El feminismo es el verdadero igualitarismo

El término feminismo está cargado de un significado histórico y político que no se puede borrar de un momento a otro porque eso significaría negar la existencia de un orden patriarcal que subordina a las mujeres, además de desencarnar una lucha que ha sido esencialmente de las mujeres para las mujeres.

Opina - Sociedad

2019-08-25

El feminismo es el verdadero igualitarismo

Autor: Jean Paul Saumon 

A propósito de las recientes manifestaciones en México contra los feminicidios desbordados en los que han estado implicados miembros de la Policía, de nuevo salen a relucir en redes los discursos antifeministas que pretenden deslegitimar sus luchas. Esta es una respuesta a aquellos que piensan que el feminismo es una ideología pasada de moda a la que le deberíamos cambiar el nombre.

 

Hablar de feminismo desde mi posición de hombre (aunque tenga una experiencia disidente de la masculinidad como maricón), no deja de ser problemático, exponiéndome a ser señalado de ‘machirulo’ o ‘feministo’ por algunas compañeras reacias a que los hombres, así nos identifiquemos como maricones, hablemos de feminismo.

Mi intención no es decir cómo debe ser el feminismo, pero sí el de aclararle a muchos desconfiados del feminismo, sobre todo hombres y no pocas mujeres, que esos prejuicios que se han creado acerca de este movimiento no son más que mala propaganda elaborada por aquellos que siempre han querido desprestigiar la lucha de las mujeres, desde cuando las sufragistas exigieron el voto femenino hasta el día de hoy cuando la ira de las mujeres se toma las calles latinoamericanas en contra de los feminicidios o presionando por el derecho al aborto.

Por eso quiero comenzar esta disquisición en respuesta a algunos de los más difundidos prejuicios que se han dicho sobre el feminismo, fundamentalmente hacia aquellas afirmaciones que se vuelven virales y comienzan a constituirse en parte del sentido común de las personas, y esas son las más peligrosas, porque después de que se instalan allí, es muy difícil rebatirlas.

Una de estas afirmaciones es la que pretende mostrarse como una postura armónica, que quiere escapar a los extremismos, algo así como una posición despolitizada, light, muy al estilo de la nueva derecha que se pretende de centro y pregona en sus campañas políticas, ‘no somos ni de derechas ni de izquierdas’, y así confunden a su electorado mostrándose independientes, pero cuando te das cuenta, no son más que tecnócratas alternativos que utilizan el lenguaje políticamente correcto para aplicar sus políticas neoliberales. La afirmación a la cual me refiero es la siguiente: ‘Ni feminismo, ni machismo. Creemos en el igualitarismo’.

Aunque parezca simple, incluso una máxima tentadora, no deja de tener ciertos vacíos porque no termina diciendo nada. Aunque las personas que la reivindiquen quieran decir que no quieren privilegios ni para hombres ni para mujeres, en realidad lo que están haciendo es negar de tajo la carga política del concepto de feminismo, borrando consigo la lucha de siglos por parte de las mujeres por su reconocimiento en un contexto dominado por los hombres.

En ninguna parte las feministas han dicho que su reivindicación es la superioridad de la mujer ante el hombre, o la imposición de un régimen dictatorial para dominar al género masculino.

De hecho, si averiguamos en qué han consistido las luchas del feminismo, podríamos decir sin dudarlo, que el feminismo es el verdadero igualitarismo, ya que es este el que busca que las mujeres dejen de ser oprimidas, que los hombres abandonen sus privilegios para que por fin las mujeres sean tratadas como personas, no solo ante la ley, sino social, cultural y materialmente, o sea, una verdadera equidad de género en la vida real, no solo en el papel.

Pero si esto es así, entonces, ¿por qué las mujeres siguen llamando al feminismo, feminismo?, ¿por qué no simplemente cambiarle el nombre por igualitarismo y evitarnos el problema de la polarización?

