Censura contra la verdad y la libertad de expresión

Cuando no se garantizan el bienestar de todos y de paso, se intenta instalar una narrativa tendiente a dejar las cosas como están, se debe escuchar las voces diferentes del pueblo.

Infórmate - Medios

2020-09-30

Censura contra la verdad y la libertad de expresión

Columnista:

Juan Carlos Lozano Cuervo

 

La censura ocurrida recientemente contra el portal independiente La oreja roja a propósito de la publicación del artículo Camilo Ospina, el minDefensa que impulsó los falsos positivos, debería captar nuestra atención.

Según su director, Ían Schnaida, en el último reporte de la ONG Deflect, encargada de la seguridad del sitio, se registran más de 181 000 intentos de ingresar al administrador de la página web, para tumbarla y eliminar todos los contenidos. Lo que viene ocurriendo en el país hasta el momento, plantea diversas preocupaciones que debería llevarnos a un profundo debate acerca de la libertad de expresión en democracia.

Esto último, resulta complejo en un país con tantos frentes noticiosos, problemas cruciales no resueltos, un proceso de paz a mitad de camino, los estragos de la pandemia junto con las masacres; no obstante, se insiste en poner en el centro de la discusión procesos penales de líderes políticos que concentran toda la atención del club de analistas de la mecánica electoral, pero que, al mismo momento, se lleva el reflector lejos de lo importante.

En cualquier sociedad que se dice democrática, la libertad de expresión debe garantizarse. Aunque, en nuestro medio, la narrativa disputa agriamente ¿quién, cómo y qué cuenta?, en un frente de batalla tenaz. El día que se entendió que de una mentira dicha mil veces algo queda, las noticias falsas hacen parte del recetario del poder. Y no es que se aspire a una democracia aséptica, al contrario, se reconoce de entrada la distancia insalvable entre el discurso y la política.

A estas alturas muchos no creen en los hechos. La instalación de zonas grises que ponen en duda hasta lo más obvio es una de tantas señales de una narrativa contrafáctica que busca moldear la percepción o mejor aún, manipular, para decirlo sin rodeos.  

De esta forma nos vamos acercando a la médula del asunto: la opinión. Presentar hechos alternativos es parte de la estrategia que, a modo de truco de magia, logra desviar la atención al generar confusión a través de la manipulación del lenguaje que tiene como efecto, instalar ideas en el opinador casual con el fin de presentar una visión alternativa emanada de la defensa del sesgo ideológico, que permita sumar el respaldo de los ciudadanos. En consecuencia, cualquier otra narrativa que vaya en contra debe ser atacada.

Se busca imponer una única explicación de nuestras problemáticas con el propósito de abogar por salidas ampliamente exploradas y con resultados nefastos. En el fondo, se trata de la defensa abierta y clara de una visión de la política que no admite crítica.

Desde las minorías sexuales, pasando por los jóvenes que marchan, sectores políticos declarados en oposición, hasta los líderes sociales en los territorios, son presentados de manera negativa. Llegando al punto de «contextualizar» lo que ocurre, se intenta justificar la eliminación del antagonista por la puerta de atrás, lo cual va en contravía del proyecto democrático. Estamos muy lejos de aquel cuando se justifica la desaparición de la voz contraria; la censura es precisamente eso, callar al otro, al que piensa distinto.

Cabe advertir que, aunque muchos no lo acepten, saben que el Gobierno no ha tenido los resultados esperados. En efecto, temen que, debido a la frustración y desazón, se dé un cambio en la jefatura del Estado. Claro, eso en desarrollo de nuestro presidencialismo exacerbado que construye país para los próximos cuatro años. Ante tal sospecha, se aplica una matriz de opinión de todos aquellos beneficiarios del orden social construido hasta el momento, que ven en medios como La oreja roja, el otro que narra en el sentido contrario a sus intereses.

La democracia debe juzgarse no solo por la existencia de instituciones, sino por el punto hasta el que pueden ser realmente escuchadas voces diferentes de sectores distintos del pueblo, según Amartya Sen. Y tiene razón, cuando no se garantizan el bienestar de todos y de paso, se intenta instalar una narrativa tendiente a dejar las cosas como están, se debe escuchar las voces diferentes del pueblo. La censura es transversal en momentos de crisis, recuerden: o se callan o los callamos.

 

 

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Juan Carlos Lozano Cuervo
Profesor, abogado y magíster en Filosofía.