuncia de Richard Nixon a la presidencia. La misma que el 20 y el 21 de enero, llenó con voces, carteles cánticos, las plazas y las calles, en más de 60 ciudades.

Cuando el ciudadano promedio, norte o suramericano, vean conculcados sus derechos como en las épocas más aciagas del Macartismo, de la doctrina del enemigo interno, de la guerra sucia, entre otras, la reacción ciudadana masiva, multitudinaria, no se hará esperar y los que ahora apoyan soluciones autoritarias, abusivas, arbitrarias, se volcarán a las calles a reclamar de nuevo la consagración de los principios de libertad, de tolerancia, de respeto que ahora desdeñan.

Y entonces, una vez más, se habrá cumplido el anuncio de mi amigo campesino: “entre más pior, mejor, mi don”.

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Armando López Upegui
Historiador, Abogado, Docente universitario y Maestro en Ciencia política.