El Delfín (y sus delfines)

Todos, por fortuna, tenemos derecho a escoger nuestros amigos y afinidades ideológicas –aunque a algunos les arrebatan el derecho a la vida por hacer uso de ese derecho. Lo que se supone no está permitido es usar las instituciones públicas como plataforma electoral de mis mejores amigos.

Opina - Política

2022-04-06

El Delfín (y sus delfines)

Autor:

Juan Alejandro Echeverri

 

Colombia es un país en permanente campaña electoral. Se hace politiquería para llegar al poder, y se debe hacer politiquería para mantenerse en él.

Supongo que lo hacen porque si lo hicieran de otra manera —de la forma democráticamente correcta– no llegarían a ser lo que son: contratistas del Estado, concejales, alcaldes, congresistas o «doctores»: fichas de un ajedrecista que también fue alfil de alguien más, y así sucesivamente de generación en generación.

Las aguas políticas son sucias, y en el tramo final de cada campaña se ponen turbias. Meses antes de las elecciones presidenciales y legislativas, los inversionistas electorales empiezan a cobrar los intereses de sus padrinazgos. Al fin y al cabo en la política, como en tantas otras cosas, termina siendo decisiva la economía. 

Las de Esteban Quintero siempre fueron cuentas electorales favorables. Gracias al apoyo público y descarado de la administración del alcalde Nelson Carmona, logró pasar de la Cámara de Representantes al Senado en las elecciones del 13 marzo. 4971 personas votaron en La Ceja por Quintero, lo que corresponde al 53,7 % de los votos que sacó su partido en el municipio, y el 21,5 % de los tarjetones marcados para el Senado en el poblado del Oriente antioqueño.

Antes de hacerse con la Alcaldía, la esposa de Nelson trabajó en la Unidad de Trabajo Legislativo de Quintero. A cambio de eso, y del apoyo tras bambalinas que le dio para llegar a la administración municipal, el agradecido alcalde cejeño lo llevó como invitado de honor a una sesión del concejo, hace unos meses lo llevó de la mano a recorrer el municipio, y no hizo ningún esfuerzo por evitar que algunos contratistas fueran obligados a apoyar al candidato si querían conservar su puesto, o que se les agregara sin su consentimiento a grupos que promovían la campaña y eventos del aspirante a senador por el Centro Democrático.

Esteban Quintero es hijo de Rubén Darío Quintero, un cacique político de Rionegro y exsenador condenado por la Corte Suprema por tener nexos con el paramilitarismo, brazo armado de cierta elite política y económica que aprovechó el desangre y el despojo para enriquecerse y cooptar instituciones públicas. A la justicia le pareció sospechoso que en las elecciones de 2002 Quintero padre lograra 65 850 votos en Urabá, región antioqueña de la que fueron desplazadas más de 50 000 personas por los paramilitares, con la que el rionegrero no tenía ningún lazo y en la que nunca había hecho un acto de campaña.

Como senador, Rubén Darío presentó el proyecto de ley 68 de 2006, que luego daría origen a la Ley 1183, el 14 de octubre de 2008, por medio de la cual el Estado les asignó funciones de titulación de tierras a los notarios, oportunidad que aprovecharon múltiples empresarios para legalizar tierras despojadas en Urabá y otras regiones del país. En 2009, Freddy Rendón Herrera, alias el ‘Alemán’, exjefe del Bloque paramilitar Elmer Cárdenas, reconoció que entregó 100 millones de pesos a la campaña de Rubén Darío, quien le había solicitado plata por problemas de liquidez. Quintero padre también fue secretario privado de Álvaro Uribe Vélez, cuando este fue gobernador de Antioquia entre 1995 y 1997.

El delfín de Rubén fue el diputado más joven en la historia de Antioquia, asesor de Álvaro Uribe Vélez entre 2016 y 2017, amigo cercano de Luis Alfredo Ramos –exgobernador de Antioquia, también condenado por la Corte Suprema por vínculos con paramilitares–,  promotor del Área Metropolitana del Oriente antioqueño, y es uno de los interesados en construir un proyecto inmobiliario en los predios donde tiene su sede el colegio público Bernardo Uribe Londoño de La Ceja.

En su penúltimo año en la Cámara de Representantes, Esteban votó a favor de eliminar la ley de garantías, no apoyó la moción de censura contra Karen Abudinen, exministra de las Tecnologías de la Información y las Comunicaciones, también votó a favor del ministro de Defensa Diego Molano, cuando un sector del Congreso intentó retirarlo de su cargo por el trato bélico y sangriento que le dio al estallido social del 2021. El hijo del padre rechaza la despenalización del aborto y la regularización y legalización de la marihuana, posturas que lo hacen digno representante de su partido, el que después de cuatro años de gobierno deja al país en una demencia armada y social parecida a la decadencia ideológica que atraviesa el uribismo.

Sin la ayuda de Esteban, Nelson Carmona no hubiera logrado dinero y apoyo estatal para varios de sus proyectos de infraestructura; el cemento, a veces, sirve para ocultar lo que en realidad sucede puertas adentro. La coyuntura demuestra que Quintero no lo hizo por La Ceja, sino por él, su empresa más importante.

Todos, por fortuna, tenemos derecho a escoger nuestros amigos y afinidades ideológicas –aunque a algunos les arrebatan el derecho a la vida por hacer uso de ese derecho. Lo que se supone no está permitido, es usar las instituciones públicas como plataforma electoral de mis mejores amigos.

El 13 de marzo –día de las votaciones en el que estaban pagando 50 000 pesos por ser uno de los pregoneros de Esteban– terminaron las elecciones legislativas y, además de las presidenciales, empezó también la campaña de alcaldías, gobernaciones y asambleas. Con promesas, puestos, proyectos, y contratos, los nuevos congresistas intentarán mantener las alcaldías —gobernaciones y asambleas— amigas, y lograr posicionar sus candidatos en las que no tienen en el llavero, para que en cuatro años esas alcaldías –gobernaciones y asambleas–  les den los votos que necesitan para mantenerse –o llegar– al poder; y así sucesivamente de generación en generación.

Algunos imaginaron que la de Nelson sería la alcaldía del cambio, pero decantó en otra estucada por el tradicional clientelismo corrupto como tantas más. La trama de Esteban y Nelson es censurable por hacer campaña electoral con lo público, porque así es como la democracia se vuelve aburrida, desigual, mal normada, predecible… Un nauseabundo comercio de consciencias.

 

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Juan Alejandro Echeverri
"No sabia que quería ser periodista hasta que lo fui y, desde entonces, no he querido ser otra cosa".