El fútbol nos une

Los goles del afrocolombiano Jerry Mina no pueden esconder el racismo y la animadversión étnica con la que el Estado colombiano y las élites “blancas” han desatendido las necesidades de comunidades negras de la tierra del espigado defensa colombiano, y que se extienden a todo el Pacífico colombiano.

Opina - Deporte

2018-06-29

El fútbol nos une

El fútbol, como deporte de espectáculo, exhibe por estos días su dimensión planetaria gracias al Mundial de Fútbol que se adelanta en Rusia. Millones de seguidores, hinchas, fanáticos y televidentes, siguen de cerca los partidos programados para un mes largo de competencia.

La presencia de la Selección colombiana de Fútbol en este evento mundial y de numerosos hinchas que han acudido a los estadios, por supuesto que acapara el interés de millones de compatriotas, impulsados por las empresas mediáticas que explotan comercialmente el cubrimiento periodístico del certamen futbolero y hacen lo propio con el patrioterismo que aflora cuando se exhiben los colores patrios y se enarbola el amor por la Patria, con todo y sus símbolos.

Sea esta la oportunidad para comentar los llamados a la “unión y a dejar atrás las diferencias”, que comerciales bien logrados, buscan no solo que afloren los sentimientos de fraternidad y amor patriótico, sino que buscan, así sea por largos 90 minutos, que olvidemos hechos de una realidad política, social y económica compleja como la que acompaña la historia del país.

Publicistas, periodistas, presentadores y presentadoras, comentaristas, narradores deportivos y analistas, hacen parte de la estrategia comercial con la que se busca “unir” a una Nación que arrastra problemas y dificultades, justamente porque no existe un único proyecto de Nación con el cual sea posible superar las diferencias regionales, pero por sobre todo, que nos permita dejar atrás prácticas y acciones históricamente contaminadas por un ethos mafioso que unos pocos hinchas y fanáticos colombianos exhibieron en inmediaciones de los estadios y dentro de los mismos escenarios deportivos en la lejana Rusia.

La magia del fútbol y, por supuesto, la fuerza comercial de las marcas involucradas en los patrocinios, a lo que se suma el poder mediático, constituyen un placebo con el que, por espacio de un mes, se suministra a una sociedad que exhibe sus peores enfermedades en la política, en las decisiones económicas, en las acciones sociales y en las prácticas culturales.

Es tal el efecto terapéutico de ese placebo llamado Fútbol (Masculino y de Mayores), que millones de colombianos olvidan el sistemático asesinato de líderes y lideresas sociales y políticas; de igual manera, que esos mismos connacionales parecen no entender lo que se vendrá para el país cuando el 7 de agosto se instale el gobierno de Iván Duque, elegido por la fuerza y las mañas de un Régimen político soportado por el ethos mafioso y por la histórica incapacidad de sus élites, de construir un proyecto de Nación en el que quepamos todos.

Y no se trata de una invitación a no gozar del deporte espectáculo. Por el contrario, el llamado es a resistirse a los efectos terapéuticos de ese placebo. Y la mejor forma de hacerlo es atendiendo, asumiendo y aceptando, con actitud ciudadana, que como sociedad arrastramos graves problemas de violencia política, social, económica y cultural. Los goles del afrocolombiano Jerry Mina no pueden esconder el racismo y la animadversión étnica con la que el Estado colombiano y las élites “blancas” han desatendido las necesidades de comunidades negras de la tierra del espigado defensa colombiano, y que se extienden a todo el Pacífico colombiano.

Si momentáneamente el fútbol logra “unirnos” como es el propósito social y político de los mensajes publicitarios y del periodismo deportivo, que esa unión gire en torno a reconocernos en las diferencias, a respetarlas y, sobre todo, a proscribir ese ethos mafioso que unos cuantos hinchas exhibieron en Rusia y que es el mismo que guía a buena parte de nuestra élite empresarial, militar, industrial y bancaria.

 

 

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Germán Ayala Osorio
Docente Universitario. Comunicador Social y Politólogo. Doctor en Regiones Sostenibles de la Universidad Autónoma de Occidente.