Resulta que este debate no es nuevo, desde el siglo XIX, el humanismo pretendió luchar por la igualdad entre hombres y mujeres, lo que realmente era simple retórica ya que cuando se habla de igualdad, los hombres siempre salían más favorecidos.

La igualdad siempre fue una igualdad entre hombres, de hecho, las mujeres nunca hicieron parte de los proyectos emancipatorios de los hombres del siglo XVIII, durante la Revolución francesa.

La ‘égalité’, esa hermosa palabra que enarbolaban los revolucionarios franceses, no acogía los derechos de las mujeres, aunque estas hubieran cumplido un papel fundamental en el derrocamiento de la monarquía como en la marcha a Versalles. Le tocó a Olimpe de Gouges redactar La Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana en 1791, lo que le significó perder la cabeza ante el delirio autoritario de los jacobinos.

Originalmente, la denominación de feminista no estaba dirigida a las mujeres que luchaban por sus derechos, al contrario, esta palabra era un insulto para designar a hombres enfermos que veían disminuida su virilidad, y después sería utilizada para burlarse de aquellos hombres que apoyaban al movimiento por los derechos de la mujer, como John Stuart Mill, algo parecido al término ‘mangina’ utilizado actualmente para seguir insultando a los hombres aliados del feminismo.

Poco después, Alexandre Dumas, el célebre escritor francés, comenzó a utilizar el término para burlarse directamente de las mujeres que luchaban por sus derechos. Fue Hubertine Auclert, una sufragista, la que decidió apropiarse del insulto feminista para resignificarlo y volverlo la denominación oficial del movimiento por los derechos de la mujer.

Es por eso que el término está cargado de un significado histórico y político que no se puede borrar de un momento a otro porque eso significaría negar la existencia de un orden patriarcal que subordina a las mujeres, además de desencarnar una lucha que ha sido esencialmente de las mujeres para las mujeres, aunque el sujeto del feminismo haya sido tan discutido recientemente.

Eso no ha impedido que las posturas más críticas contra el esencialismo de género, como la teoría queer, reivindiquen la carga histórica del término, permitiendo que continúe como una nueva vertiente de este, llamada ‘transfeminismo’.

A esto añadiría que es necesario preservar la genealogía del término debido al perenne odio hacia lo femenino que fundamenta la reafirmación de la masculinidad patriarcal, esa misma misoginia que permea no solo a los hombres heterosexuales, sino que también afecta a la construcción de la masculinidad homosexual normada, esa misma que pone en Grindr, cero plumas.

El feminismo es una reivindicación de lo femenino, y no hablo de una sola manera de vivir la feminidad, pero sí de lo que el patriarcado ha construido como su antagónico, aquello que quiere dominar, explotar, negar, destruir.

Por último, una mujer a la que admiro mucho por sus luchas me dijo que no era feminista porque el feminismo victimizaba a las mujeres, otro prejuicio extendido contra el movimiento para negar las denuncias de violaciones y acoso.

A lo que me gustaría responderle, ¿cómo puede victimizar a las mujeres un movimiento que las empodera, que las organiza, que las hace conscientes de sus opresiones, que las considera agentes de cambio, en vez de solo objetos sexuales, pasivos, sumisos, domesticados? ¿Acaso no es el patriarcado el que vuelve víctimas a las mujeres, abusándolas, violándolas, matándolas? En eso ha consistido la propaganda sucia antifeminista, en hacer ver a tus compañeras de lucha en tus enemigas.

 

 

Foto cortesía de: Magnet

 

 

( 1 ) Comentario

  1. Muy buena columna, esclarece algunos conceptos y aporta a la discusión sobre la igualdad.

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Jean Paul Saumon
Ibaguereño. Profesional en Filosofía y Letras de la Universidad de Caldas. He sido docente universitario y editor de la revista El Salmón Urbano de Ibagué. Mi trabajo está enfocado en la poesía y el artivismo a través de la performance. Hablo desde mi posición como "marica" y transfeminista, además de tomar una postura contra el capitalismo y el extractivismo. Mi grupo favorito son los Beatles.