Cristianos buenos y cristianos malos

 

Debe la crítica rigurosa y respondiendo a la verdad histórica —que es diversa— permitir confrontaciones en lo político y no los prejuicios y los miedos.

 

Opina - Sociedad

2018-05-30

Cristianos buenos y cristianos malos

Esta afirmación no pretende hacer un juicio, sino problematizarlo. Es un juicio muy común por parte de la sociedad y nos habla de la misma, pero no pretende hacer lo mismo. Me dispongo a explicar.

Los cristianos/as malos son aquellos que aceptan la diferencia. Que creen que todos no debemos ser iguales. Que no es necesario que una persona sienta, piense o crea igual para considerarlo/a digno/a de respeto. Son aquellas/os que han dejado de creer en las grandes verdades; en esas que han desangrado al mundo.

Los cristianos/as buenos son aquellas/os que creen que una persona es mejor porque cree en Dios. Que no les gusta la diferencia, que la consideran síntoma de locura, de lo anormal, de lo extraño, de lo que no encaja. Son las/os que aún creen en las grandes verdades; en esas que han desangrado al mundo.

Cuando el análisis de una realidad política parte del análisis de buenos y malos, deja de ser un análisis para convertirse en un juicio. En ese sentido, la invitación es asumir estas votaciones con responsabilidad y sin miedo al diferente por su pensamiento. No solo le escribo a los cristianos/as también a los creyentes, en un país donde el 92% de la población se declara católica, ya que estos se caracterizan por solo aceptar una visión del mundo negando la contraparte. Bienvenido el conflicto, pero sin armas.

Parece un asunto muy básico aceptar al diferente y sí lo es, pero resulta siendo fundamental en un país como Colombia imbuido por el occidentalismo (EE. UU. y Europa) que aniquila la diferencia, pues bombardea a Oriente y nos parece apenas natural, ya que los bombardeos se justifican con la idea de que por ser una “cultura” diferente merece el exterminio.

A Antioquia le pido que ejerza su libre albedrío, que ya llegó el tiempo de volver a ser libres, de pensar y actuar no conforme a prejuicios, por ejemplo: guerrilleros/as, sino con base en propuestas y pensamientos. Por favor no sigan negando los derechos fundamentales de una parte de la población a la vida digna, como lo intentaron hacer con el plebiscito, al decir NO al derecho a la paz del otro país que vive en Colombia, el excluido.

Me asombró mucho ver a varios analistas políticos como: Héctor Abad, Daniel Samper, Antonio Caballero, Daniel Coronell, Héctor Riveros y demás, deslegitimando las ideas de un diferente, porque no son iguales a las de ellos; encontrarnos en la diferencia, aún en la “izquierda” del pensamiento, es necesario.

Es importante decir, que aún y en la diferencia, personas como Gloria Gaitán apoyan a determinado candidato y no se dedican a exponer sus prejuicios y miedos. Quizás eso nos puede indicar que Colombia ya no es la misma.

Es tiempo de no descalificar porque sí o porque no. Debe la crítica rigurosa y respondiendo a la verdad histórica —que es diversa— permitir confrontaciones en lo político y no los prejuicios y los miedos.

Un acuerdo sobre lo fundamental nos debería llamar a respetarnos en la diferencia, en el disenso, en la diversidad, en lo distinto, en lo anormal, en lo extraño, en lo loco, en lo raro. Cuando dejemos de escuchar insultos de una y otra parte para los candidatos a la presidencia seremos una Colombia distinta, rara, diversa, diferente. A lo sumo, nos convertiremos en una Colombia rara, anormal, extraña al curso que lleva el mundo, a saber: el de la aniquilación de la diferencia.

 

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Imagen cortesía pixabay.com

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Julián Stiven Velásquez