Colombia, el país de la conciencia violenta

La conciencia del todo vale, la de al caído caerle, la de no se deje, la de lo matarían por algo, no es más que ese reflejo de una sociedad enferma, y de eso es que Sartre y este título desean hacen reflexionar.

Opina - Conflicto

2019-06-27

Colombia, el país de la conciencia violenta

Autor: Fabián Andrés Fonseca Castillo

 

A propósito del informe revelado por el instituto de medicina legal, donde da cuenta del aumento de la violencia en el país.

El filósofo humanista Jean Paul Sartre, entendía a la conciencia en su obra Trascendencia del ego (1938) como aquella que depende, necesita y nace de la conciencia del mundo que le rodea, donde de una u otra manera, la conciencia individual es una mera creación de la conciencia de todo aquello exterior que le interfiere directa o indirectamente al humano, dando lógica a aquella ilustre frase del mismo Sartre, quien decía; «un hombre es lo que hace con lo que hicieron de él».

Un argumento de autoridad, como el que anteriormente se planteaba, es tan necesario como vital traerlo a colación, y aún más cuando una sociedad o contexto en particular exigen urgentemente respuestas a sus fenómenos y problemáticas que les aquejan.

Y digo, urgentemente, porque aquí el tiempo juega un papel importante, fundamentalmente cuando ese fenómeno o problemática ha carcomido de manera generalizada el ser, saber y que hacer de una sociedad en particular, como por lo menos, y sin llegar a exagerar padece  Colombia.

Según el Instituto Nacional de Medicina Legal, en un informe anual que presentó públicamente a la opinión publica el día miércoles 26 de junio, mostró unos datos que seguramente darán razón, no solamente al argumento de autoridad, sino también a aquel título frio, pero real, que da la bienvenida al lector de este artículo (Colombia, país de la conciencia violenta).

Es que cómo más llamar a un país, donde precisamente según ese informe, en relación y comparación entre los años 2017 y 2018, las muertes violentas aumentaron significativamente, pasando de 23.7 a 24.34 casos por cada cien mil habitantes.

En el transcurso del año pasado murieron asesinadas 12.130 personas, una cifra abismal y que premia a la reflexión, sobre todo de aquellos ciudadanos que ciega o hasta ingenuamente piensan que el país va por un buen camino.

Más allá de ese pequeño, pero diciente informe, que a la vez sirve de un loable diagnóstico de la sociedad que tenemos, cabe preguntarnos ¿Por qué hemos llegado a estados tan deplorables de violencia?

Un interrogante que de seguro no tendría una única o valida respuesta, ni tampoco una sola versión para escuchar, pero sí creo que se podría argüir, con posibilidad a equivocarme, que este fenómeno que hoy enluta y hace reflexionar la mollera de muchos hoy en Colombia, es gracias a ese pasado bélico que, desde hace más de doscientos años, ha generado que hoy muchos vean a la violencia como una necesidad y ente natural del país.

Se volvió tan normal y natural que todos los días maten, que todos los días secuestren, que todos los días se vean muestras de intolerancia.

Nosotros los colombianos tenemos conciencia violenta, cargada de intolerancia y fanatismos; todas esas lacras que nos han hecho estar en los primeros puestos de los rankings a nivel mundial o regional como la sociedad más violenta.

Esas lacras que nos han hecho odiar y matar al que piensa distinto, esas lacras que han perpetuado el discurso y la necesidad de la guerra y esa lacra que ha hecho que unos políticos tengan asiento en los poderes de un país desangrado, mutilado y amenazado.

Los colombianos somos un producto de esa violencia histórica que se ha posado a las anchas y que ha hecho no solo asesinar el cuerpo, sino ha hecho asesinar el alma, la humanidad y la tolerancia, todas aquellos entes necesarios para formar eso que muchos llaman la paz.

La conciencia del todo vale, la de al caído caerle, la de no se deje, la de lo matarían por algo, no es más que ese reflejo de una sociedad enferma, y de eso es que Sartre y este título desean hacen reflexionar.

No cabe duda que merecemos cuanto antes hacernos una autocrítica, mirar hacia atrás, y permitir y dejar ver nuestra conciencia, pero no esa qué premio la barbarie, sino esa que necesita de que de una vez por todas desarme los corazones de todos y cada uno de aquellos colombianos que sin pensarlo dos veces desean dejarle un mejor país a las futuras generaciones, sino fuese así, apague y vámonos.

 

 

Foto cortesía de: ¡Pacifista!

 

 

( 1 ) Comentario

  1. Me gustó, somos una sociedad que solo generan sentimientos envenenados de generación tras generación y donde solo sobrevive el que tiene más pode. Estamos a la defensiva y llevándonos por delante alque se interponga en el camino buscando sólo nuestra misma conveniencia. Un país explosivo por la falta de tolerancia y respeto los unos a los otros

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Fabián Andrés Fonseca Castillo
Soy orgullosamente docente, amante de la justicia e instigador al cambio. Deseo un país educado, lector y pensante. Si amar y escribir son diferentes, para mí son exactamente lo mismo.