Colombia, el país más peligroso del mundo para el trabajador

La tasa de sindicalistas exterminados en Colombia es 5 veces mayor a la del resto de países, incluidos aquellos donde regímenes ultraderechistas arremeten contra la actividad sindical.

Opina - Sociedad

2019-05-01

Colombia, el país más peligroso del mundo para el trabajador

El primero de mayo de 1886 comenzaba la lucha en Chicago. Esa vez un grupo de trabajadores organizó una movilización popular en reclamo de la jornada laboral de 8 horas, debido a que la establecida oscilaba entre las 12 y las 16 diarias. “El país de la libertad” respondió agresiva y brutalmente encarcelando a un grupo de líderes trabajadores para enviarle así un mensaje a toda la clase trabajadora de EE. UU. y el mundo en general.

En esa oportunidad fueron detenidos ocho dirigentes; cuatro de ellos fueron ahorcados por las autoridades el 11 de noviembre de 1887, dos fueron condenados a cadena perpetua, otro a 15 años de prisión y el último optó por el suicidio luego de recibir su condena.

Es recordado el dirigente Miguel Schawb, que al recibir sentencia expresó que no reconocía ninguna autoridad de aquel tribunal y que su lucha junto a la de sus compañeros era de una justicia tan evidente que no había nada qué demostrar.

Han pasado 133 años desde ese día de las barbaries en Chicago, los obreros del mundo eligieron el primero de mayo como jornada de conmemoración y reivindicación social en honor a sus compañeros y sus luchas, en búsqueda de una verdadera justicia social que permita el libre ejercicio de los derechos del trabajador en equidad. En 1954 el papa católico Pío XII apoyó tácitamente esta jornada de memoria colectiva al declararla como festividad de San José Obrero.

En Colombia los progresos alcanzados en materia laboral, durante las últimas décadas del siglo XX, retrocedieron bajo la influencia del neoliberalismo, herramienta utilizada para restar beneficios al trabajador por medio de tretas y figuras jurídicas con las que legalizan la tercerización laboral.

De ahí que tengamos hoy contratos mentirosos con los que maquillan esa relación laboral existente sobre el papel, y que son muy utilizados por las autodenominadas “empresas temporales de servicios” que, a su vez, llaman al empleado “trabajador en misión”. Con ese tipo de artificios liquidan cada año a sus empleados dejándolos sin derecho a disfrutar de sus merecidas vacaciones, además de negarles una estabilidad laboral justa.

El Estado colombiano, que ve con beneplácito la situación desde el balcón, es el responsable directo de la precariedad laboral en el país, incluso dentro de sus mismas instituciones abusa permanentemente del trabajador, utilizando la figura del contrato de prestación de servicios regulado por la Ley 80 de 1993.

Este contrato es de tipo civil o comercial, pero no laboral, así lo indica el artículo 24 del Código Sustantivo del Trabajo; “Se presume que toda relación de trabajo personal está regida por un contrato de trabajo”.

A través de la modalidad del contrato de prestación de servicios, el Estado evade la obligación de las prestaciones sociales, no hay horas extras, dominicales, festivos, recargo nocturno, primas, cesantías ni salario.

La ley indica que en caso eventual en el que se obligue al contratista a cumplir horario, sea sometido a la continuada subordinación, y deba rendirle cuentas permanentemente a un superior, se estaría configurando una simulación para ocultar una relación laboral existente, dicha situación es conocida como contrato realidad y es demandable ante la jurisdicción laboral ordinaria.

La falta de protección y capacitación del trabajador en materia de derechos, se explica en el hecho histórico de Latinoamérica como el lugar más peligroso para los sindicalistas y, Colombia, el país en donde están más expuestos.

Mientras en la parte norte del continente los trabajadores tienen una mayor protección debido a las políticas de los Estados, en nuestro país se ha incrementado la violencia en contra de los movimientos sindicales año tras año durante las últimas 5 décadas.

La baja actividad del movimiento sindical es consecuencia de la violencia en contra de sus militantes: en los últimos 40 años han sido asesinados más de 3100 dirigentes.

Esto explica el por qué solo se encuentra sindicalizado el 3,4% del total de los trabajadores, razón suficiente para considerar a Colombia como el país más peligroso del mundo para ejercer el sindicalismo y donde la justicia es menos efectiva, pues menos del 10% de los asesinatos a sindicalistas reportados desde 1986 han sido condenados.

De enero a septiembre de 2018 fueron asesinados entre defensores de derechos humanos, sindicalistas y periodistas, 53 líderes en medio de una impunidad generalizada que impide castigar a los responsables, —según el último informe Human Rights Watch— cifra que además de vergonzosa es monstruosa y superior a la de cualquier otro país del mundo.

Según los informes del Gobierno anterior, la situación de seguridad para los sindicalistas mejoró en la última década a través de la protección directa del Estado.

Pese a las anteriores afirmaciones, cada año más del 60% de los sindicalistas asesinados en todo el mundo son colombianos.

La tasa de sindicalistas exterminados en Colombia es 5 veces mayor a la del resto de países, incluidos aquellos donde regímenes ultraderechistas arremeten contra la actividad sindical.

La supuesta desmovilización de grupos paramilitares y guerrillas no han evitado que se continúe atentando contra los sindicalistas, por consiguiente, esta situación hace también responsable a la Fuerza Pública por acción u omisión.

Las transnacionales, grandes empresas locales y medios tradicionales de comunicación tampoco se libran de la complicidad, ya que muchas de ellas estigmatizan la actividad sindical instigando al odio permanente hacia estos grupos, por ejemplo cuando citan con frases como; “los vagos que no trabajan, pero quieren todo regalado”.

El tiempo transcurre y los derechos del trabajador siguen en retroceso, la famosa ley del embudo en el campo laboral se sigue perpetuando, esa fórmula donde se socializan las pérdidas, pero se privatizan las ganancias, que nos arroja en limbo donde el industrial es cada vez más rico y el trabajador cada día más pobre.

Esta situación no permite pensar en una sociedad justa y productiva, sino parasitaria, donde unos pocos se siguen llenando con el trabajo de muchos. De nosotros depende que la lucha y los esfuerzos de la clase trabajadora continúen a pesar de sus poderosos enemigos.

 

Foto cortesía de: Semana Rural

 

( 2 ) Comentarios

  1. ReplyJairo Mejia Castaño

    La mayor culpa la tiren el sub yugado que ama a su opresor como si fuese su venefactor

  2. Genial, buenísimo! Gracias

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Andrés Valenzuela González
Abogado y Publicista con énfasis en comunicación y derechos humanos.