El duquismo no existe, pero el clientelismo sí

Cada que hablan de uribismo, santismo y ahora de un espectral duquismo, se confirma la captura del Estado, el debilitamiento de las instituciones públicas y la consecuencial derivación de una institucionalidad de carácter mafioso-clientelar.

Opina - Política

2021-02-08

El duquismo no existe, pero el clientelismo sí

Columnista:

Germán Ayala Osorio

 

Creo que el primero que habló de la existencia, más bien fantasmal, del «duquismo», fue el senador Jorge Enrique Robledo. Y hace un par de días, la periodista Camila Zuluaga, en su sección del Código Caracol, retomó el vocablo para indicar algún tipo de capacidad de orientación político-electoral de Iván Duque Márquez, el inquilino de la Casa de Nariño, de cara a las elecciones de 2022.

Todas las acciones asociadas al vocablo ismo, con el que aparentemente buscan referirse y dar vida a doctrinas o escuelas de pensamiento, devienen falsas o proclives a ocultar la crisis de la política, de la concepción del Estado moderno y de la profunda corrupción público-privada. Para el caso, se trataría de «doctrinas ideológicas y escuelas de pensamiento político» derivadas del ejercicio de poder de presidentes de la República, recordados no por ser precisamente intelectuales, sino grises operadores políticos. De allí que en Colombia se hable de turbayismo, gavirismo, santismo, uribismo y ahora, de duquismo.

Las anteriores derivaciones del ejercicio clientelar y mafioso del poder político en Colombia jamás podrán ser consideradas como escuelas de pensamiento o doctrinas. Por el contrario, su creación y validación obedece a la naturalización del clientelismo y de todas aquellas acciones que coadyuvaron a convertir a la política en un vulgar negocio.

Cada que hablan de uribismo, santismo y ahora de un espectral duquismo, se confirma la captura del Estado, el debilitamiento de las instituciones públicas y la consecuencial derivación de una institucionalidad de carácter mafioso-clientelar que solo les sirven a los grupos de poder y de presión que rodean a las políticos de cuyos apellidos proceden dichas nomenclaturas.

Además, con su uso cotidiano y su funcionamiento dentro del régimen político, de inmediato se activan sentimientos y acciones mesiánicas no solo en los políticos, sino en quienes se acercan a estos para pedir puestos y mermelada. Claro, hay que señalar que no todos los presidentes asumen el rol de Mesías. Tan solo Uribe Vélez se autoproclamó como el «salvador del país», con la ayuda de periodistas-mandaderos y de empresas periodísticas que se dejaron intimidar por quien mandó en Colombia —no gobernó— entre el 2002 y el 2010 de manera directa. Regresaría, tiempo después, para mandar a la sombra de quien hoy actúa nominalmente como Presidente, pero que no se comporta como tal, es decir, como un verdadero jefe de Estado.

Por ser el ungido de Uribe, no es posible que surja el duquismo. Por varias razones, a saber:

  1. Se desconoce su proyecto político.
  2. Su actitud obsecuente con su Patrón le impidió acumular algún poder clientelar que le permita, una vez deje la Casa de ‘Nari’, seguir manejando sus fichas en instituciones del Estado.
  3. Frente al poder clientelar que pudieron acumular Uribe y Santos en 8 años, los cuatro de Duque resultan insuficientes.
  4. Su nefasta gestión como presidente impide hablar de duquismo, en la medida en que al mentarse la nomenclatura, de inmediato genera rechazo por sus bajos niveles de aceptación y popularidad y por el malestar social y político que el «uribismo» viene consolidando en el país, gracias a los intolerables niveles de corrupción y a la concentración de la riqueza en pocas manos que aupó Uribe durante su largo gobierno, y que supo extender para el periodo 2018-2022.

Así las cosas, el paso de Duque por la Presidencia no le alcanzará para que la prensa y los grupos de presión clientelar le reconozcan algún legado, así sea dando vida al duquismo. Duque fue y será, simplemente, el alfil que Uribe puso en el Solio de Bolívar. Y por su infausta gestión y su pusilánime carácter, apenas si alcanzará a convertirse en una simple anécdota para los poderosos agentes del establecimiento colombiano.

 

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Germán Ayala Osorio
Docente Universitario. Comunicador Social y Politólogo. Doctor en Regiones Sostenibles de la Universidad Autónoma de Occidente.