Críticas necesarias

Entre sectores de izquierda y «centro» se están dando disputas que terminan siendo funcionales a esa derecha que, muy pragmática, entendió desde un principio el valor de la unidad.

Opina - Política

2018-05-24

Críticas necesarias

Faltan escasos días para definir el posible camino que tomaremos durante otro cuatrenio. Las expectativas de los pasos adelante que se pueden dar, permanecen paralelas al temor de un retroceso, en este escenario el recelo es generalizado y se palpa en el actuar de cada candidato y sus abanderados, la carencia de solidez en los argumentos le ha dado el paso a nuevas formas de concebir las discusiones y los disensos que yacen en todo espacio democrático alrededor de lo electoral.

El miedo ahora es canon eficaz de la acción política, la emoción reemplaza el raciocinio y se evidencia el fenómeno de la «posverdad», a esto se le suman otras circunstancias que fragmentan el panorama y que son de vital importancia para darles una lectura, aunque el momento no sea «el adecuado».

De las emociones, específicamente el miedo como estrategia de marketing político, se ha hablado ya bastante, que es común de algunos sectores y que ha logrado, si es que son dignos de llamarles logros, el triunfo del NO al plebiscito por la paz el 2 de octubre de 2016 y la elección de un personaje que roza con lo fascista como presidente de Estados Unidos. Pero más allá de esa crítica a la apelación de emociones como herramienta de la derecha, es necesario mencionar que el fenómeno se ha extendido al punto de tensionar las relaciones entre la misma «izquierda».

El Polo Democrático Alternativo, se proyectó para las elecciones desde tiempo atrás, en una gran convergencia nacional con miras a derrotar ese continuismo que nos tiene atrapados en medio del atraso. Hoy por hoy, la unidad que decían (y dicen) portar, es difusa, enarbolan las banderas de una coalición hermética en el centrismo, caen en el error de hacer señalamientos despectivos a otros candidatos —cuando el contexto no lo amerita— como Gustavo Petro, quien paradójicamente, tiene un proyecto de país que se asemeja al que ellos mismos plantean.

Se vanaglorian con los errores del candidato (que por estrategia no deberían) como si fuera el enemigo de primer plano y se proyectan triunfantes en una segunda vuelta con Duque —quien a propósito tiene la oportunidad de ganarle también a Sergio Fajardo con una diferencia que oscila entre el 5 y el 10 % según algunas de las últimas encuestas— sin tener en cuenta, una posible adhesión de sectores como Cambio Radical a la campaña del Centro Democrático.

¿Prefieren enfrentarse a Iván Duque y todo lo que representa aún sabiendo el riesgo enorme que se corre? ¿Se creen en la capacidad de derrotar un movimiento incorporado a idiosincrasias regionales como lo es el uribismo? Desde un principio demostraron antipatía a una verdadera amplitud, ahí siguen negando posibilidades bajo la «futurología» cuando ni el presente lo tienen resuelto.

Así, queda manifiesto el papel de la emoción en un asunto que merece toda la objetividad, allí la ansiedad configuró el proselitismo y se antepuso a lo estratégico. Ahora, entre sectores de izquierda y «centro» se están dando disputas que terminan siendo funcionales a esa derecha que, muy pragmática, entendió desde un principio el valor de la unidad, se dedicaron toda una campaña al desprestigio e hicieron trizas el lema «nos unimos o nos hundimos».

Los errores de los candidatos son notorios, ninguno se salva porque el pasado no perdona nada, de Petro hay que aceptar que sí tuvo fallas, que alguna vez le regaló un voto al mismísimo Alejandro Ordóñez; que mantuvo el modelo caótico de Transmilenio con las usureras entidades privadas; que tercerizó a maestros y maestras del Distrito con el programa Jornada Única 40×40; que no tiene lío con nombrar al neoliberal de Rudolf Hommes como ministro de Hacienda, así quedan cosas por reprochar.

De Fajardo lo mismo, no hay que negar que es un personaje que inspira poca credulidad con su dinamismo, es un tipo situacionista en la medida en que acomoda su discurso según el momento, es aquello que llaman «camaleón».

La cuestión es que las faltas se reconocen, el miedo no debe tener espacio en los asuntos democráticos, los pasos mal dados no están ahí para alimentar el error histórico de las propuestas alternativas de autodestruirse. Así también, quedan expresas necesidades y vacíos en las dinámicas políticas que nos rodean, quedan preguntas abiertas e insatisfacciones. ¿Verdaderamente existen los candidatos que representan a la población colombiana golpeada por las decisiones de los que históricamente han gobernado? ¿Es posible que un día construyamos la unidad antesala de numerosas transformaciones? Yo hoy me hago esas preguntas, mientras reafirmo mi voto en blanco.

 

 

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Nicolás Martínez