Autora: Elkin Giraldo Castellanos
Mientras hace algunos años América Latina vivía un proceso progresista o de carácter de izquierda, Colombia seguía gobernada por la derecha. Colombia ha sido esa piedra en el zapato en el proceso de construcción de una integración real en América Latina.
Todos los días nos levantamos con noticias de asesinatos de líderes y lideresas en Colombia, y esto ha sucedido históricamente, solo que ahora es más evidente. Desde la firma de los acuerdos de paz en el 2016, donde las Farc dejó de ser una guerrilla para actuar en la política de forma legal, lo único que se ha demostrado es que en Colombia las guerrillas no son el principal problema del país, como se hace ver hacia el afuera.
Desde el 2016, quedó sobre la mesa la criminalidad por parte del Gobierno colombiano que, amparado en su poder, sigue siendo uno de los principales causantes de la violencia en el país. Colombia sigue siendo uno de los países más desiguales del continente, endeudado y usado a su antojo por ya sabemos quién.
Llegó la hora ponerlo en la agenda latinoamericana, es un país clave en el proceso de construcción regional. Una verdadera transformación latinoamericana necesita integrar sus luchas y nombrarnos en conjunto, no podemos seguir actuando aisladamente. Ya no nos podemos pensar como uno solo, es momento de una organización más eficaz, las movilizaciones de estos últimos días pueden ser un primer paso.
A lo que sucede en Latinoamérica hay que prestarle mucha atención, se decía que Chile era un ejemplo en Suramérica y que los demás países tenían que seguir ese modelo para una prosperidad. Pero, hoy vemos lo que sucede en Chile. El temor es que ahora digan que el ejemplo a seguir es el autoritarismo de Colombia.
Previamente al paro hubo allanamientos a medios de comunicación alternativos, cierre de fronteras y militarización en las ciudades, incluso toque de queda, una estrategia de miedo por parte del Estado.
Una de las maneras de salir de esta decadencia por la que atraviesa Latinoamérica es no seguir naturalizando lo que sucede en Colombia, ser solidarios, organizarnos, apelar al vínculo, no podemos seguir viendo la violencia como una salida a ninguno de los problemas profundos. Una de las razones principales es porque los muertos los ponemos siempre los mismos, los más vulnerables, y ya estamos cansados. En Latinoamérica queremos un buen vivir.
Los gobiernos autoritarios tienen las armas, el poder, la formas. Nosotros nos tenemos a nosotros mismos. No podemos seguir dividiéndonos, no podemos seguir mirándonos para un costado. No podemos discutir si lo ocurrido con Dilan es un asesinato o no, cuando las pruebas son tan evidentes, no.
Aquí la realidad es que estamos en una disputa y es la del sentido: o seguimos dejando que hablen por nosotros o nosotros asumimos ese mando. La verdadera guerra que hay que ganar es la cultural. Hay tenemos que seguir dando la batalla.
Foto cortesía de: Presidencia de la República
