A pesar de llevar a cuestas veinticinco años de experiencia en la vida pública, para muchos, Hillary Rodham Clinton no está preparada para ser la presidenta de los Estados Unidos. No obstante, si se tratara de experiencia, Clinton sería la unica candidata calificada para asumir el cargo en esta contienda.
Clinton goza de vasta experiencia en el ámbito legislativo, luego es innegable que tal ventaja importa a la hora de hacer cambios. Solo así, y con posibles consecuencias políticas, será fácil tramitar reformas complejas como las de inmigración, salud y seguridad social.
Si uno se pone a pensar, en realidad la propuesta de Clinton es la única que puede mejorar la calidad de vida de los estadounidenses, porque cambio, en resumidas cuentas, significa legislación, y Hillary Clinton sabe cómo legislar con eficiencia y eficacia; ella conoce el trámite de las leyes en el congreso y, ante todo, es diestra moviendo sus fichas en el tablero donde se perfeccionan.
Legislar proyectos y reformas que generen cambio es impopular y desagradecido, a nadie le gusta meterse en camisa de once varas sin tener miedo al fracaso o, inclusive, a terminar encasillado como el malo del paseo. Los cambios requieren de un liderazgo desinteresado del populismo, por ejemplo, y Hillary Clinton es impopular, todos lo saben, sobre todo entre los americanos blancos, amantes de las armas.
Trabajar con individuos que no te agraden, o darle la mano a tantos personajes indeseables, requiere de un dirigente capaz de acordar cosas que inicialmente eran inaceptables sin perder la calma, y hacer que los cambios, a pesar de todo lo que haya que ceder, se materialicen.
No veo a Trump en estas características; al contrario, él no conoce cómo funciona la política: Es impaciente, peleonero, bully e ignorante, y piensa que la gobernanza de un país es igual a la gerencia de una empresa (error garrafal que posiblemente nos conduzca a crisis socioeconómicas gravísimas). Sí él gobierna, nadie tomará en serio sus proyectos, lo que haga será un capítulo más del reality show “President Trump” y Estados Unidos será la vergüenza del planeta.
Si hago una reseña de las cosas malas que caracterizan a Hillary Clinton, sin duda, podría asegurar que ella es, ante todo, una mujer calculadora.
Pese a esto, inmoralmente creo que hay defectos necesarios en la política, y Clinton tiene muchos de estos a su favor, o en su contra, no se: Es obsesiva con los detalles, cuenta con un equipo de gente tan calculadora como ella, intenta ser humilde con el poder para esconder su influencia ─de ahí nace el enojo de sus críticos (más por envidia que por crítica) ─, y, sobre todo, el hecho de que ella puede reunirse con los más poderosos del mundo cuando quiere.
Calculadora o no, ¿qué político no es así?
En comparación con Trump, Clinton se enfrenta a un rival bajo, de un nivel inferior a sus capacidades intelectuales y políticas, un tipo ignorante que vomita odio y mentiras. Hillary Clinton representa la intelectualidad en la política, el poder de la calma y la astucia, así como la innegable agilidad de la mujer en la resolución de problemas bajo presión, y la importancia del detalle.
No obstante, ha perdido credibilidad debido a la resonancia exagerada de algunos escándalos que han sido resueltos en el pasado, pero que desafortunadamente han resurgido en esta campaña.
Y, a pesar de que la carrera presidencial sirve de escrutinio personal para todos los candidatos, en el caso de Clinton ─como es normal entre las mujeres exitosas─, ha sido doblemente duro y reiterativo. Basta con observar los acontecimientos más relevantes de su vida pública y la exageración de los escándalos que ha enfrentado. Ha sido doblemente juzgada y criticada; inclusive más que la de cualquier otro político estadounidense candidato a la presidencia en la historia reciente.
Los opositores condenan a Clinton por un error que cometió cuando servía como Secretaria de Estado: El uso de un correo personal para recibir información de su cargo (mal pase del que salió victoriosa gracias a que, en gran parte, la justicia falló a su favor). Curiosamente, esa práctica ha sido común entre otros secretarios de estado sin mayor trascendencia.
Pero cuando se trata de Hillary Clinton, todo se agrava: Los republicanos y Trump (no sé qué tan republicano sea un candidato que no tiene el apoyo de su propio partido, salvo en este caso, por ejemplo), como borregos, han querido exagerar las consecuencias de los correos presionando al FBI para que reabriera una investigación federal a 12 días de las elecciones presidenciales (muy sospechoso); pese a esto, no han podido demostrar algún delito.
Por otro lado, es verdad que Clinton estaba a cargo de la misión estadounidense en Libia cuando fue atacada en 2012, pero culparla enteramente por el error, en lugar de responsabilizar a Obama como jefe del Estado Mayor Conjunto, a la CIA, y demás agencias involucradas, me parece un hecho sin precedentes que demuestra claramente el nivel de sobre exigencia con el que han medido a la candidata demócrata.
Sigue siendo cuestionada por el escándalo de la oficina de viajes de 1993 (Travelgate). Un hecho insignificante que pudo solucionarse en tres semanas, pero que, sorpresivamente, se extendió durante años, tanto en asuntos legales como en críticas y juzgamientos.
Ni hablar del escándalo Lewinsky. Notoriamente, el tratamiento de este tipo de escándalos es muy diferente al de sus compañeros o antecesores políticos
Quizás por ser mujer, quizás no, pero sus enemigos no han tenido la misma crítica hacia otras primeras damas, por ejemplo. ¿Por qué?, posiblemente porque sus predecesoras decidieron mantenerse detrás de la raya alejándose de todos los asuntos que no les correspondían; usaron su poder para cortar listones y hacer videos en YouTube.
Cuando las mujeres toman decisiones difíciles y se enfrentan cara a cara con las consecuencias, la responsabilidad se duplica. En adelante, ellas son, tristemente, el foco prolongado de las críticas y la injusticia.
Ninguna primera dama en la historia de los Estados Unidos se ha encargado de una reforma a la salud como lo hizo Clinton en el gobierno de su esposo; ninguna de ellas ha vivido el fracaso de un proyecto de tal envergadura mientras intentaba salvar su matrimonio.
A pesar de llamarla feminazi y machista (contradictoriamente), yo creo que Hillary Clinton ha roto muchos roles tradicionales de la mujer en la sociedad, y ha demostrado que no hay diferencia entre mujeres y hombres en la política.
El hecho de que la persona más poderosa del mundo sea una mujer, por ejemplo, es un llamado a las sociedades por la igualdad de derechos, máxime a las que actualmente viven sin poder ejercerlos.
Hay una frase que me gustaría destacar de sus memorias: “I suppose I could have stayed home and baked cookies and had teas but what I decided to do was fulfil my profession, which I entered before my husband was in public life.” (Supongo que pude quedarme en casa horneando galletas y tomando té, pero lo que decidí hacer fue entregarme a mi profesión, a la misma que inicié antes de que mi esposo estuviera en la vida pública).
Sin embargo, la razón más poderosa por la que Hillary Clinton debe ser la presidenta de los Estados Unidos, es su deseo de corregir los errores del populismo Obama y acabar con la hegemonía de Putin. Si logra eso como política y mayor igualdad como mujer, sin duda, será una presidenta digna de recordar.