Empecemos desde cero

Opina - Educación

2017-04-18

Empecemos desde cero

En tiempos de pos-acuerdo y de una transición política, cultural y social, resulta pertinente replantear los contenidos del modelo educativo en Colombia para darle un giro a las generaciones de paz. Si bien el Presidente Juan Manuel Santos, de la mano de la ex–ministra Gina Parody, firmaron el decreto de la Ley 1732 que pedía la inclusión de una Cátedra de la paz en los colegios, valdría la pena entonces revisar si adjunto a esa Cátedra de la paz, que también debería incluir un espacio para la memoria histórica, también se debería implementar del todo un espacio para el civismo y la ética.

Aunque en algunos colegios se dicta ética, considero que el espacio no se ha sabido desarrollar. Por un lado, algunos solo buscan definir cada valor y se quedan en la teoría sin explicar la importancia de adquirir valores indispensables para la sana convivencia con los demás. Por otra parte, algunos colegios cometen el error de mezclar la ética con la religión, como si el comportamiento y los buenos valores solo fueran aquellos que promueve el catolicismo. Allí habría que revisar nuevamente cómo estamos educando civilmente a los más pequeños, y repensar si debemos fomentar valores dependiendo del decálogo del buen comportamiento del católico o si debemos crear unas buenas bases que simplemente correspondan al respeto de las leyes, las diferencias y las dinámicas que va imponiendo la sociedad.

Aunque hay familias e incluso maestros de escuela que afirman que “los valores se enseñan en casa”, me parece indispensable que los niños reciban una educación que los haga conscientes de la importancia de cumplir con las normas no por obligación o miedo sino por naturaleza. Así, en el momento en que interiorizan ciertos valores cívicos y éticos que servirán para la sociedad, sentirán un sentido de pertenencia por el espacio que comparten y la ciudad en la cual habitan con seres que piensan y actúan diferente.

Basta con salir a la vuelta de la esquina para darse cuenta que vivimos en una sociedad violenta y facilista, que precisamente se olvidó de conductas cívicas y educadas como saludar, dar el paso o respetar las normas de tránsito. Entonces, cuando observamos que muchos de los accidentes o de las riñas que se presentan en la ciudad se da porque alguno no respeto un “pare” o porque alguien no supo respetar una fila o incómoda el vecindario, entendemos que existen vacíos en la educación que al quitar una guía de civismo y comportamiento ciudadano, generó un escenario donde para todos vale más el que es “más vivo” que el que es correcto.

Es en momentos así donde recuerdo el modelo educativo que muchos comentan en la academia acerca de Japón, donde primero se enseña ética y valores y después si se da prioridad a las ciencias y a las artes, pues para el modelo educativo japonés es indispensable que sus ciudadanos forjen un carácter ético y una educación basada en el respeto, de manera que todo lo que se dediquen a hacer posteriormente esté mediado por un sentido de pertenencia por lo que son y una armoniosa convivencia con quienes comparten no solo un salón de clases sino también las calles que suelen recorrer en su cotidianidad.

Si Colombia quiere apostarle en realidad a la paz, debe empezar a educar a su gente en pro del respeto no solo con los otros sino también con las normas, pues un sujeto que no se halla comprometido con sus deberes como ciudadano fácilmente puede convertirse en un delincuente de la noche a la mañana.

Imagen cortesía de: Agencia de Noticias UN – Universidad Nacional de Colombia

Además, es importante que desde las instituciones educativas halla un compromiso por retomar espacios para formar seres capaces de demostrar buenos principios en cualquier espacio, desde la fila del banco hasta la casa donde se hace visita, pues, si partimos del Manual de Urbanidad de Carreño, una de las maneras de demostrar educación y gratitud con las personas a quienes se visita, es importante ofrecer algún tipo de detalle que simbolice el gesto de amabilidad con el otro.

Aún guardo esperanzas de que los valores no sólo se enseñen en casa, sino que también el Estado y las instituciones educativas se comprometan a formar personas no sólo en pro de los intereses del mercado y de la ciencia, sino que también sean capaces de formar a serse humanos que saben comportarse de acuerdo al tiempo y al espacio al cual pertenecen, eso sí, sin generalizar ni ofrecer discursos hegemónicos que tiendan a formar un solo tipo de personalidad.

Así pues, en la medida en que sepan guiar en la subjetividad de un individuo su conducta frente a los demás, se podrán evitar escenarios de violencia que parten de la intolerancia a la diferencia y de la violación a las normas que todo ciudadano debe acatar y aceptar en el mismo momento en que decide habitar su ciudad.

 

Andrés Osorio Guillot
Estudiante de filosofía y letras. Interesado en reconstruir historias y narrar al país desde el periodismo. Trabajo temas en cultura, sociedad, memoria, conflicto y literatura.