El regreso de Pachito

Es un bobo adorable, no un cretino grosero como la Cabal, que exhibe su idiotez de manera ramplona. Pachito tiene, parafraseando a Coco Chanel, la elegancia de la sencillez; es un bobo tranquilo, sin aspavientos ni mezquindades.

Opina - Sátira

2020-07-17

El regreso de Pachito

Columnista:

Óscar Perdomo Gamboa

 

Las más recientes noticias, como ya es costumbre en Colombia, van de mal en peor. Más contagios y muertos por COVID sin IVA, nuevas grabaciones que vinculan a Duque con su Ñeñe querido, y varios asesinatos de líderes sociales que se han vuelto paisaje en este país indolente. Sin embargo, entre tanta tragedia hay que resaltar la reaparición de un personaje adorado por todos los colombianos: el bobo perfecto, el genial Francisco Santos.

Pachito es el hijo bobo al que todos en la familia quieren porque es tierno, inocente y gracioso. No como Iván Duque, un zopenco fanfarrón que se precia de su papel de badulaque, pues nadie espera más de él. Comparen lo obtuso que se ve el subpresidente con sus emoticones antivirus ante la dulzona cara de despistado de Pachito. Duque es un majadero que quiere aparentar inteligencia con palabras rebuscadas y termina diciendo estupideces como “unicornio tecnológico” o “neochavismo”. En cambio, las tonterías fluyen de la boca de Pachito de manera tan natural como el agua de un manantial o de los acueductos de los bonos de Carrasquilla.

Es un bobo adorable, no un cretino grosero como la Cabal, que exhibe su idiotez de manera ramplona. Pachito tiene, parafraseando a Coco Chanel, la elegancia de la sencillez; es un bobo tranquilo, sin aspavientos ni mezquindades. No necesita ladrar su torpeza como el atarván Mejía, sino que susurra su ingenuidad con voz meliflua, caricaturesca, agradable al oído y al sentido del humor, como si estuviera hablando mal de Carlos Holmes Trujillo en una cafetería.

Tampoco es un, simplemente, un ignorante sin educación, como el bachiller Macías. Pachito es un hombre recorrido, acostumbrado a los lujos y los viajes con dineros del erario, un ciudadano del mundo. Por eso su comida típica colombiana es Taco Bell y pide que a los estudiantes no les den subdesarrollado bolillo sino primermundista electroshock, por eso tiene en su mente megaproyectos de impacto global como Miss Universo y el Mundial de Fútbol. A Pachito le cabe el planeta en la cabeza, no tanto como a Alberto Bernalga, pero le cabe.

Pachito no es un bobo atenido, como Narca Lucía Ramírez, a quien le tuvieron que poner una consejería para administrarle la estulticia. A pesar de sus evidentes taras, Pachito se esfuerza por trabajar por el país. Como buen niño rico, el puesto se lo dieron en la empresa de su familia, el periódico El Tiempo, donde exigió al máximo a su equipo, sobre todo a los correctores de estilo. En RCN Radio también nos bendijo con horas y horas de propaganda verborréica que hubiera envidiado Mario Moreno, pero que desplomó la audiencia de la emisora. Precioso.

El compromiso de Pachito con sus ideales, por inanes o turbios que sean, es incontrovertible. No es un bobo tibio como Fajardo, que dice sus perogrulladas enfundado en su toga y birrete imaginarios. Pachito es un bobo con convicción que no duda en acusar de guerrilleros a quienes velan por los derechos humanos, así sean ONG europeas. Es agresivo, pero tierno, como un pincher que se cree dóberman. Escúchenlo despotricar contra Venezuela sin argumentos ni norte, cual estudiante que no ha hecho la tarea; dan ganas de darle un coscorrón y una sonrisa. Por eso su comodidad en la embajada de Estados Unidos, porque allá tiene su igual, su anhelo hecho presidente, el incomparable intelecto de Donald Trump. Y, como los mencionados perritos, es fiel a su amo; en el Centro Democrático le han hecho el feo varias veces por órdenes de Uribe, y aún así siempre regresa moviendo el rabo y babeando.

Y esa fidelidad a su amo fue la que nos trajo su más reciente gracia. Por defender a Uribe, Pachito decidió atacar al exfiscal Eduardo Montealegre, quien aseguró que denunciaría al expresidente en la Corte Suprema de Justicia y lo trató de “criminal de guerra”; pero, al evidenciar que Montealegre había aceptado contratos durante el mandato de Uribe, expuso la mermelada que el innombrable repartía para que no lo investigaran y mostró aún más su corrupción ante las indignadas risas de los colombianos.

Alguien dijo hace mucho rato que Pachito es como el mensaje de Misión Imposible, cada vez que habla se autodestruye. Pero no es cierto, Pachito resiste todos los ataques, incluso los propios. Por eso aún tendremos años, quizá décadas de sandeces de nuestro amado pachito, nuestro bobo favorito.

 

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Óscar Perdomo Gamboa
Profesor universitario y doctor en humanidades. Escritor de novelas como “Allá en la Guajira arriba”, “Hacia la Aurora” y “De cómo perdió sus vidas el gato”; así como los libros sobre caricatura “Afrografías, representaciones gráficas y caricaturescas de los afrocolombianos” y “Mil caricaturas afro en la historia de Colombia”.