Crónica de una reforma “social” insolidaria e insostenible

El marido de doña Roselia trabaja en construcción, como el 60 % de los hombres del barrio —el otro 40 % está desempleado, naturalmente—; su sueldo no llega a un mínimo, así que no hay ni riesgo de que tengan que declarar renta pronto.

Narra - Economía

2021-04-29

Crónica de una reforma “social” insolidaria e insostenible

Columnista:

Fernando Sánchez González

 

Me desperté esta mañana con antojo de pancakes con tocineta y un juguito de naranja bien cargado; pero, de camino a la cocina, me fijé en el calendario y recordé que la quincena todavía está lejos. No hay harina, o mantequilla y la bolsa de leche la escurrí anoche intentando endulzar un poco de café que me quedaba; de la tocineta ya no queda ni el olor en la nevera y el juguito de naranja que guardaba para luego se me agrió.

«No me puedo poner de exigente ahora; ¿qué haría mi presidente en una situación así?»pensé. Pero como convertir agua en jugo de naranja no se me da bien, me levanté, dejé de esperar que todo me lo regalara el Gobierno, tomé un par de monedas que encontré en el pantalón de ayer junto a un billete de mil a medio romperse y emprendí camino hacia el supermercado.

Nada más salir de la casa, me encontré a doña Roselia y doña Griselda intercambiando notas de actualidad.

—Me tienen hasta acá —dijo una, poniéndose la mano en la frente— con ese sirilí de la reforma. En la radio, en el televisor, en el “feis”, por el “guasá”…

—Oiga y sí —le respondió la otra, mientras limpiaba los anteojos con su camiseta desteñida: «Mano firme, corazón…» es todo lo que se distinguía en ella— ya no tienen más de qué hablar; eso es pura campaña del guerrillero hijueputa ese de Petro.

—¿Cierto que sí? —interrumpió una tercera vecina que pasaba por ahí y que, sin querer, escuchó lo que decían— se quedaron con ganas de volvernos Venezuela los izquierdosos esos. Si no hubiera sido por Duque, estaríamos jodidos, en la inmunda, vueltos nada.

Yo seguí escuchando, medio despistado, pero al cabo de un rato, todo tuvo más sentido.

El marido de doña Roselia trabaja en construcción, como el 60 % de los hombres del barrio —el otro 40 % está desempleado, naturalmente—; su sueldo no llega a un mínimo, así que no hay ni riesgo de que tengan que declarar renta pronto. Llevan meses sin probar carne ni embutidos ni carnes frías, mucho menos algo de más calidad. ¡Que le pongan el IVA que quieran! Ellas no lo van a sentir.

Ni su marido ni el de doña Griselda ni el de la otra vecina tienen carro tampoco. ¿Qué importa que le pongan IVA a la gasolina? Ojalá no se enteren de que las busetas también usan gasolina porque les puede dar algo.

La otra señora dijo también que le importaba un carajo el tema del IVA a las pensiones porque en la «rusa» esa vaina no existe; luego todas se rieron hasta que les dolió el estómago. No supe si fue por la risa o por no haber tenido para comprar lo del desayuno. Yo me inclino más por lo segundo.

Mi rayo de luz esta mañana, sin embargo —no por su belleza, sino por la claridad que me trajo—, fue don Felipe. Luego de saludarlas y charlar un poco sobre los problemas que ha tenido para que sus cinco hijos puedan conectarse a sus clases virtuales con una recarga de $3.000, dejó caer una perla —no literalmente, ¿don Felipe de dónde va a sacar una perla si no tiene para pagar el Internet?—:

—A mí me dicen los hijos que hay que votar por ese Petro el otro año, pero ni mierda, uno qué va a votar por un asesino violador de esos. Ni Dios permita que llegue allá ese tipo, o sus amigos de las «far», que le «espropien» a uno las cosas y lo dejen mirando un chispero.

Yo no supe a qué hora don Felipe se volvió un terrateniente, pero debería estar tranquilo; los gobiernos se ocupan de cosas más importantes, como comprar aviones de guerra para defender nuestra soberanía, mantener las camionetas de los congresistas «al pelo» o cuidar que la imagen del presidente no caiga injustamente. ¿Con qué tiempo van a venir a expropiarle el lotecito en la invasión?

Al escucharlos entendí, también, que a ellos no les interesa, y no tiene por qué interesarme tampoco a mí, lo que se haga en materia de reformas tributarias. Si ya no aspiramos a pensionarnos, que nos dé igual si se sube o si se baja la edad de jubilación, o si se grava con el 5 % o el 15 % o el 100 %. ¿Para qué otras opciones de candidatos? Que nos baste con el boca a boca, el apellido, el tamal o la lechona, el sanduche o el juguito Hit, el dominio del balón o lo bien que toquen la guitarra.

Pero, sobre todo, que no nos importe el IVA en la canasta familiar, porque tenemos una dieta estricta definida y asegurada desde hace años. Doña Roselia, doña Graciela, la señora y don Felipe, como el resto de nosotros, no deberíamos estar pensando en la canasta familiar porque la mierda no está incluida ahí. Esa está cubierta por el Estado.

Y es que sí, el del problema soy yo pensando en pancakes con tocineta cuando mi Gobierno me aseguró una ración de mierda diaria durante cuatro años con un ocasional ingreso solidario para condimentarla y que no se me vuelva monótona. Hasta en eso pensaron.

¡Qué verraquera! Sinceramente es que uno a veces se queja por unas pendejadas.

 

( 2 ) Comentarios

  1. Que buena manera de entrar en el pensamiento colectivo de la población en general. Y colocarnos en su lugar, Muchas gracias!!

  2. ReplyJulián Torrejas

    Enhorabuena. Muy buena aproximación a la realidad del país.

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Fernando Sánchez González
Profesional en Negocios Internacionales de la Universidad del Tolima. Fascinado por los idiomas, la escritura, el debate y la tecnología.