En Colombia hay dos países

Aquí los presidentes no se caen, los ministros no renuncian y los servidores públicos no sirven. ¿Será por eso que el pueblo no reacciona?

Opina - Sociedad

2018-09-26

En Colombia hay dos países

Desde hace algún tiempo vengo preguntándome ¿Qué nos pasa a los colombianos que todo lo dejamos pasar? Naturalmente, se me vinieron a la cabeza muchas posibles respuestas. Recordé algo que me dijo una vez un periodista amigo y era que como en Colombia sucedían tantas cosas, no teníamos el tiempo ni la agilidad mental para asimilarlo todo. El vértigo informativo.

Esto me satisfizo por un tiempo, pero mi cabeza volvía al mismo cuestionamiento; es que tenía que haber algo más que una simple sobrepoblación de noticias. Esa indiferencia que raya en la indolencia con que en Colombia nos tomamos las cosas que pasan. No en vano dicen por ahí que todo se va volviendo paisaje.

Recuerdo cuando después de firmado el acuerdo con las FARC, en Colombia comenzaron a asesinar sistemáticamente líderes sociales. Al principio, era una noticia en medios que incluso llegó a trascender a numerosos hashtag en las redes. Sin embargo, hoy en día, siguen los asesinatos de dichos líderes, pero ya en algunos medios se habla de ellos como una mera estadística. Algo así como ¿Cuántos han matado esta semana?

La indignación en nuestro país, se asemeja a las olas del mar. Crece por momentos y hace ruido, pero cuando va a llegar a la playa, es decir, cuando toda esa indignación puede transformarse en acciones concretas, se diluye, pierde fuerza y por fin se apaga.

Pienso que el tema va más allá de una simple apatía ciudadana; y es que ya en otra columna analizábamos la falta de pertenencia de los colombianos a esta tierra. Pero creo que si bien es cierto todo lo que se diga de la indiferencia de los coterráneos a todo lo que sucede a su alrededor, me parece que lo fundamental, es que el sistema desde sus cimientos está diseñado para que las cosas no funcionen y para desestimular la participación y el control de la ciudadanía.

La Ley Estatutaria 1757 de 2015, que a su vez reformó la Ley 134 de 1994, que consagra los mecanismos de participación ciudadana como la revocatoria del mandato, el plebiscito, la consulta popular y otros más, incluye ríos y ríos de papel acerca del procedimiento y trámite para poner en movimiento dichos mecanismos de participación y control político.

Y son tantos los requisitos para activar dichos mecanismos democráticos, que a los ciudadanos se les hace casi imposible cumplirlos y, esto a la larga, es un blindaje que el sistema se hace desde adentro. ¿A cuántos alcaldes se les ha revocado su mandato? Se cuentan en los dedos de las manos y, por supuesto, nos sobran varios dedos. Y eso, que en los pocos casos en los que ha procedido dicha revocatoria, ha sido en municipios pequeños donde es mucho más fácil el lleno de los requisitos estipulados en la ley.

Y es en este punto donde ya creo escuchar a los juristas más puros decir que tanto trámite hace parte de la seguridad jurídica de un ordenamiento basado en principios democráticos. Pero la seguridad jurídica no puede ser el palo en la rueda que atranque el control ciudadano. Y tal vez por eso nos llaman dizque la democracia más antigua y estable de Latinoamérica. Porque nuestro sistema se robustece con las toneladas de papel en las que se escriben las leyes que para nada sirven.

Y esta es quizá la respuesta que andaba buscando. En Colombia hay dos países. Uno tal vez el de Alicia, donde habitan las leyes y la constitución que no se ha podido estrenar del todo, donde todo es maravilloso y funciona. Y el otro, donde habitamos los colombianos. Los que sabemos que aquí no pasa nada y que la justicia, como todo en este país, es selectiva y clasista y donde todos tenemos muy claro que donde se hace una ley, cohabita la forma de violarla.

Y será por eso que todos los días los políticos se ríen de nosotros y se preguntan con cierta socarronería ¿Qué es aquello que llaman ética? Porque tienen bastante claro que aunque algunos medios hagan escándalos de año en cuando, nunca les pasará nada.

Aquí los presidentes no se caen, los ministros no renuncian y los servidores públicos no sirven. ¿Será por eso que el pueblo no reacciona? ¿Qué tendrá que pasarnos como nación para que algún día dejemos la minoría de edad y nos ocupemos de nuestros asuntos como pueblo?

En este punto me permito ser optimista. Creo que algo está cambiando en nuestra sociedad. Las redes sociales y, en general la Internet, nos han permitido informarnos y cohesionarnos con lo que pasa en nuestro entorno. Pero aún nos falta. Aún debemos adquirir más fuerzas y salir de la web, al mundo real. Aún nos sigue faltando ese centavito para realmente asustar a los políticos de siempre. Porque no basta con firmar una petición en una plataforma virtual. Hay que salir a la calle, resistir, hacer plantones y protestar.

Hay que dar ese paso que nos transformará de una sociedad indignada en Facebook y Twitter, a una ciudadanía empoderada de sus intereses. Aún nos falta hacerles entender a nuestros gobernantes, que no somos nosotros quienes les servimos a ellos; son ellos, quienes nos deben servir a nosotros. Pues es el pueblo quien los elige y es al pueblo al que ellos se deben.

Y soy optimista porque creo que con lo que pasó el pasado 26 de agosto —a pesar de toda la propaganda negra que circuló y a pesar de que el único interés de los ciudadanos era precisamente acabar con la corrupción—, el resultado fue bueno y deja un precedente importante en la historia política del país.

Ojalá que las cosas sigan cambiando para que no nos quedemos tan tranquilos cuando los de siempre nos manejen mal.

 

 

( 1 ) Comentario

  1. ReplyCarlos Ricardo Escobar

    Lo decía la esposa del asesinado candidato a la Presidencia por la Unión Patriótica Jaime Pardo Leal: la indignación de los colombianos dura hasta que la Selección Colombia mete un gol. Entre manipulación de medios hasta ficticias peleas que sostienen y embaucan en nombre de esa “Democracia más antigua y estable de América… (Cómo sería todo si no fuéramos “democracia”?

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Mauricio Ceballos
Mauro Ceballos Montoya (Junnio), es abogado, comunicador social-periodista, amante de la literatura, la música, la radio y los animales. persona sensible, buen amigo, alegre y optimista. le gusta hacer las cosas bien y por eso es algo perfeccionista. no le gustan las injusticias y trata de no quedarse callado, aunque a veces es difícil. tiene la costumbre de malpensar, porque dice que así está más consciente de su realidad. por último, quiere compartir con usted, este pequeño escrito que en mucho o en parte, lo condensa todo: Puro humano. Soy juez y parte, fiscal y defensor, luz y oscuridad, ángel y demonio, egoísta y altruísta, tímido y despierto, soy la duda y la razón, lo ideal y lo absurdo, creyente y necio, trasparente y mentiroso. Soy la contradicción perfecta, humanidad pura.